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Cultura  |  17 julio de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Gustavo Petro y el valor de la intelectualidad

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Por Mateo Gutiérrez León

Estudiante colombiano de Sociología

U. Nacional

 

 

Acabo de leer la autobiografía de Gustavo Petro, la cual para mi sorpresa resultó ser un texto rico en muchos aspectos relevantes, anecdóticos, históricos y políticos. Para ser franco no esperaba mucho del libro, pero en reconocimiento a una inesperada y grata lectura haré un breve comentario como lector.

Plasmaré las reflexiones que considero más valiosas sobre la narrativa de la vida de Petro, la cual se entrelaza con complejos momentos de la vida nacional, más aún hoy a puertas de que empiece un nuevo momento para Colombia de la mano del gobierno del Pacto Histórico.

Pasando por alto los detalles anecdóticos de su infancia, la vida del futuro presidente de Colombia empieza a ponerse interesante en el momento en que inicia su actividad política, como es lógico. Su acercamiento a las luchas obreras en Zipaquirá y su ingreso en el quehacer político-militar dentro del M-19, nos a da las primeras luces de como se ha ido forjando, poco a poco, Gustavo Petro como un nato líder popular.

Siempre aterrizando la formación académica con la práctica política, Gustavo se va perfilando desde su temprana juventud como un intelectual orgánico, en palabras de Antonio Gramsci; es decir un intelectual con capacidad de intervenir en la política de Estado, un conductor social para ser más concreto.

Sin embargo, Petro no solo se entiende como intelectual y político desde una visión institucional y burocrática, aun cuando siendo personero y concejal de Zipaquirá, con 22 años ya sabía lo que era un cargo político tradicional. Él pudo haberse quedado allí y enredado como tantos otros en la dinámica del clientelismo muy codiciada por concejales, ediles, sindicalistas, congresistas y políticos de partido.

Gustavo Petro trasciende este plano burocrático de la sociedad política, y se une profundamente con las luchas populares y nacionales. Al obrar así, no sólo es un intelectual orgánico, sino que transita hacia ser un intelectual comprometido políticamente, un intelectual militante que pone bajo prueba de fuego sus convicciones. Pasa por la cárcel, la tortura, la clandestinidad y viendo de frente la muerte en varias ocasiones. Es en este complejo aspecto de la vivencia humana comprometida donde quiero detenerme, y hacer un análisis de su figura como intelectual en distintos niveles y momentos.

El primero de ellos, su militancia clandestina, está bastante claro. Un hombre que lleva sus convicciones al punto de estar dispuesto a morir o perder su libertad, hasta a abandonar su familia y hogar para pasar duras condiciones de vida es claramente una muestra de coherencia ante sus principios e ideas. Sin embargo, cuando esto cambia, cuando un militante clandestino se reintegra en la sociedad, ¿qué ocurre? ¿qué le diferencia de tantos otros que se asimilan?

¿Cómo mantener los principios dentro de la política legal?

El encuentro que Petro sostiene con Carlos Castaño nos da luces al respecto. El autor narra que al igual que muchos líderes políticos y sociales del país estuvo bajo la mira del paramilitarismo a finales de los años noventa y principio de los dos mil. En el momento de auge de las AUC toma la decisión de buscar directamente a uno de sus principales comandantes, algo que muchos incluso por sentido común no estarían dispuestos a hacer. Ir directamente a hablar con su verdugo, no para arrodillarse y suplicar clemencia, sino para verle directamente a los ojos, controvertirle y ponerle a prueba.

Durante el encuentro, Petro descubre que Castaño tras su imagen dura, “guerrera” y machista es el fondo todo lo contrario. Es un hombre profundamente frágil, endeble, con pocos argumentos, fácil de entrar en contradicción. Ante tal situación el que antes pareciera todo poderoso, al verse sin su disfraz, al encontrarse desnudo pierde toda capacidad de atemorizar.

En aquella intimidad quedaron los dos encontrados y enfrentados en un plano demasiado humano. Castaño carente de cualquier convicción seria no sólo le perdona la vida, sino le confiesa que su proyecto paramilitar está reventado por dentro. Los paramilitares, aunque parecieran militarmente muy poderosos en ese momento, no eran otra cosa sino marionetas de la clase política. Los encargados de los trabajos más sucios de la guerra, utilizados por esa misma clase que luego los matará, o los enviará a la cárcel en EEUU una vez les dejaron de ser útiles.

Este episodio es un triunfo enorme de la razón sobre la barbarie. Un hombre armado tan solo de su intelecto logra poner contra las cuerdas no solamente a un asesino sino también a toda la irracionalidad de la violencia en Colombia. Con la determinación de que las ideas que defiende son justas e inamovibles Gustavo Petro ha derrotado la lógica del fanatismo de la extrema derecha conquistando el corazón y la consciencia de millones de colombianos.

Esto también se refleja en el tipo de líder que es, porque a diferencia de otros carismáticos lideres populares latinoamericanos que conquistan por hablar el lenguaje popular y tener los mismos códigos culturales de los más pobres, como fuera el caso del comandante Chávez, éste conquistó al país gracias a su argumentada elocuencia.

En vez de pararse en una tarima a cantar o bailar, dedicó toda su campaña a hacer un profundo trabajo de formación intelectual y política en sus debates, entrevistas y discursos. Esta es una de las grandes victorias de la izquierda en el país; llegar a la gente mediante herramientas pedagógicas, porque tiene la convicción que su interlocutor no es un simple objeto que sirve tan solo para votar, sino que es un ser pensante, cuya opinión ha de ser tenida en cuenta mediante el diálogo político que compromete para la praxis.

Ese joven que cae preso y a pesar de que nunca tuvo contacto con el duro contexto de la delincuencia, se mantiene firme en sus convicciones, y luego afronta los rigores de la guerra, para terminar comprometido con la paz y desarrollar una oposición política valiente, fundamentada y brillante.

Ese joven que va creciendo y madurando a la par que la sociedad, termina convertido en el único estadista serio del país. Es la muestra de que por lo menos un sector de la intelectualidad colombiana profundamente vinculada al pueblo, junto con las diversas resistencias en los territorios, son los que han abierto la puerta al cambio.

Al proponer un pensamiento al servicio de la construcción de nacional y las necesidades de los más excluidos, es que la intelectualidad colombiana de izquierda ha acumulado una experiencia que hoy en día ningún otro sector político tiene.

Por más de que los partidos tradicionales tengan experiencia técnica para gobernar – algo que la izquierda también debe aprender, y aprenderá -, dejan claro con Gustavo Petro y el equipo de intelectualidad orgánica formándose en la lucha, una vez más, la máxima filosófica de que la verdad siempre es revolucionaria.

TOMADO DE REVISTA SUR

https://www.sur.org.co/gustavo-petro-y-el-valor-da-la-intelectualidad/

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