Jhon Faber Quintero Olaya

Los riesgos de una democracia plebiscitaria de opinión estriban en la toma de decisiones a partir de lo que se grita en plazas públicas, marchas o simplemente en lo que considera un determinado grupo humano. El 21 de abril muchos ciudadanos salieron a las calles y gritaban “fuera Petro”, algunos inconformes por ciertas políticas gubernamentales, otros decepcionados y muchos simplemente encontraron en la actividad una moda dominical. En cualquier caso, miles de colombianos se expresaron aquel día.

Sin embargo, la verdad no se construye con una sola cara, por lo que el 1 de mayo, un emblemático día para los trabajadores, fue escogido por el mandatario para responder. La difusión por las plataformas oficiales del gobierno y la promoción de sus partidarios también fue exitosa y, a mitad de semana, el petrismo respondió con contundencia y demostrando que tiene simpatías. Los alrededores del Palacio de Nariño, el Palacio de Justicia y demás edificios circundantes en el corazón de la capital de Colombia fueron testigos de gritos humanos en defensa de las reformas y del cambio prometido por la administración nacional.

No se puede desconocer que el ex senador de la Colombia Humana mueve masas y despierta pasiones, lo que implica reconocer su visión de país e incorporarla a una diversidad de pensamientos y opiniones que marcan nuestra riqueza cultural. La paradoja en este asunto es que es precisamente el doctor Gustavo Petro, como Jefe de Estado, el encargo de tutelar esa democracia plural y esos derechos individuales. ¿Se trata de incentivar una competencia por quién saca más votantes a las calles?; ¿Cuál es el objetivo de seguir polarizando una nación que está claramente dividida?

Los llamados a la unión no puede ser simplemente cantos o discursos vacuos carentes de acción, porque lo que se espera de las autoridades es un camino de transformación, pero con proyección, ejecución y metas claras. El ejecutivo ha radicado diferentes proyectos de ley en procura de una modernización en pensiones, salud, el sector salud o las relaciones de trabajo, con lo que quisiera reivindicar las luchas históricas de la izquierda colombiana, pero olvida que el sufragio de centro fue determinante en la unción del ex militante del M-19 como primer magistrado del Estado. De allí que las reformas no podían ser una imposición o dogma de esa singular visión social, sino que implicaban una construcción participativa, deliberativa y, en algunos puntos, consensuada. La comunicación, al menos, frente a los diálogos constructivos en la materia fue desastrosa.

Las leyes en formación han tenido cosas buenas como el cierre de brechas en salud, el fortalecimiento de las IPS o la salud preventiva, pero pretermitió las voces técnicas de riesgo financiero o de desconocimiento de una experiencia de 30 años que ha tenido también algunos progresos. Los cambios en el mundo laboral no pueden ser realizados a espaldas de los empresarios porque son ellos los que generan esta dinámica y el costo para el empleo puede ser muy alto sino se oye a quienes se verán directamente afectados por una legislación que no sea adecuada. El líder no sólo debe oírse, sino que debe aprender a escuchar el contexto y especialmente a quienes no están de acuerdo con él.

Por ello, la marcha del 1 de mayo fue completamente respetable, pero no puede seguir haciendo carrera que los problemas institucionales se resuelven en parques porque de lo contrario se va a sacrificar el contrato social, el Estado Social de Derecho y el bienestar colectivo. El discurso presidencial, en nuestro criterio, fue desafortunado porque se rompieron relaciones diplomáticas y se insistió en ideas constituyentes que pretenden tapar, de alguna manera, la ineficacia en la inversión del gasto público. No es lapidando Ministros como el gobierno de cambio va a impulsar su agenda por la equidad, el medio ambiente y la dignidad humana.