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Columnistas  |  14 julio de 2019  |  12:00 AM |  Escrito por: Juan Fernández Cerón

La actitud, el ser lo que debe ser, para ser, desde la infancia

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Juan Fernández Cerón

El hombre en su totalidad es un ser con razonabilidad, con actitud, con un yo instinto.

Este instinto, se va diferenciando progresivamente para convertirse finalmente en una tendencia, en una intención de orden superior “en sí misma” en la realización que le corresponde en este nivel.

El “yo instintivo”, se convierte en un “yo persona”, sin dejar el yo instinto, que permanece siempre el mismo, porque es lo que constituye la vida de todo el proceso dinámico de su realización.

La unidad de las personas, no es sino la unidad de sus múltiples tendencias e instintos que apuntan a una realidad total.

Este movimiento unitario se identifica con la razonabilidad que se realiza y perfecciona en cada acto vital, cada meta conquistada del instinto total, o sea, con todo lo que ella implica en adquisiciones, intereses y nuevos fines a alcanzar, concretizados en la idea de una humanidad auténtica. Esta razonabilidad que vivifica al ser humano, desde los actos instintivos, hasta los actos estrictamente personales, nos permite, hablar de un instinto trascendental.

El contacto del hombre con el mundo, se realiza mediante las afecciones e impulsos más primitivos del ser, a saber, mediante sus instintos. Son estos los que determinan la realización y forman un sistema de disposición, que no solo, son necesarias para la realización del hombre y del mundo que le corresponde a éste, sino, porque toda constitución presupone este sistema.

Si pensamos el comportamiento como la actividad de un sujeto, el ser, la actitud como acción, es una actividad, que ha permanecido constante, una actitud de reflexión, análisis y crítica en la actividad misma del pensamiento, de la vida

La actitud es una postura frente al mundo, al saber, a la sociedad y a sí mismo. Es la que asume quien busca “pensar por sí mismo” al ser crítico frente a los supuestos que fundamentan las disciplinas, la sociedad y el individuo.

Formar la actitud, es formar el hábito de “pensar por sí mismo” los supuestos de las disciplinas, la sociedad y nuestros propios supuestos, es formar el gusto por el saber ser como ente social educado y educador, al fomentar el asombro.

El actuar cotidiano se manifiesta por medio de los actos en la acción. Es un estilo de vida virtuosa. La poseen los hombres libres que tienen gobierno de sí mismo y la realizan como ciudadanos nobles, honestos, tolerantes, mediada por el ánimo de formar conciencia generadora y creadora en bien social, gestora del ser crítico, es la realización de los principios que orientan la vida, es decir, que el sujeto hace realidad su forma de pensar, de comprender y transforma el mundo de acuerdo con su forma de ser. Así pues, se hace libre cuando es consciente como ser social.

La actitud permite tomar conciencia de la misma relación entre conocimiento e intereses, pero paradójicamente, le permite desligar definitivamente el conocimiento de los intereses.

El ente que somos en cada caso nosotros mismos y que tiene entre otros rasgos la “posibilidad de ser”, el preguntar, se designa con el término de “SER AHÍ”, nos lo dice Husserl

La comprensión de “SER AHÍ” nos marca la pauta en lo que toca al concepto de la actitud por cuanto está ligada a la elaboración que se tiene de sí mismo, del mundo y del conocimiento, preguntándonos como se caracteriza al hombre para pensar y comprender.

La capacidad de conocer el ser y sus posibilidades es ya una postura que puede definirse como una actitud de comprender y actuar

La construcción de explicaciones teóricas y formas de ver el mundo, está sentada en la admiración, lo que le da un significado similar, como punto de partida sobre la cual el hombre elabora su sentido del mundo sus cosmovisiones, sus explicaciones, inquietudes, intereses e interpretaciones.

Para construir nuestro propio concepto de actitud, hay que estar acorde con las exigencias de nuestra época y debe ser construida en la intersección de cuatro campos específicos: el político, el ético, el estético- pedagógico y epistemológico.

Los campos políticos y éticos se dan en la medida en que coloca las bases para una formación democrática, que propone formar ciudadanos responsables, que respeten las diferencias culturales, étnicas, religiosas y de opinión y que formen ciudadanos tolerantes, democráticos, participativos, críticos, amables y éticos, sin sermones ni discursos, sino, con hechos, actuando.

El campo epistemológico, de inclusión y exclusión, propone buscar cambiar la actitud frente al saber, tomando como base la creación, innovación, el cambio, donde el contexto sea el centro del proceso, hacer del saber un proceso de acción compartida, es decir, en el dia- logos interactuante. No es repetir historia, sino el descubrimiento de una experiencia y del comportamiento humano, que buscan el cambio del saber, de la práctica, del ser, de lo social, del entorno

Estética-pedagogía, es verdad, es gracia, belleza, expresa lo inmenso, es creación y transfiguración de la realidad y el destino humano, son valores que hay que explorar desde la concepción del ser.

Es ahora cuando surge la posibilidad de vivir y pensar distinto, que exige en el fondo un desembarazarse de los hábitos construidos hasta el momento, a partir de una actitud crítica de sí mismo y del entorno, para ponerse en otro lugar, en otro contexto de cómo hacemos, vivimos y pensamos las cosas, para que las mismas funciones bien.

La actitud que logremos construir nos permite, en un futuro, realizar el ideal de la persona, la familia, la sociedad que queremos, es decir, que todos “pensemos por sí mismo” y nos permita formar ciudadanos críticos, autónomos, creativos y tolerantes para que asuman los retos de la Constitución Colombiana, para que ayuden a construir en nuestro país una verdadera democracia y “respeto a la diversidad cultural y la Institucionalidad”, hoy irrespetada por quienes la deben defender.

 

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