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Cultura  |  26 julio de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Notas de la peste II

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Por Enrique Barros Vélez

ALGO DE CARIDAD, HOMBRE…

Aunque ya amaneció la mañana sigue avanzando en penumbra, con una leve y silenciosa llovizna, como muchas de las tantas que la han antecedido en este prolongado aislamiento. En la calle no se escuchan ruidos, solo los alegres trinos de los pájaros que habitan en el bosque cercano a mi apartamento. Por momentos escampa y el enigmático silencio se confabula con mi creciente ansiedad e incertidumbre. El mundo, mientras tanto, parece estar deshabitado. Hasta cuando escucho voces. Voces que gritan pidiendo auxilio, pidiendo algo de comer. Son personas humildes que recorren la ciudad en pequeños grupos, implorando a nombre de la caridad. Parecen integrar un mismo grupo familiar. Van trajeados con la humildad de la pobreza y miran hacia los apartamentos altos mientras claman su pedido. Luego se sientan a esperar las viandas prometidas. Más tarde los sustituyen otros, como reductos nómadas que salen a cazar víveres por las calles y avenidas de la ciudad. Otros grupos de desamparados se ubican en ciertas vías para ondear sus artesanales banderas rojas con su mensaje de hambre. Y los más compungidos, los pobres vergonzantes, con pudor y algo de vergüenza exhiben en sus ventanas la señal roja de la necesidad apremiante. La lluvia, en tanto, se reinicia una y otra vez y el firmamento parece estar invadido por humo. Mientras, prevalece el silencio, el sonido aletargador de la lluvia y los fugaces clamores de hambre. Ya en la noche solo hay silencio y lluvia, sin menesterosos. Y temibles fantasmas interiores que socaban las frágiles reservas de nuestras fortalezas emocionales. Reaparece la incertidumbre, el miedo irracional y la desesperanza. Y nos descubrimos entonces rodeados de soledad y de sombras y, como repentinos invidentes, buscamos protegernos con la solidaridad y la ayuda de todos, y hacia todos, pues la soledad compartida es más indulgente que la drástica tragedia. Y con justificados méritos salimos entonces a los balcones, o a las ventanas, a aplaudir con frenesí a los valientes médicos que a diario ponen en riesgo sus vidas para que nosotros podamos seguir viviendo aterrorizados la nuestra.

Mayo 13 de 2020

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