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Cultura  |  09 septiembre de 2019  |  12:45 AM |  Escrito por: Edición web

Entre líneas, una obra de teatro sobre la migración transnacional

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Por: Roberto Restrepo Ramírez.

Un drama social viven las calles y carreteras de las ciudades colombianas por cuenta de un éxodo, sin límites, de familias venezolanas .El ciudadano del común asume varias actitudes. Indiferencia. Compasión. Desdén. Y últimamente, aversión. Esto último está llevando indefectiblemente a una cierta xenofobia, inimaginada en la tierra de la condición amable, como es el reconocimiento que hacen del Quindío y de los quindianos.

Para huir de la realidad, asumimos cómodamente el mejor camino: ignorar el problema, hacer borrón y cuenta nueva ante la diaria aventura de aquellos extranjeros, que tiempo ha recibieron con acogimiento a los habitantes de este país, ahora con disposición humanitaria. Sí, porque en las décadas de los años 70´s y 80´s, el flujo hacia la tierra del bolívar monetario era un caudal de cifras de autoexiliados y un montón de dinero de los retornados.

“Se volteó la torta”, dicen algunos. “Tienen el gobierno que se merecen”, pronuncian con reserva otros. “Nos están robando las oportunidades”, aseguran los de allí. “Son la causa del desempleo”, manifiestan los de allá. Eso refleja, desde la visión objetiva de expertos-o desde la apreciación subjetiva de la gente del común-el fenómeno social que más preocupa hoy a la comunidad transnacional. Se llama la migración y ella tiene color de nubarrón y de niebla, o sea, es de apariencia grisácea como las ciudades contaminadas. Y tiene cuerpo de tristeza, porque sin alimentos, sin descanso y sin sosiego vamos todos presentando la sombra del hambre y de la ignominia. Es el destrozo de la situación familiar, es la angustia de perder el arraigo, es el sentimiento de ver más alejados el nido y el nicho. Hay algo más duro, es sentirlos más distantes o separados por un trazo imaginario que de punto a punto impone la geografía, no la social del rompimiento de fronteras limitantes, sino eso tan odioso que llaman geopolítica y que se impone por un mojón, por un muro o por un puesto de guardia de soberanía.

Las actrices del colectivo Teatro Azul de Armenia decidieron abordar, en acción social, en compromiso de trabajo profesional, en conocimiento de causa y de impacto, el fenómeno de la migración. Se desplegaron para inmiscuirse en el drama de los caminantes. Fue un trabajo de campo de tipo antropológico que les permitió sentir el rigor de la vida dura del desplazamiento sin rumbo. Como la que viven muchos compatriotas, todavía, dentro de su propia tierra por cuenta de un conflicto de nunca acabar, condicionado por el desalojo, la injusticia y el despojo de los poderosos.

La dirección, producción y personal técnico del Teatro Azul también se involucraron en la realización de un producto artístico, con gran sensibilidad de drama. Utilizaron las ayudas del video mapping y de una especie de dramaturgia del sonido, también para generar efectos en los espectadores. Porque, desde hace años, el principio de Teatro Necesario del colectivo Teatro Azul de Armenia viene aplicando su predicado, la de convertir en protagonista al que aprecia el espectáculo, o sea, volverse actor natural de su realidad, la del entorno que, por momentos, pensamos ha quedado afuera de ese edificio que está arropado en una gran pintura de arte que tiene la ciudad, allí donde comienza el norte bucólico del urbanismo de la capital del Quindío.

Una realización con alta dosis de sentido social, que nos adentra en la realidad cotidiana, que es de un nivel de responsabilidad de todos y para todos, que nos obliga a pensar y a proyectarnos como cómplices de la solución. Eso es “Entre Líneas”, la primera obra que da apertura hoy a las 7:30 de la noche, al 18° Festival Internacional de Artes · Armenia. Una puesta en escena que nos toca, nos hace llorar de emoción y nos obliga a la rebelión de nuestro espíritu.

Comencemos con “Entre Líneas” una semana absolutamente diferente en medio de la monótona rutina, la misma que quiere desterrar esta pieza de teatro social de Armenia. Allí nos encontraremos, en la sede de Teatro Azul, para pasar las líneas de la impotencia y la irrealidad.

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