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Cultura  |  26 julio de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Rubiela Tapazco Arenas

Historia de Violonchelo Vagabundo (parte 1)

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Un texto escrito por Luis Carlos Vélez.

A la invitación de doña Faty a escuchar la historia, Deiner agregó:

"Bueno, parcero, viene lo mejor, de parte de doña Faty lo invitamos a manteles; pasemos a la mesa, pero regáleme un minuto".

Subió al segundo piso de su casa y regresó a la sala con el cd que colocó a bajo volumen en el equipo de sonido, y aclaró:

"Es parte de mi trabajo de composición, lo escucharemos en seguidilla. Como fondo musical".

…y continuó:

"Si la memoria no me falla, en 1993, la moda de los celulares era una tecnología incipiente, parecían radios, panelas enormes. Recuerdo que a las tres de la tarde iba por la plaza de Bolívar cuando me encontré a Luz Ángela Jiménez, integrante del dueto que tuve el agrado de organizar con Vicky Hernández, Antonio José Restrepo; ellas no eran diestras con los instrumentos, y las acompañábamos con guitarra y tiple y ellas cantaban. Luz Ángela me dijo que andaba buscándome “por mar y tierra, y mire, no sé por qué me lo encuentro ahora, para pedirle que si nos puede acompañar hoy a las cinco de la tarde en el programa radial La Polémica. Queda allí, frente al teatro Bolívar”. Me extrañó que participaran en un programa de deportes. Le dije que sí, que iba por mi guitarra a la casa, y “contactemos a Antonio José a ver si puede acompañarnos”.

Aceptó y antes de las cinco estábamos en la emisora. En el intermedio de las notas deportivas anunciaron a los oyentes que tenían un grupo musical de Armenia para presentar. Cantaron dos o tres canciones y a punto de terminar entró una llamada de Medellín. El oyente manifestó que le llamaba la atención que tuvieran en un programa musical a dos chicas cantando. “Las queremos invitar a cantar a Medellín este fin de semana en un evento”. Una de las dos habló con el señor Jorge González, que un mes antes asistió al Concurso de Duetos en Armenia, y allí conoció a Sombra y Luz como participantes.

Terminada la conversación con el señor González, preguntaron si podíamos acompañarlas a Medellín. “Tendríamos que viajar mañana mismo porque la invitación es a una reunión mañana en la noche, en una finca cercana a Guarne, y estaríamos regresando el lunes festivo”. Les comenté que debía conseguir el permiso de la orquesta de baile donde tocaba el bajo eléctrico, y averiguar si no había bailes contratados para ese fin de semana. Llamé y me comentaron que no había compromisos, “pero déjenos sus teléfonos por si resulta un compromiso y se puede venir de Medellín”.

En el terminal de Medellín nos recogió el enviado de Jorge González, y a María Teresa Mendoza, que fue nuestra invitada. Llegamos a la casa de don Jorge, en El poblado, cercana al edificio Mónaco, propiedad de Pablo Escobar, que fue bombardeado y destruidos más de cien autos. Después de la comida nos disponíamos a descansar cuando Antonio me dijo: “Deiner, ocurrió una catástrofe”. Antonio siempre tocaba las canciones de Sombra y Luz con partitura porque no tenía buena memoria para aprender las canciones sin partitura.

“Se me quedaron todas las partituras en Armenia”, dijo. Por fortuna, soy precavido, y como en esa época no había donde sacarlas, tenía en el maletín varias copias de hojas para escribir partituras. Le dije chino, aquí no hay de otra, toca empezar de una vez, a ver cuántas alcanzo a sacar antes de que empiece la presentación, y roguemos que no me tumbe el sueño.

Más que hacer partituras, guías de cómo tocar las canciones. Empecé a las diez de la noche, terminé a las tres de la mañana, y este trabajo llamó la atención de los dueños de casa, que aplaudieron mi rapidez para escribir en poco tiempo tantas partituras, y ensayar sin problemas. Esto sucedía en una época en que estudiar música tenía más dificultades que hoy, cuando los chicos tienen acceso fácil a una educación musical básica. Le habló de treinta años atrás.

A la mañana siguiente fuimos a la finca en Guarne donde se llevaría el evento musical. La finca era un lujo, y lindaba con otras de propiedad de la familia Ochoa Vásquez. La inauguración de la fiesta inició con un asado a las cuatro de la tarde, y sacamos los instrumentos. A las cinco empezó la faena musical. Le acompañamos a Sombra y Luz unas treinta canciones que llevaban preparado como dueto. Después a cada una lo que llevaba como solista, baladas, boleros, rancheras, de su repertorio personal.

Era una actividad semejante a lo que en concursos de música colombiana llamamos “remate”, donde participaron espontáneos y“lorudos” ocasionales. Algunos tenían buena voz, afinados, desafinados; otros ni idea, pero entre todos sacamos adelante la canción que pidieran o se supieran. Después interpreté temas solistas de guitarra, bambucos, los que tanía hasta agotar mi repertorio, todo el de

Antonio, y lo que sabíamos a medias. Hasta cantamos “Los cisnes” acompañados por los instrumentos y por el coro improvisado de silbos de los presentes. En conclusión, “saqué la guitarra a las cuatro de la tarde y la metía al estuche a las cinco de la mañana”, y también nuestra resistencia llamó otra vez la atención de los anfitriones.

Al otro día, antes de salir de Guarne nos llamaron, desayunamos a las diez de la mañana y el almuerzo a las tres de la tarde, y antes de salir de Guarne nos llamó don José, el consuegro de don Jorge González, la hija de don Jorge estaba casada con un muchacho Felipe Toro, de la categoría de don Luis Eduardo Yepes, dueño de almacenes Ley. Don Gustavo Toro, fundador de Almacenes Éxito de Medellín, y a quien conocí en la inauguración de la casa de la finca de don Jorge.

Don Gustavo me dijo: “Deiner, la verdad, por su desempeño en la primera y segunda noche, supimos que le apasiona lo que hace con el instrumento, me gustaría proponerle algo que espero lo tomé de buena manera, y aunque no sabemos cómo colaborarle, me permita preguntarle si le gustaría venirse para Medellín a estudiar la carrera de guitarrista en una universidad. Viviría en nuestra casa como uno más de la familia, y le compramos la guitarra que necesite”.

Aunque en mi vida nunca pasé por una situación parecida, contuve mis impulsos de tomarle la oferta y decirle “listo, me vengo para Medellín; la otra semana envío por mi ropa”. Lo que hice fue decirle “don Gustavo me honra su oferta generosa, pero la verdad, no creo que mi instrumento sea la guitarra, me gusta mucho el violonchelo, y por si no sabe llevó dos años de estudio en el conservatorio de Ibagué, y estoy muy contento estudiando el violonchelo. Si desea, podría ayudarme a conseguir un violonchelo.

Estoy seguro de que aquí se consiguen de diversos tamaños, como los violines, contrabajos, y violas. En el conservatorio de Ibagué recibo clases en un chelo tamaño estándar, pero en Armenia no hay chelos estándar para adultos, y los que usted encuentra son para niños, un poco más pequeños que un chelo normal y por no tener trastes, afecta mi aprendizaje porque la memoria auditiva y manual exige un esfuerzo adicional, porque practico en uno pequeño y debo reaprender las lecciones para presentar mis tareas en Ibagué en uno normal.

Me dijo: “no se diga más, listo, le compraremos un violonchelo. Nosotros lo contactamos, antes de irse nos deja los teléfonos, y cuando lo tengamos listo le damos la noticia para que regrese a Medellín por su violonchelo”.

El lunes festivo fuimos a visitar los almacenes Éxito en donde nos permitieron tomar los artículos que deseáramos, pero sólo escogimos una o dos camisetas. Después nos llevaron a un almacén musical donde la novedad eran los discos compactos. No tenía grabadora pero compré el primer álbum doble con obras del cellista Yo Yo-Ma tocando la Suite de Bach para chelo, que fue un lujo que me regalé.

Antes de partir María Teresa me declaró ganador de la aventura musical, porque dejé fama de buen ejecutante de instrumentos. En Armenia recordé que no tenía grabadora, y recuerdo que una amiga me invitaba a su casa para escucharlos con audífonos.

Cuatro o cinco días después del regreso, volví a estudiar en el Inem, y por las tardes estudiaba el violonchelo. Una tarde mientras tomaba un refrigerio en mi casa, escuché por el noticiero: “¡Atención, Extra¡ ¡Noticia importante! De un ataque cardíaco murió en Medellín Gustavo Toro, dueño del imperio económico almacenes Éxito”.

Mi exclamación de sorpresa sobresaltó a mi mamá cuando le comenté que era una de las personas que conocí en mi viaje a Medellín, y agregó: “hijo, ese señor lo llamó varias veces. Ayer lo llamó y le dejó razón de que le devolviera la llamada, y se me olvidó decírselo...”.

Deiner y el caminante pasaron de la mesa a la sala, y por unos minutos la historia quedó en suspenso.

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