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Región  |  29 marzo de 2018  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Cafeteros somos y en el parque de Los Arrieros nos vemos

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Por Miguel Ángel Rojas Arias

Es Semana Santa, y al Quindío han llegado cientos, miles de turistas. Llegar aquí es sentirse más libre, más verde naturaleza, es conectarse con la historia más reciente del país, aquella que creó el Eje Cafetero Colombiano.

Uno de los atractivos del Qundío es el parque Los Arrieros. Hagamos un recorrido, a través de estas líneas por este atractivo turístico del Quindío.

Venir al parque Los Arrieros es vivir un día histórico en medio del paisaje cultural cafetero, a través de la alegría de personajes que nos ponen en el contexto de un oficio que significó el principio de nuestros pueblos y de la sociedad colombiana moderna.

El parque Los Arrieros evoca la reciente época de mulas y cargas por los caminos pedregosos del Quindío. Aquella etapa de nuestra historia de hombres y mujeres sencillos que hicieron su vida en el campo, de dichos y refranes, de viandas y productos de la Colonización del Quindío.

Sin duda, este, el más reciente parque temático del Quindío, contiene un sabor a tradición y a identidad que enamora y reconforta el espíritu colombiano. Además, contiene el rumor del agua, aquel canto que se aprecia tanto en la cultura árabe y que, en nuestros bosques, es un arpegio de bucólicas melodías.

La visita al parque Los Arrieros arranca en la Parada de la Caña, donde se cuece la 'sopa' de cañas que se convierte en panela. Desde una cómoda posición, en una terraza, los turistas pueden apreciar el molino, las pailas, la forma como se saca la cachaza y se va cristalizando el jugo hasta convertirse en panela. El bagazo se utiliza como combustible del trapiche.

Luego se pasa a la muestra del arriero, donde se enseña todo lo relacionado con el oficio: las prendas, hasta las más íntimas, que usa el hombre dedicado a este oficio, y todos los aparejos de la mula. Después se entra a la fonda, la tradicional tienda de los caminos veredales, donde se vende aguardiente, se escucha música guasca desde una victrola o surronguean unos tipleros.

Salir de la fonda no es fácil, porque la música, los personajes y el aguardientico de caña hacen amañar a la gente. Se toma un sendero de café y se llega luego al patio donde se interactúa con la recolección y el proceso del grano. Allí mismo se disfruta de una excelente taza del producto.

Los turistas bajan por un sendero donde encuentran el Teatro del Arriero. El escenario es una casa campesina con un patio donde está la cocina y el comedor, lugar de los mejores, y los peores, encuentros de la pareja de esposos o arrejuntados, entre ellos el arriero, que al lado, amarrada a una guadua, tiene su mula. Los actores se esfuerzan por mostrarle al público la vida del arriero, sus sueños, su trabajo, su indumentaria, pero muy especialmente su machismo, sus exageraciones y todos los dichos famosos que se fueron creando en los caminos.

Por un sendero de piedras, camino de herradura, con el rumor del río y la frescura de los guaduales, continúa el viaje, esta vez hacia el pueblo cuyabro. Ahí está, con su templo católico de guadua, la plaza, las casas de bahareque y los personajes: la boba, el embolador, el cura, el matrimonio y, por supuesto, el culebrero. Las viviendas se construyeron en una ladera, como en cualquier montaña de la región, y sus calles adoquinadas rememoran los primeros habitantes de la Colonización del Quindío. El agua es fundamental en el pueblo cuyabro: la fuente, la cascada y las zangas del acueducto por donde baja un raudal que refresca y canta.

Cuando uno menos piensa, empieza el espectáculo: aparece el ladrón de gallinas, la algarabía, los paisanos persiguiéndolo, lo que termina en el tradicional baile quindiano de los macheteros. Y después aparece Arepa, el culebrero con su vieja maleta que desde el atrio de la iglesia se echa su retaila combinada de chistes donde involucra al público. Se sube por la empinada calle, sin dejar de arrimar a las tiendas, hasta coronar la cima, para descansar en el restaurante y disfrutar del fiambre montañero, el almuerzo.

El paseo sigue por el sendero ecológico de bambú y guadua, rodeado de flores de mil colores, para ir luego al coliseo del arriero, donde se ofrece un bonito espectáculo de vaquería. También se disfruta aquí de la puesta e escena de la familia cuyabra y sus costumbres, el puente de los deseos y la muestra del alumbrado de faroles de Quimbaya.

Los turistas encuentran otros divertimientos como los juegos de mi pueblo: sapo y tejo; el toro mecánico, los paseos en Willys, carrozas haladas por caballos o las tradicionales cabalgatas. Y si se quiere, el balsaje, un tour en una balsa de guadua por el lago, a semejanza del río De la Vieja.

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