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Editorial  |  24 octubre de 2018  |  12:00 AM

Se agrandan las protestas por la educación

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Urge en Colombia una verdadera reforma a la educación en todos sus niveles, una reforma profunda.

El paro nacional del magisterio de 24 horas convocado por la Federación Colombiana de Educadores, Fecode, y protagonizado por los maestros de todo el país, se convierte en un llamado de atención del sector educativo al gobierno del presidente Iván Duque Márquez.

Los cientos de profesores del sector oficial que el pasado martes marcharon por las calles de las principales ciudades de Colombia exigiendo presupuesto para la educación pública y el cumplimiento a los acuerdos firmados en mayo de 2017, demostraron que están dispuestos a declararse en cese permanente de actividades hasta tanto no se les cumpla con lo pactado.

Llama la atención la unión que se evidenció ayer en Armenia de los maestros y los estudiantes de la universidad del Quindío, estos últimos con más de quince días por fuera de las aulas reclamando, junto a las 32 universidades públicas del país, un presupuesto justo para la educación superior.

Se demostró con la gran marcha de estudiantes y profesores que el descontento ante las políticas gubernamentales viene en aumento, porque además en Armenia fueron muchos los estudiantes de bachillerato que por cuenta propia marcharon junto a sus profesores. Una ola que va creciendo peligrosamente y podría desatar una parálisis total de la educación en todos sus niveles y a la cual irremediablemente tendría que unirse los padres de familia que son los más perjudicados con los recortes a la educación pública que año tras año han venido en aumento.

Es de destacar que la crisis de la educación en Colombia en todos sus niveles ha llegado a tal extremo que a las protestas o exigencias por mayor presupuesto se han unido los rectores de las diferentes universidades e incluso universidades privadas cuyos estudiantes también reclaman por los altos costos de las matrículas, lo que está exigiendo más cupos en las estatales.

Y aunque el gobierno del presidente Duque anunció la adición de un billón y medio de pesos al presupuesto de la educación, tanto maestros como estudiantes saben que esos recursos no son suficientes o que simplemente es otra retórica del gobierno nacional, presumen que esos dineros no van a llegar porque como lo dijo el senador Jorge Robledo la plata de las trasferencias “es un proceso legal bien complicado, lo cierto es que esa plata tiene destinaciones específicas”.

Los estudiantes se mantienen en sus exigencias: “Encauzar 18.2 billones para las universidades públicas, entregar 1.3 billones a entidades técnicas y tecnológicas, no disminuir los recursos del Sena, sumar 700.000 millones al presupuesto de Colciencias y la eliminación de los intereses de los créditos del Icetex”.

Los maestros por su parte, regresaron hoy a sus aulas de clase y seguramente terminarán el año escolar del que solo falta unas pocas semanas para su culminación, pero queda el llamado de atención que no solo puede quedarse en ello, en paros de 24 o 48 horas cada tres meses que se convierte en un juego a favor del gobierno que poco o nada le vale soportar unos ceses de actividades si al final no hay una lucha contundente y que verdaderamente dé respuesta a la educación colombiana, que por su precariedad presupuestal hunde cada día más al país en el subdesarrollo, patrocinado este por una clase dirigente que como dicen las pancartas de los estudiantes “les da miedo que el pueblo se eduque”.

Hay que tener en cuenta que aparte del presupuesto los maestros están pidiendo con justa causa protección ante las amenazas de las que son víctimas en diferentes regiones del país y atención en salud para ellos y sus familias e igualmente el cumplimento estatal frente a los acuerdos que dieron fin al pasado paro del 11 de mayo al 16 de junio de 2017.

Urge en Colombia una verdadera reforma a la educación en todos sus niveles, una reforma profunda, seria, que ubique al país en el siglo XXI, para que las nuevas generaciones puedan afrontar los retos de un milenio que avanza a pasos agigantados en desarrollo científico y tecnológico en el contexto mundial, mientras nuestra nación se mantiene anclada al siglo XIX.

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