• SÁBADO,  27 ABRIL DE 2024

Cultura  |  08 junio de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Escampar limitada

0 Comentarios

Imagen noticia

Por Libaniel Marulanda


1
“Es cosa de suerte y puede ser que no funcione cuando sí necesitamos de verdad que haga buen tiempo y que por lo menos no caiga un aguacero intempestivo de esos que se desatan en cuanto se anuncia el comienzo de un espectáculo público planeado y debatido y esperado y al que vienen el obispo y el gobernador y la prensa y las personalidades ausentes de Marcelia un aguacero de esos que se desgajan cuando los invitados están ya acomodados y la gente confiada porque las nubes y el cielo y el viento no presagian nada adverso a la realización del acto y cuando hasta la orquesta de Mario Vélez y sus Estéreos ha dejado a un lado sus prevenciones y se ha arriesgado a liberar de sus estuches los instrumentos mientras que el locutor-animador-periodista-promotor ha comenzado a entonar la obertura de su oficio de hoy con el aló-aló-uno-dos-tres-probando-sí-aló y la gente vuelve y mira hacia el cielo de Marcelia como consultando a la instancia superior qué pasará con el tiempo y qué será del espectáculo tan promocionado con tantas campanillas y ajetreos y sudores de señoras buenas y esmeradas de lo más granado de nuestra sociedad y que incluso han recurrido al señor caído de Buga ante la manifiesta incapacidad de Santa Bárbara para evitar que llueva sin excepción en estos actos masivos en los que bajo otras circunstancias gozarían por entero el rico y el pobre y el hacendado y el cogedor de café y el gobernador y la maestra y el policía y sin que tuviéramos que exhibir ante los otros pueblos el estigma de cielo roto donde lo único grato bajo la lluvia es el cálido retozar bajo techo en compañía de una de las miles de espléndidas mujeres del municipio cuya ardentía ha transpuesto las fronteras regionales y se ha instalado en la historia del país de tal manera que hace que ellas se nieguen a confesar su lugar de origen cuando están lejos de Marcelia mientras que por el contrario las mujeres dedicadas a la milenaria profesión de gratificar los sentidos digan que son de aquí de Marcelia sin que lo sean porque diciéndolo ascienden en el estatus sensual porque ellas consideran con razón que una mujer es más mujer tratándose de cumplir con los imperativos del sexo como de puertas para adentro lo creen todos los hombres del pueblo comenzando por Sócrates Palacio el alcalde que aceptó el reto de que puedo evitar la temida lluvia apenas cerremos la apuesta mediante un recurso que me pondré encima con forma de elegante gabardina italiana comprada en Argentina que logrará que mientras la tenga puesta reine el buen tiempo por más octubre que sea y porque mi condición es la de que si paro la lluvia Sócrates Palacio el alcalde me pagará con recursos del erario todos los gastos que demande mi permanencia en este circo-teatro o en cualquier otro escenario que exija tiempo seco para la realización de los festejos aniversarios del pueblo sin que él como primera autoridad ponga reparo alguno en el valor de los antojos de que quiera rodearme ni que haya de importarle si es una o son varias muchachas de la alegre casa de la Ñata Tulia siempre y cuando seamos discretos y el crescendo de nuestro jolgorio no perturbe la piadosa paz de las abnegadas señoras del club social de Marcelia que han trabajado todo el año haciendo rifas y veladas culturales e incluso han asaltado el bolsillo de sus maridos cuando llegan borrachos con el propósito común de darles esplendor a las fiestas y si yo pierdo la apuesta y llueve sólo tendré que aceptar que perdí y confesar que soy un embaucador más para añadir a la lista y que los gastos míos sumados a los de Sócrates Palacio correrán por mi cuenta y no se cargarán al presupuesto de la alcaldía”.


2
Con innumerables días soleados en su haber y una vez consolidado el prestigio de la gabardina italiana, Ivanhoe Jaramillo decidió que no podía continuar regalándole asesoría climática a la alcaldía en aras de la amistad con el burgomaestre y su amor por la tierra natal, así que le anunció a Sócrates Palacio su intención de venderle a la administración municipal de Marcelia el buen tiempo.

Con un capital declarado de cinco mil pesos, representados en cuatro mil de la sobrevaluada gabardina y mil entre la sexagenaria Underwood y demás elementos de oficina, le dio vida jurídica a la nueva empresa “cuyas acciones se encaminan a brindar asesoría en asuntos climatológicos”.

La creatividad publicitaria por aquel tiempo estaba en forzosa consonancia con el gusto y las directrices que imponía el desarrollo comercial de la capital del país, sólo que a Marcelia los adelantos llegaban con atraso. Muchos almacenes aún usaban estereotipos como visítenos para tener el gusto de atenderlo... Por eso cuando llegó la moda de los infinitivos, diez años antes de que se instalara el primero y único semáforo, el comercio y la pequeña industria vivieron la fiebre renovadora y se apresuraron a remozar sus razones sociales.

Escampar Limitada, la novel empresa que nunca acrecentó sus bienes de producción, en cuestión de semanas e instalada en la calle del comercio de Marcelia, aportó su enseña comercial al acervo publicitario que conformaban Imprimir, Ingeniar, Gestionar y Prestar Limitada, entre otras.

3
“No faltó el secretario que me quiso montar la película del no-se-puede-Don-Ivanhoe porque su empresa no figura en el kárdex de proveedores del municipio y le falta la póliza de manejo y garantía y el estudio de factibilidad y el visto bueno de la oficina de Planeación y el Registro de Servicios y no figura en el Código Universal de Inventarios ni en la Resolución Orgánica Piloto y además no presentó Declaración de Industria y Comercio ni desvirtuó la presunción de Retenedor del Impuesto a las Ventas ni el visado del Cuerpo de Bomberos de Marcelia y mucho menos el Paz y Salvo de la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia y así-sí-no-se-puede-don-Ivanhoe y me veo en la penosa obligación de objetarle el pago de la cuenta de cobro por concepto de servicios prestados en la misa campal concelebrada el día de los difuntos y también la correspondiente al desfile del Yipao y la del concurso de canto infantil El Cuyabrito de Oro y está bien don Ivanhoe yo le arreglo la cuestión pero que conste que no es por eso métala dentro de este sobre allá afuera y vuelva a entrar a la oficina y que no es por la plata en sí muchas gracias sino que usted sabe don Ivanhoe que yo también creo que la única forma de evitar la llovedera ha sido con la implementación de los métodos que nos contó que aprendió y trajo de la Reservación Indígena de Los Cheyenes de los unites estates y ya tiene las cuenticas firmadas y selladas y bien pueda don Ivanhoe pasarlas usted mismo y con toda confianza a la tesorería para que le giren el cheque hoy mismo y por aquí siempre a la orden lo que se le ofrezca bien pueda don Ivanhoe y entonces yo le seguí la corriente y le unté la mano de lo buena gente que soy porque me hubiera bastado con acusarlo ante Sócrates Palacio o negarme a asistir a los actos de la Noche de las Velitas y Faroles y se hubiera desatado una crisis administrativa en la alcaldía de Marcelia con su respectivo replanteamiento político”.


4
En medio de ires y venires de la empresa, muchos aguaceros pasaron de largo por el pueblo, y con otros tantos soles convergieron alegrías y festejos en la población. Para los forasteros que ignoraban el taumatúrgico quehacer de la gabardina blanca, Ivanhoe Jaramillo era el objeto de burlas y comentarios. Su figura alta, de antesala en la tercera edad, envuelto en una prenda impermeable bajo tardes de veinticinco a treinta grados centígrados, sólo podía producir hilaridad. Pero bien pronto del pueblo se saltó a la región y la empresa expandió sus servicios por cuanto reinado, procesión, mitin, fiesta y acto de masas se celebrara.

Dalila Pineda, taquillera del teatro Potemkin, también se sintió impelida a conocer mejor al hombre de la gabardina italiana, atraída por su inesperada aureola donjuanesca. En cuanto pudo, hizo abordar sus veinte años en el campo visual del repeledor de lluvias. Tres días bastaron para que empresario y taquillera, con hervores de tercer grado en sus sentidos, se aventuraran a penetrar al cafetal abandonado donde solía cristalizar sus fantasías Ivanhoe Jaramillo, hombre fiel al contacto directo con la naturaleza y a la contemplación estelar en noches fletadas al regocijo, al doble amparo de la gabardina que, extendida sobre la tierra, de paso le garantizaba un alto desempeño a las faenas de la luna que duchaba entonces de luz los cuerpos prietos, morenos y frescos, enmarcados por la impermeable blancura de la mítica prenda.


5
“Algún día todo empezará a fallar y lloverá y lloverá por más que yo no quiera y el pueblo tampoco crea que puede acontecer y entonces será el acabose y de nada servirá saber que incluso encargué otras tres gabardinas para abrir sucursales en los otros pueblos distantes y de donde recibo a veces pedidos simultáneos y por eso creo que lo mejor que podré hacer ese día será dedicarme a ayudar a las obras sociales de la parroquia de Marcelia o a las de las damas del club Rotario sí mamita no lo puedo negar que me persiguen es cierto pero usted es especial y después de usted Dalilita ya no sigue ninguna más en mi vida se lo juro aunque he pensado también en que podría comenzar a estructurar un movimiento cívico para luchar por el Concejo y la Asamblea y hasta la Cámara y el Senado porque si un tipo como John Carriel Anaya lo ha logrado siendo poco menos que analfabeto por qué no yo que soy bachiller del Rufino Jota Cuervo no se afane negrita que yo siempre los cargo ni más faltaba que le saliera con una gracia de esas porque todo el pueblo me conoce bien y he contribuido al bienestar general así sea por pura suerte y eso no pueden negarlo ni mis enemigos si es que los tengo es pura impresión suya mi amor yo no escucho sino el galope desbocado y febril de su corazón y el mío y su voz de cristal aquí en mi oído...” .

El alambre de púas rasga su espalda tras otro esfuerzo orientado a la huida hacia la oscuridad que se le insinúa cuatro cuadras abajo. El alambre que se cerró a su desesperado propósito de correr, por el contrario, ha sido indulgente con la piel de la muchacha, y el camino parece acortarse para el desenfreno de los pies veinteañeros que, volando, coronan la penumbra cómplice. Las espinas aceradas no sólo han mordido la espalda de Ivanhoe Jaramillo; también la gabardina es presa de las mandíbulas de aquel cafetal suburbano abandonado.

Afronta entonces la tempestad de voces que emergen de un lugar impreciso, que lo envuelven con todo y noche:


¡Sinvergüenzas!

¡Llévesela para un hotel!

¡Degenerados!

¡Páguele pieza!

¡Viejo verde!


Cuando por fin puede trasponer el alambrado, que franqueara sin esfuerzo treinta y cinco minutos antes con Dalila, su furtiva compañía, Ivanhoe Jaramillo presiente lo que sobrevendrá luego de capear la tormenta de voces recriminatorias: sentirse devorado por el rumor creciente de los habitantes de Marcelia, resignarse a observar cómo ha quedado desgarrada la gabardina, fuente de ingresos y símbolo de su incuestionable popularidad. Es justo el momento en que decide capitalizar el escándalo y el escarnio para dedicarse al ejercicio pleno de la oratoria, el engaño y la intriga política, en la región que dos años adelante lo elegirá para ocupar un escaño en el Congreso de la República.

 

PUBLICIDAD

Comenta esta noticia

©2024 elquindiano.com todos los derechos reservados
Diseño y Desarrollo: logo Rhiss.net