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Cultura  |  13 mayo de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Rubiela Tapazco Arenas

Peor epidemia

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Un texto de Guillermo Salazar Jiménez.

La preocupación lo acompañó después de levantarse. Cerró el libro y lo dejó sobre la mesa de la sala, para pensar de nuevo sobre la causa de su desvelo: Bastó mirar los datos para comprender que la epidemia –COVIT 19 –mata a pobres y ricos; trabajadores y desempleados. Quizás la diferencia estuvo en la falta de atención apropiada, porque a esta peste la acompaña un sistema social donde prima el negocio por encima de la vida.

Cierto que las empresas de salud no entregan a tiempo los recursos financieros, el personal médico se ve imposibilitado para atender a los enfermos, colapsa el servicio y suman los muertos. Muchos mueren no tanto por el virus o por la fatalidad de ser desempleado, sino por falta de atención adecuada.

Miró el café servido, reflexionó sobre las consecuencias de las epidemias. Por ejemplo, la peste negra o bubónica contribuyó al paso del feudalismo al capitalismo, con el cambio de costumbres en los campos y ciudades. La viruela, aliada de los conquistadores, arrasó con nuestros indígenas, y de paso ayudó para que fueran robados sus tesoros y mejores tierras e introducir economías de extracción agrícola y mineras. Ahora, necesitamos liberar la salud de las zarpas del mercado, porque las medidas gubernamentales le dan prioridad al capital y no a la salud, la cual sigue siendo un negocio.

Detalló las nueve granillas maduras que decoran uno de los cuadros, al óleo, que adornan la sala. Concluyó que el coronavirus no afectará a todos por igual. Los dueños del dinero resienten la pérdida de capital, pero será recuperado; los pequeños comerciantes y empleados informales lo perdieron todo: su capital, salud, porvenir. Los desempleados pierden más, porque la pobreza será su esperanza de vida. El coronavirus mostró otra epidemia peor: la desigualdad.

Observó otro cuadro, donde los guaduales parecen compartir el ruido de la lluvia, que sonó toda la mañana. Especuló sobre la pobreza, como indicador clave de la desigualdad, es la epidemia a vencer. Los enfermos y muertos son una realidad, pero pasada la cuarentena la desigualdad crecerá, como otra epidemia, que podrá convertirse en virus explosivo y sin control. Según El Espectador, el 15 de abril se presentó el “Informe Latinoamericano de pobreza y desigualdad 2019”, donde afirma que Colombia ocupó un rango de alta inequidad, medida por 19 indicadores, entre los cuales están pobreza, nutrición infantil y analfabetismo.

Creyó que los guaduales eran vigilantes del rio. ¿Por qué fue necesario esperar el coronavirus para tomar medidas a favor de los pobres y de los desempleados? Se sintió abatido, pensó que la alta informalidad –trabajadores sin acceso a beneficios de seguridad social -, medida de la desigualdad, indica que nuestro país está enfermo, que padece una epidemia social sin límite.

Recostado sobre el sofá pensó que la desigualdad social no solo afecta las condiciones de vivir, también las de morir. En esta epidemia, mientras unos mueren atendidos, con los medios posibles de hospitales y clínicas; otros, los sin techo, penan a la buena de Dios.

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