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Cultura  |  01 marzo de 2019  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

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Por Juan Felipe Gómez

Hace ya varios años que me aficioné al género cuento. De ser un simple lector pasé a ser “seguidor” de los autores que lo escriben y lo estudian, y asiduo buscador de los espacios donde se reflexiona sobre sus virtudes como dispositivo narrativo y estético. Poco dado como lector a la teoría literaria, empecé a encontrar que, aunque opacado en algunas épocas por el auge editorial de la novela y el prestigio estético de la poesía –de la cual se nutre– el cuento ha sumado a lo largo de su historia tantas o más reflexiones prácticas, por parte de sus cultores, que la poesía y la novela. En su ensayo La apología de las tortugas, dedicado al género, el escritor Juan Gabriel Vásquez aporta una razón que justifica la pulsión de los cuentistas por apropiar la historia y la conceptualización fundamental de su arte narrativo: “no se puede ser escritor de cuentos, ni siquiera de cuentos malos, sin un conocimiento profundo de ciertas herramientas técnicas, de cierta información histórica, de ciertos descubrimientos teóricos. Poe, Chéjov, Quiroga, Flannery O’Connor, Hemingway, Tobias Wolff: todos ellos han sentido la necesidad, ya sea en forma de iceberg o de decálogo, de teorizar sobre su práctica”.

De la teoría del iceberg a los decálogos y “contradecálogos”, las reflexiones alrededor del cuento constituyen entonces una base importante de conocimiento para quien se acerque al género con pretensiones creativas, o por simple curiosidad lectora. De los autores que han aportado a la poética del cuento en la transición del siglo XX al XXI, tal vez sean los de lengua castellana los más acuciosos y certeros. Veamos unos pocos ejemplos que apuntan definir el carácter del género de maneras creativas y hasta poéticas.

El argentino Marco Denevi nos dice: “El cuento es narrativa en estado de pureza total. No permite ningún ardid ni vestimenta. Es un poco como el acto de amor, que uno debe practicarlo desnudo. En cambio en la novela hay mucho ropaje”. Daniel Moyano, coterráneo de Denevi: “El cuento es ese medio violento y rápido y hermoso de sacarte de esta realidad para conectarte con esa otra que vislumbramos, que deseamos”. Cristina Fernández Cubas, española, aporta: “El cuento, entre otras muchas cosas, es libertad. Posibilidad de burlar el reloj y modificar el mapa del tiempo”. Desde Ecuador Javier Váscoñez afirma: “Un buen cuento tiene la capacidad de transformarse y ocultar cosas terribles, como ocurre con la metamorfosis de ciertos insectos, pesa más lo oculto que lo escrito”.

Compartir el entusiasmo por el género y acompañar, de la mano de los maestros y sus ideas, a quienes emprenden el desafío de la creación, será parte de la hoja de ruta del primer módulo del taller de escritura creativa Carmelina Soto, iniciativa de la Fundación Torre de Palabras que arranca este sábado 2 de marzo desde las 3 de la tarde en el espacio cultural La Casa, en Calarcá. Habrá buenas historias y buen café. Cordialmente invitados a contar.

 

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