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Cultura  |  15 junio de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Rubiela Tapazco Arenas

Deiner Sergio: El chelista quindiano, primera parte

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Deiner Sergio: El chelista quindiano, primera parte

Un texto de Luis Carlos Vélez.

Crónica polifónica:
Las notas de Para Elisa ejecutadas por el chelista solitario de Filandia, no atrapaban la atención de los turistas, pero sí el oído del caminante desprevenido, que guiado por la melodía, apuró el paso en dirección a “La calle donde el tiempo se detiene”, y escuchó en silencio.

Una vez el anciano terminó, levantó la vista, sonrió y respondió a la primera pregunta de su único espectador sentado ya al borde el andén:

“Sí, señor, cuando era joven estudié en conservatorio de música de Popayán, pero por las vueltas de la vida, me tocó dejarla, y desempeñar otros oficios…”.

El caminante no quiso perder su oportunidad; interrumpió al chelista para solicitar, y obtener la autorización para grabar en el celular la charla de varios minutos. Mientras grababa, no apartaba la vista del chelo: le parecía haberlo visto antes en manos de su amigo Deiner Sergio Hurtado.

Días después, en Armenia, la recepcionista indicó al caminante el salón donde su amigo impartía clases a sus alumnos. Desde el fondo del sendero las guitarras marcaban al caminante la ruta sonora. Apenas tuvo tiempo para saludar porque una llamada al celular anunció a Deiner Sergio que debía marcharse a otro sitio de trabajo, y antes de salir propuso el día siguiente para viajar a Dosquebradas y conversar en casa de sus padres. El caminante comentó su encuentro con el chelista trotamundos, la grabación de la charla, y su incógnita por el chelo fue despejada cuando Deiner dijo: “Me interesa, tengo noticias del señor que compró mi chelo. Me cuentan que lo han visto trabajar en las calles de Salento y Filandia… Me gustaría escuchar al colega chelista. Tengo contactos en Salento, y creo que por ellos daremos con su paradero. Sí, mañana nos vemos. Además, a mis viejos les va a gustar lo que dice el comprador de mi chelo”.

Una vez reunidos con sus padres en la sala de su casa, Deiner Sergio inició la conversación con una primera frase inesperada y reveladora:

“Amo a mi padre con un amor infinito, a mi madre la venero, y a veces extraño mi viejo chelo. Soy tercero de una familia humilde de Manizales, pero rica en valores. Después del nacimiento del quinto hermano, para mejorar la situación mi padre tuvo que cambiar varias veces de residencia y empleo. Efrén, hermano de mi madre, doña Faty, extendió su mano solidaria y compró una finca para que mi padre la administrara. Mi primera lectura infantil del mundo la hice en los paisajes de la Colombia rural que recorrió mi familia: ríos, montañas de Caldas, y gamas del verde quindiano; cabalgatas en tardes multicolores…cómo olvidar el golpe y el olor del cagajón fresco que caía y marcaba los caminos de vereda…Pero un día el sedentarismo de la ciudad atrapó y sujetó a mi familia…

Después de un corto silencio doña Fatiniza Aguirre dijo desde la cocina dijo:

A los seis años lo matriculamos en la escuela urbana. Deiner Sergio no tuvo oportunidad de asistir a un kínder. Apenas recuerdo la tristeza de su profesora cuando mi esposo le anunció que lo retiraba de la escuela porque debíamos regresar al campo, al área rural de Armenia. Llegamos después de Semana Santa a la escuelita campesina, y a su nueva profesora, doña Berenice, le pareció un niño adelantado en su aprendizaje al de sus compañeros. Siempre fue un niño inquieto, tanto era su deseo de conocer y aprender, que mi familia decía que Deiner Sergio era capaz de desarmar un grillo para sacarle el pito...

Doña Faty trajo los pocillos de tinto en la bandeja niquelada. Deiner susurró al oído del caminante un dato curioso: en su juventud, mi madre fue tremenda soprano, con el tiempo bajo su tesitura, mi padre y yo somos tenores. Luego retomó el hilo de la charla:

Todo en la vida tiende a complicarse. Llegó el momento que marcó un giro en mi vida y la de mi familia, y se convirtió en reto para todos: a mis nueve años apareció en mi cadera derecha una enfermedad que aún hoy es objeto de estudio científico. Se trataba de Legg Calve Perthex, o sea, necrosis aséptica del fémur, que quiere decir muerte del trocánter mayor o cabeza del hueso más largo del cuerpo humano, e implica el riesgo de gangrena, amputación o muerte…

Don Luis Mario aclaró: prefiero sólo Mario como nombre, y entre sorbo y sorbo continuó:

Por suerte, acababa de llegar de España un médico especialista en patologías extrañas a nivel óseo. Mi muchacho fue su primer paciente en someterse a una osteotomía inter-trocantérica-femoral, consistente en retirar el tejido óseo comprometido, y esperar hasta que el hueso se regenerara por sí solo. La recuperación exigía la completa inmovilidad de su cuerpo, desde las axilas hasta los pulgares de los pies. Esto quería decir: ¡yeso en todo el cuerpo! Dos trozos de madera entre las piernas sirvieron para separar sus piernas, y abrir el espacio para las necesidades higiénicas. Así pues, mi muchacho, el hiperactivo, quedó postrado a una cama, y encerrado, como Gregorio Samsa, en un caparazón, pero de yeso…

Desde la cocina, doña Fatiniza dijo: yo también prefiero que me llamen Faty, y escuchen:

Con mucho amor le ayudamos a soportar las molestias, y a superar el reto. Sus compañías de todo el día se redujeron a la televisión y la lectura. Leía y releía a Condorito, la revista Selecciones, y libros de aventuras. Durante dos años sus compañeros de escuelita rural mantuvieron al día sus cuadernos de cuarto y quinto grado, y los profesores lo evaluaban y promovían como el estudiante ejemplar…

Deiner Sergio se levantó, y ubicado tras la espalda de su padre, rodeó su cuello con los brazos, y dijo:

Recuerdo que no apartaba mi atención del programa Primaria por televisión. Aún suena en mí la danza china de Tchaikovski que daba inicio al programa, y permitía evadirme de mi confinamiento. Mi padre prefería comprar antes mis revistas de Kalimán, a cualquier producto de primera necesidad. Mi afición a la lectura llevó mi imaginación a los mundos narrados. Terminada la reclusión en mi cárcel de yeso inicié la recuperación de mis articulaciones, soldadas por la falta de movilidad, lo cual significaba aprender a mantener el equilibrio…

Don Mario, sujetó las manos de Deiner, las estrechó contra su pecho, y añadió:

Lo llevaba en brazos a las sesiones de fisioterapia. Un día el suplicio terminó y mi muchacho enclenque, y raro, que leía mucho, pudo estudiar bachillerato. En la voz de su profesora aprendió la belleza de la poesía, y sabedora de su preferencia por libros de aventuras, me recomendó comprarle El corsario Negro, de Emilio Salgari, éste libro y otros de aventuras despertaron en Deiner Sergio el espíritu de rebeldía, hasta el día que entró la música a la escena de su vida…

Doña Faty, emotiva y orgullosa, dijo:

Recuerdo que ganó un concurso inter-colegiado de canto con su grupo de tercer grado. En séptimo se aficionó a estudiar música, pero debido a la violencia de Colombia, su primer profesor de guitarra fue asesinado. Superada la crisis se enfocó en su proyecto de vida: ¡quería ser músico!

Deiner Sergio sonrió y dijo agradecido:

Es bueno recordar a mi profesor de filosofía Juan Crisóstomo Jaramillo, quien tenía su manera de crear situaciones de enfrentamiento entre dos estudiantes para enseñarme a debatir y defender mis puntos de vista. Tuvimos discrepancias serias y constantes, pero tiempo de después, y meses antes de que partiera al jardín de lo desconocido, supe después por Ancízar Castrillón, que me consideraba uno de sus mejores alumnos. Me gradué bachiller en mil novecientos ochenta y nueve, y al año siguiente inicié estudios de violonchelo y armonía en el conservatorio de música del Tolima. Mi espectro musical se amplió al nivel de orquestas, al mundo sinfónico, y para huir de la mediocridad llené mis horas libres con lecturas sobre cosmología, literatura latinoamericana, José Asunción Silva, Mario Benedetti, Pablo Neruda, Alfonsina Storni; lecturas que acompañé con rancheras, bossa nova, canciones protesta, trova cubana.

Don Mario y doña Faty guardaron silencio, y Deiner propuso:

Concluyamos: encuentro en mi vocación de formar personas, niños y jóvenes, la oportunidad que no tuve, la alternativa de utilizar mi tiempo libre en desarrollar sus potencialidades musicales. A temprana edad el encuentro con la música resulta fructífero porque descubren qué tan buenos son para la música. Mi experiencia como docente empezó desde lo elemental del área preescolar. Mi primer contacto con la docencia lo tuve en “El descanso de mamá”, y con prescolares en “Despertar de los niños a la musicalidad”, dirigido por Yolanda Rodríguez. Fue la época en que estudiaba en el Conservatorio de Ibagué, y mi salario lo empleaba en pagar el semestre y pasajes. Pero en la mala, cuando me quedaba corto, mi padre me tendía su mano, y la voz de mi madre me daba aliento. A mediados de mis estudios surgió la posibilidad de participar en la convocatoria para constituir Batuta Quindío. Empecé como profesor de violonchelo. A los seis meses el director, Javier Sepúlveda, antes de viajar en forma definitiva a Manizales, me dijo que debía elegir entre los profesores de música a quien le parecía que podría continuar el proceso formativo. Aunque no era mi aspiración, y ante la disyuntiva de que alguien se hiciera cargo, quedé como profesor de violonchelo, director musical, director de la orquesta, de todos los procesos de Batuta, y reconozco que conté con la colaboración de mis compañeros profesores. En este cargo permanecí diez años, de 1995 a 2005. Después vinieron otros en Salento, en la Fundación Luz Amelia Henao de Olier, conocida como Luz a Salento. Se llevó a cabo un proceso importante con la orquesta que representó al Quindío en eventos nacionales, tales como dos temporadas en Bogotá, conciertos en el Centro comercial Santa Fe, teatro Colsubsidios “Roberto Arias Pérez”. En la entrega del premio Compartir Al maestro 2011, escogido entre todos los grupos del país. Inclusive existe en internet un enlace de los niños de la Fundación Luz a Salento, patrocinado por la Presidencia de la República, y los maestros participantes en el evento. En 2009 empezó a funcionar el programa de la Cámara de Comercio, “Alimenta una esperanza musical”, y desde entonces trabajo ahí. Es un proyecto que busca motivar a los niños para sus primeros contactos con la música. Debo preparar, iniciar y motivar con procesos musicales propios a niños y jóvenes, que hoy son profesores de música, y entre quienes destacan Óscar Julián Osorio, Laura Johana Osorio, alumnos que estuvieron presentes en el Sistema nacional de orquestas de Venezuela. Óscar Julián perteneció a la Orquesta Nacional de Venezuela, pero regresó por los problemas sociales y políticos de ese país. Laura Johana cantó en la Orquesta de Jazz, una división de la Orquesta Simón Bolívar, de Venezuela. Juan José Pérez y Juan Herney Sepúlveda pertenecen a la Sinfónica Nacional de Colombia. John Edward es excelente percusionista, con maestría en percusión, y profesor en importantes universidades del país. De Salento destaco a Ricardo Kichi, excelente violinista, perteneció a la Sinfónica de Caldas, y está por terminar su maestría en violín. Y otros alumnos muy profesionales en su trabajo, que llenan de orgullo mi quehacer musical.

Coda de Deiner Sergio:

Hace años murió mi tío Efrén. Me dejó como herencia su pequeña pero selecta biblioteca. Al momento de entregarla, sus hijos, sobrinos y nietos estuvieron de acuerdo en decir: “en mejores manos no podía quedar”. A mis padres y a mi biblioteca, los quiero y guardo como a un tesoro… Si un día encuentro a mi colega chelista, le propongo que toquemos a dueto, y los invito a nuestra presentación… Ahora, es el momento para que escuchemos al maestro Fabio Guarín, el comprador de mi chelo…

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