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Cultura  |  10 marzo de 2024  |  12:19 AM |  Escrito por: Administrador web

Dos vidas para derrotar la adversidad

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Un texto de Alexander Girón T, publicado en el libro, Colcha de relatos, del Taller Literario Café y Letras Renata.

Nacieron en el agreste municipio de Neira, Caldas. Cuando se conocieron, él era un mozo alto, bravío y bien parecido, con una fuerza descomunal, que le sirvió para abrirse paso en la vida a pulso limpio, ganarse un nombre y ser capaz de cimentar una respetada estirpe.

Ella, en cambio, suave y delicada, como la mujer humilde de antaño, tuvo siempre una decisión inquebrantable para atender con probidad las necesidades vivenciales y ser capaz –casi siempre- de salir exitosa de cuanta dificultad hubo de atender.

Lo estrecho y comarcano de su entorno, les permitió “avistarse” muy pronto y formalizar, con augurio de buen presagio, una relación para toda la vida el 1° de enero de 1945. Cuando él se fue de este mundo, contaban nada menos que con setenta años de casados. Procrearon nueve hijos: Henry, Omar, Élida, Aníbal, Adalgisa, Rubiel, Lilia, Ever y Nicolás, nacidos en Neira y La Tebaida. Nuestro municipio los, acogió con cariño y beneplácito.

La familia Ocampo Arboleda, arriba a estas tierras en la década del sesenta del siglo XX. Se instalan, en la finca “el Ende”, ubicada en la vía Armenia-Pereira, para entonces sin pavimentar, propiedad del profesional Enrique Vélez, quien con sus hermanos, el médico Elías y Bernardo, hicieron leyenda en nuestro municipio, en razón a su don de gente y alto espíritu de servicio. Es importante anotar que uno de sus sobrinos, fue el esposo de nuestra primera y siempre recordada primera reina internacional: Luz Marina Zuluaga.

Llenos de ilusiones, lejos estaban de pensar que en este encanto de tierra, les tocaría vivir la oscura cronología de la muerte, casi a imagen y semejanza del episodio en el que, uno a uno, los hijos del coronel Aureliano Buendía, son aniquilados a causa de la cruz de ceniza que portaban en su frente. Ellos, los Ocampo Arboleda, también avocados a su propio calvario, comenzaron con el triste destino de Omar, por un malhadado chanceo entre amigos, el 29 de Julio de 1978, en Neira (Caldas), lugar al que se había trasladado en busca de consolidar un nuevo estilo de vida, sereno y sin sobresaltos. Teresita, la linda jovencita que domesticó sus arrestos pendencieros fue quien asumió decidida, la azarosa condición de viuda con una hija, hoy profesional de meritoria trayectoria, orgullo y aliciente de vida para su progenitora.

Siguió Ever, quien cansado, sin rumbo y acabada la fe, se quitó la vida en la conocida Discoteca “Garza morena”, el 13 junio de 1983. Continúo Nicolás, el 19 de agosto del 85, al fallecer en un triste y absurdo accidente y el 30 de enero del 86, acaba la vida del emblemático Aníbal, “el diablo”, simpático y servicial ser humano, figura promisoria de nuestra comarca, a quien todo el pueblo acompañó al funeral.

Adalgisa fue consumida por penosa enfermedad, el 14 de febrero de1991 y luego su esposo Gerardo, es víctima mortal de un accidente de tránsito el 19 de enero de 1997, suceso muy sentido, por ser un hombre joven que ganaba confianza y posición en el escenario local de los negocios.

El último percance fue el de su hermano mayor Henry, ocurrido el 15 de agosto de 2008.  Por fortuna, desde entonces son felices a su manera ya inmersos en su quehacer cotidiano.

Jorge Aníbal y María Jovita, con un parrandón de padre y señor mío, celebraron sus bodas de oro el 30 de diciembre de 1997, y mostraron con su ejemplo, que la felicidad, por esquiva y extraña merece, especial cuidado. Jorge Aníbal nos abandonó el 15 de abril de 2015; su buena bohemia le permitió superar altivo y soberbio la intimidación propia de los noventa y siete años.

Maria Jovita, desterrados los espantos que la atormentaron, ahora alegre y serena, recibe con gusto la visita de yernos, nietos y cuanto mortal se quiera arrimar, pues entendió desde siempre la solidaridad como un deber que se vuelve privilegio. A ella le alcanza y sobra energía para hacerlo como expresión de lo que significa la condición humana.

Hoy, la estirpe Ocampo Arboleda tiene como refugio, el eterno caserón de la carrera 8ª # 8-32, lugar que los vio nacer y ha sido testigo del peregrinaje vital de cada uno. Allí llega Élida, cargada de recuerdos y nostalgia, para recordar que de joven se casó con un hombre bueno, Jorge Vélez, con quien luchó a brazo partido y hoy con una de sus hijas, Isabel Cristina, pueden mirar tranquilas, desde los Estados Unidos, donde residen, el trasegar de sus vidas, si ningún asomo de sobresalto.

Es frecuente ver a Rubiel, aventajado profesional, acompañado de Myriam –su mujer- y de todos sus hijos llegar a este idílico lugar, donde la matrona habita a sus anchas, con sus 102 años de significativa existencia, dueña de sentidas añoranzas, y poseedora de los más exquisitos sorbos de nuestra historia. Esos pasajes de historia están a la mano y vista de quien sin prisa quiera arrimarse a ese pozo de recuerdos y regocijarse en ellos. No es extraño, en estas visitas, el popular “pachanga”, quien errabundo y desorientado por su agite vivencial, descubrió una angelical jovencita de esa dinastía, para acogerla con ansiado sentimiento en su vida desde 1978. Lilia es su eterna compañera y dos mujeres más se suman a tan noble parentela.

Podría concluirse, que al promediar este 2023 los Ocampo Arboleda alcanzaron la paz y el sosiego que por décadas les fueron tan esquivos. La numerosa parentela es muy buen augurio para un futuro distante del miedo y la incertidumbre que tan implacable los asedió. Estos muchachos y muchachas, con un legado centenario y de la mano segura de sus progenitores, saben y están comprometidos hasta su último aliento, que sobre sus hombros descansa la razón de ser de una estirpe que nunca ha sido inferior a su condición.

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