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Cultura  |  20 abril de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

El coronavirus nos heredará la conciencia y abatirá la soberbia

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Por: Rubén Darío Varela:

“Es mejor encender una luz que maldecir a la oscuridad”, proverbio árabe.

Sin lugar a dudas el 2020 no será recordado como aquel año en que los japoneses deslumbraron al mundo con la espectacular apertura de los Juegos Olímpicos, tampoco será recordado como el año en que por primera vez, dos países realizaron la Copa América en una misma edición, tal y como lo pretendía hacer Colombia y Argentina.

En lugar de ser recordado como el año de grandes acontecimientos deportivos y espectáculos a doquier alrededor del mundo, el 2020 será recordado como aquel sombrío año que apagó los carnavales, desfiles, fútbol y reinados, el mismo que con su feroz paso se convirtió en el dueño y señor de la muerte, la enfermedad, las ciudades fantasmales, melancólicas, quizás, evidenciando el caos y final del frenesí de nuestra existencia.

No obstante, el 2020 también quedará registrado en los libros de historia y especialmente en la retina de ambientalistas, quienes a la fecha celebran que pavos reales se paseen por las calles de Madrid y que cisnes naden tranquilamente en las ahora aguas claras de la linda Venecia.

Este año será recordado también como el año en el que el cielo se volvió más azul y menos contaminado, la época en la que delfines y tiburones arribaron tranquilamente a las costas, un 2020 que disfrazado de muerte y desolación se convirtió en un renacer de nuestro planeta.

Y es que de acuerdo con expertos ambientalistas, si este fenómeno mundial de aislamiento mundial no se hubiese presentado, sería poco tiempo de vida que le restaba al planeta Tierra debido a la falta de conciencia y acelerada contaminación que se venía, o mejor viene presentando.

¿Pero qué nos espera después del coronavirus?

No cabe duda que después de superada la pandemia del Covid 19, la vida no volverá a ser igual, tal vez desde la perspectiva colombiana este suceso se puede convertir en el más grande atentado contra nuestra idiosincrasia, nuestro formalismo y estrecho vínculo social ameno y cordial que brindan un fidedigno testimonio de las raíces que nos identifican, porque ya no seremos los mismos colombianos cercanos y afectuosos de siempre.

Sin embargo nuestra vida no solo cambiará en la forma de relacionarlos, quizás este es el precio que pagaremos todos para obtener la recompensa que desde ya se avecina, que no es otro que un despertar de la conciencia, un nuevo renacer espiritual que sin duda contribuirá hacernos comprender los aspectos que realmente son relevantes y esenciales en nuestra existencia.

No cabe duda que después de superada la pandemia; contaremos con un mundo más solidario, más consiente en lo que concierne al cuidado del medio ambiente y la preservación de la vida. Seremos mucho más humanitarios, pero lo más importante de todo, formaremos parte de un mundo menos arrogante y menos sumergido en el consumismo.

Y como no debería ser así, si aquellas personas con doctorados, maestrías y post grados, no tienen otra opción que quedarse en sus casas por no ser catalogados como profesionales no esenciales, mientras que personas con cargos más humildes como cajeras de supermercados, vigilantes y domicilios son considerados como esenciales para la sociedad.

De igual manera, no cabe duda que el denominado Coronavirus nos trajo consigo importantes enseñanzas como la reflexión de una nueva conciencia y la eliminación y supresión de una soberbia indiscriminada de superioridad que solemos ejercer nosotros los ‘hombres’ frente al maravilloso mundo que nos rodea.

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