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Editorial  |  12 octubre de 2018  |  09:09 AM

¿Cuál es nuestra raza?

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El 12 de octubre se celebra el Día de la Raza en Colombia, una tradición que se conserva hace muchos años como una fecha que recuerda el encuentro de dos culturas en ese día del año 1492, cuando un grupo de navegantes españoles llegó a América, un continente desconocido para los europeos.

El encuentro de los blancos europeos con los cobrizos indígenas americanos, fue el comienzo de una nueva era en el mundo. Los europeos ya venían ‘pintados’ del color de los moros, los árabes que estuvieron por más de 800 años en la península Ibérica, y de los judíos, que establecieron parte de su diáspora en la misma zona, pero también de los romanos que siglos atrás habían extendido su imperio hasta esas regiones que después dominaron los reyes católicos. En tanto, los aborígenes americanos tenían la pureza de su raza, proveniente de las estepas centrales de Asia y de la región más nororiental de Siberia.

Pero, pocos años después del desembarco de Cristóbal Colón a América, los europeos trajeron, a la fuerza, a los negros africanos. Y es la integración de las tres razas, europea, indígena y africana, la que va componiendo el tipo de ser humano que habita hoy nuestras tierras.

Esas tres razas que se encontraron en el continente americano hace 526 años, prácticamente han desaparecido, en la pureza de su origen. Son pocas las personas que conservan intacta su condición de blanco, negro o indígena en América. Entonces, ¿cuál es nuestra raza hoy?

La respuesta no se deja esperar. La raza, cuyo día celebramos hoy, en su pureza del pasado, no existe. En cambio, ha crecido el denominado mestizaje, que es la oposición más bella y romántica a la idea de la pureza de la raza. Y decimos bella y romántica porque esa diversidad que llevamos por dentro se opone a las ideologías limitadas y totalitarias, a la existencia de hombres superiores, a las discriminaciones por color de piel y pensamiento.

Los colombianos debemos llenarnos de alegría al sabernos diversos, al sentirnos mestizos, porque percibimos una sensación encantadora de alfombras voladoras, de lunáticos quijotes, de estrambóticos negros danzarines, de guerreros indígenas pletóricos de naturaleza. Somos hijos de mil culturas. Todo se combina en estos seres colombianos para formar un canto iridiscente que se entona con orgullo desde los bellos riscos del Quindío.

En verdad, somos la diversidad. Somos mestizos, los más diversos del mundo, incluso de América Latina. A pesar de la desaparición de la pureza de las razas, en casi todo el orbe se conservan parte de sus descendencias, de alguna forma. En África predomina la negra, en Europa la blanca, en Asia la amarilla. En México, Guatemala y Centro América, como en Ecuador, Perú y Bolivia hay mayoría de indígenas. En el Caribe y Brasil sobresalen los mulatos, en países como Argentina, Chile, Uruguay prevalece también la blanca europea, pero en Colombia la mayoría somos mestizos.

No podemos decir que el mestizaje es una raza, sino que se trata de un hecho cultural, porque, como dice William Ospina en ese bello libro “Los nuevos centros de la esfera”, somos hijos a la vez de las víctimas y de los verdugos, de los invasores y de los invadidos. “Esa cultura mezcló en el bolero la ternura cortesana con la sensualidad africana”.

Por eso, es bueno que sepamos, que seamos conscientes que en cada colombiano suenan tambores africanos, tal vez por eso nos apegamos tanto a los cantos del Pacífico y de la Costa Atlántica. Pero, al tiempo, en cada colombiano retumban ocarinas indígenas cuyo espíritu deambula por los parajes verdes de viento y sol de nuestra tierra; y en cada colombiano se rasgan las cuerdas de guitarras españolas cargadas de la cultura morisca que les dejó 800 años de ocupación árabe a esa, la península ibérica.

Aquí, en Colombia y en América Latina en general, hablamos una lengua donde el principal origen de las palabras es el latín, seguido por el árabe y el indígena con no menos vocablos africanos. Tenemos una piel que no es senegalesa, ni española, ni morisca, ni indígena. Somos la diversidad.

En cada colombiano y en muchos latinoamericanos hay una historia universal, milenaria, donde se conjuga todo: los secretos de la selva africana y sus costumbres, las altas cortes españolas, las mil y una noches de los pueblos árabes, las bondades musulmanas, las ceremonias católicas y la santería africana, la Pachamama inca, el respeto y adoración que los muiscas y quimbayas tenían por los animales, todo se combina en una extraordinaria forma universal de ser.

Una semana como esta, donde celebramos el Día de la Raza, vale la pena preguntarnos: ¿Cuál es nuestra raza? Para saberlo, es necesario auscultar la historia que empezó el 12 de octubre de 1492, para, finalmente responder: nuestra raza es la raza humana.

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