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Cultura  |  07 octubre de 2019  |  01:15 AM |  Escrito por: Robinson Castañeda.

Guasón: Solo es él o el mundo cada día está más loco (reseña)

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Guasón: Solo es él o el mundo cada día está más loco.

Lo primero que dice sin decir frente al espejo es que le duele el alma. Su lagrima es azul y está solo. En la ciudad hay una plaga de ratas que nunca se ven porque son la metáfora de la humanidad que siempre devora y destruye todo lo que se cruza en su camino, en esta oportunidad será la vida de Arthur Fleck.

Las calles en ciudad Gótica parecen adornadas con basuras acumuladas por toneladas en varias zonas. La radio lo repite siempre. Las bolsas negras se ven en cada plano. En cada calle y esquina. Todo es gris y mal oliente. Mientras tanto Arthur es la basura para las personas. No existe. Es un invisible como los muchos que hay en la vida real en cualquier parte del mundo, incluso en Armenia.

Arthur camina solo todo el tiempo llevando el dolor apretado entre pecho y espalda. Se nota en su postura que le pesa. Él es la suma de muchas sumas mal hechas con un pésimo resultado a lo largo de los años. Ríe por no llorar. ¿O ríe y llora al tiempo? O ¿llora o ríe? No se sabe, porque su risa es dolorosa, agónica, tormentosa. Suena como el padecimiento de un alma en pena en el purgatorio. Como el dolor de un torturado por la policía que debe decir que puso la bomba que no puso y manejó el carro que no manejó mientras disparó el arma que no disparó.

Pero con el paso de los días y los acontecimientos, siempre en contra, Arthur saldrá de su escafandra y volará. Lo hará a medida que las paredes de su día a día rutinario y hueco se vayan cerrando alrededor. Explotará. El punto es que no sabemos cómo, cuándo o dónde. Solo conocemos el por qué.

Mientras crece el fruto de su miseria y llega el momento de cosechar tanto odio y dolor en un mismo envase, Arthur sueña de forma distópica. Siempre quiso contar chistes porque cree que es su destino hacer reír a la gente. Se lo dice su madre: "Sonríe y pon cara de felicidad". Solo eso quiere. Y que de vez en cuando alguien le hable, lo escuche, lo abrece. Le promulgue algún afecto mínimo. Que alguien sea su amor o su amigo mientras él alegra al mundo.

Aun así, Arthur lucha contra todo pronóstico con las pocas fuerzas que tiene en su corazón y la cada vez menos cordura que guarda en su mente. Tiene esperanzas de que las cosas cambiarán, que saldrán mejor, al igual que lo cree su madre, su única compañía. Una mujer anciana que parece una demente, empotrada frente a un televisor repitiendo la misma historia todos los días y sin ningún sentido.

-¿Ya respondió las cartas el señor Thomas Wayne? Le he mandado Varias.

-No mamá. No ha respondido todavía.

Un día unos jóvenes le robaron a Arthur el letrero donde, como payaso callejero, anunciaba algo de una casa disquera. Los chicos lo golpearon muy fuerte en un callejón, por supuesto lleno de basuras, y ahí lo dejaron tirado e inconsciente. Por eso él tiene morados en su espalda que se ven mientras aprieta con todo su odio guardado y reprimido, los zapatos del uniforme que no es una armadura de guerrero medieval sino el disfraz del bufón de la ciudad.

Pero ya es suficiente. Llega el día esperado por tanto tiempo. El cultivo dio cosecha. El odio, la frustración, la soledad, el fracaso, el dolor, la depresión, los medicamentos, la charlas con la sicóloga, el desempleo, su pasado, su presente y sin futuro, son más que materia prima para que con un revolver en mano, en medio de una ciudad sin redentores, oscura y triste al igual que su alma, Arthur Fleck florezca de la basura. Nazca como la esperanza entre la desazón de la vida. Aparezca como el salvador esperado por años. Como el detonador de una revolución que la realidad no se atreve a apretar y solo la ficción en el cine logra.

Todo lo anterior es lo que queda como experiencia inolvidable luego de ver la tan esperada película Guasón. Escrita por Scott Silver y Todd Phillips, que también la dirigió, y protagonizada por Joaquin Phoenix, esta producción es un manifiesto actualizado y necesario de la anarquía como detergente para utilizar cuando la sociedad se atasca en el fango y hay que quitarle las manchas.

Es el manual preciso de cómo la comunidad crea monstruos todo el tiempo gracias a su indiferencia, el abuso, la soledad, el desamor, la violencia y dónde lo más importante es que los peces grandes devoren a los chicos.

En lo técnico:
Con una evidente buena fotografía y arte, la cinta logra mostrar en imágenes y sin necesidad de decirlo, la depresión extrema de un hombre que se ahoga en su dolor, en la angustia y la desesperanza de un no futuro en ningún plazo.

En esta historia los espectadores vamos de la mano junto a un personaje con un pasado turbio, traumático y oscuro que desde niño le fue creado por los adultos, y sin una figura paterna existente de la que espera y aún sueña un abrazo fuerte al que aferrarse.

Guasón es un drama puro, alejado por completo de la acción extrema con coreografías perfectas, efectos digitales al 400 % o las piedras mágicas con portales a otros mundos y viajes en el tiempo. No es nada de eso. Es mucho más.

Si no se llamara Guasón y estuviera incluida dentro de la historia de Batman, que no tiene nada que ver en esta trama y nunca aparece, esta película funcionaría sola en cualquier parte del mundo y con otros nombres.

Actuación:
Esta vez Joaquin Phoenix nos ofrece una interpretación a su mejor estilo y como ya lo hemos visto en otros papeles. Por ejemplo en la cinta En Verdad Nunca Estuviste Aquí o en The Master, donde la sicología es parte fundamentel de su personaje.

Guion y Dirección:
Ni hablar del guion y dirección con su impecable tratamiento social y casi de investigación etnográfica en el que nos permiten ver, luego de salir de la sala de cine, guasones en cualquier esquina o parque de la ciudad. Guasones junto a un basurero buscando comida, limpiando vidrios en los semáforos o sentados en un andén mirando el vacío a la hora del almuerzo.

Guasón con todas sus influencias de clásicos del cine como La Naranja Mecánica, El club de la pelea o Taxi Driver, entre otras, es una obra maestra que logra mostrarnos el espejo que somos como sociedad y la culpa que tenemos por cada animal que inventamos y sacamos de la jaula para que ande suelto por el mundo.

Es sin duda una producción que nos dice de frente, como ficción, que no le servirá de inspiración a los lunáticos o dementes que creen que van a copiarla, sino que ella por el contrario se ha nutrido de esos invisibles bufones para darnos a conocer  el drama puro que hay en la vida real, en cualquier parte del mundo, incluso en Armenia.

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