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Cultura  |  02 noviembre de 2020  |  12:59 AM |  Escrito por: Edición web

Cuentos de domingo: En el Niágara

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En el Niágara

A los músicos del Café El Niágara

Por Libaniel Marulanda

Desde muchacho cuando el café y la plata valían y el dólar estaba a peso siempre he oído decir que la situación está mala y sólo aquellos que se van no chillan y al tiempo regresan contando lo bien que se vive de la música en Nuevayor o Londres y de la plata que se consigue cantando en los andenes del metro de París y eso puede ser cierto no sé pero de lo que sí estoy seguro es de que en este café todos vamos de culo pal estanco y no nos para ni el barranco como si en este pueblo los serenateros estuviéramos caminando siempre en contravía. Cuando trajimos a Enrique en el carro de los bomberos Alquiver me explicó otra vez que esta racha de mala suerte que hemos tenido este año también en El Niágara es causada por las larvas astrales y la conjunción de los planetas y las vibraciones negativas y como el hombre no puede dormir de día entonces se la pasa dele que dele con los libros de astrología y ciencias ocultas sobre todo después de que su mujer lo abandonó porque se estaba volviendo pipero y nosotros los de Adecol no hemos podido entender por qué si sabe tanto de esas cosas de misterios y tal y sabiendo fabricar horóscopos y rezar la mata de sábila y preparar riegos para la buena suerte Alquíver mantiene más en la olla que todos los que serenatiamos en el café y tanto así que a veces ha tenido que irse a escarbar de mesa en mesa en las cantinas de la cincuenta o de la galemba y de eso nos dimos cuenta porque no falta quién traiga el chisme porque a él le da pena que sepamos que para rebuscarse el sancocho le ha tocado cantar hasta en la Galería de los plátanos y por eso es que yo digo que hemos estado más de malas que el putas este año y cómo será que hasta el socio del café también ha chupado y tuvo que vender la cafetera italiana legítima y como nosotros estamos acostumbrados al buen café entonces tenemos que ir hasta el otro lado de la Plaza de Bolívar y a veces mientras estamos en esas llega algún cliente buscando una serenata y lo perdemos. Cuando llamaron a avisar lo de Enrique lo primero que pensé fue en que le había fallado el corazón por que está muy gordo y siempre hace chistes a costa de su figura porque dice que la barriga hay que llevarla con la discreta dignidad con que porta el presidente la banda presidencial o un marido impotente sus cuernos pero a pesar de sus chistes siempre hemos creído que se siente molesto y amargado con esa prominencia que gana tamaño cuando se cuelga la guitarra.

Si te morís Enrique te haremos calle de honor con los instrumentos todos los del Niágara y te cantaremos tu bambuco que nos comprometeremos a seguirlo tocando en todas las serenatas hasta que se vuelva el himno de los serenateros y podés estar seguro de que de la llorada y de la tristeza no se escapará ni Guaduazo que de tanto cantarle a los políticos ha terminado siendo político también y tan insensible como ellos y te cantaremos Enrique porque por pobre que sea un músico debe ser despedido con música así tratemos de cantar y no podamos y las lágrimas y la emoción y el dolor nos quiebre y desafine la voz y los dedos se nos engarroten sobre las cuerdas y se nos nuble la vista y nos traguemos la verraquera y la vergüenza de saber que a vos también tendremos que hacerte colecta para el entierro. Menos mal que en ciudades pequeñas como Armenia conseguir una ambulancia es sencillo y hasta los bomberos llegan con sus maquinas batiendo escama con sirena y dando lora si uno los necesita y fue por eso que pudimos traer a Enrique a esta clínica y de este momento en adelante será cosa de mi Dios y los médicos si se salva o devuelve la cédula como decimos en El Niágara y yo confío en que se salve aunque Alquiver no cree mucho en los médicos por que dice que todos los que conoce aquí en este pueblo estudiaron eso de la medicina porque son hijos de los ricos o quieren ser como los ricos. Entre todos los músicos que veníamos en la máquina del Cuerpo de Bomberos el único que no se encuentra en esta sala de espera es Rafael que desde que llegamos se metió a la capilla y allá sigue encarretado con sus oraciones a Santa Cecilia patrona de los músicos y yo pienso ahora que por el alboroto y el afán de traer a Enrique no le echamos cabeza a los costos de hospitalización y en que pueden salir ahora con que debemos miles y miles de pesos por alguna operación de nombre rebuscado y los exámenes y las drogas y esto y aquello y lo otro y el pobre Enrique que ha estado tan mal del bolsillo desde que se enculebró con esas cuotas aunque menos mal que hace ya mas de ocho meses que enterramos a Herman Ramírez el mejor puntero de este pueblo al que invitaron a vincularse al trío San Juan y como estaba recién casado cuando lo mató el borracho riquito ese que ya está libre dizque porque se le salió el tiro sin culpa no tuvimos que hacerle colecta porque la mujer tenia modito. Un amigo que trabajaba en la oficina de Planeación Municipal me contó que piensan demoler toda esta manzana para hacer el edificio de la gobernación y la asamblea y de paso ampliar la sede del club de los notables lo que significa que de seguir como vamos terminaríamos cantando por allá en Brumas justo donde empezamos porque en esta Armenia cuando se es músico guataquero de los que tocamos a oído y no tuvimos conservatorio se inicia uno en este arte tocando gratis en cantinas y chochales y desde la galemba hasta la cincuenta por toda la dieciocho se va aprendiendo de manera simultánea a cantar a tocar y a vivir y en ese lento y muchas veces doloroso ir y venir y cantar y tocar se va conociendo lo bueno y lo malo de esta Armenia como los jíbaros de la cueva del humo que venden vareta y las putas en decadencia que cada dia con más angustia tratan en vano de mantener latente la tradición de la dieciocho y los galafardos tan noctámbulos como nosotros que siguen fieles a una ruta a donde ya no encuentran a quién robar y también se conoce las personas importantes del pueblo como los ricos de siempre y los políticos que han conseguido llegar a ser ricos y otros mas nuevos y menos importantes que los ricos de siempre y los políticos pero con más plata que todos ellos como Carlos Lehder que estudió con algunos de nosotros en el Rufinojota y se fue de allí a desvalijar y robar carros en Nuevayor y ahora volvió en limosina Mercedes y anda por estos días contratando maestros y albañiles dizque para hacer un hotel del putas en las Bahamas.

Enrique se apareció una noche en el café chapeto de tomar aguardiente amarillo y estrenando moto japonesa con la guitarra a manera de copiloto y más de un músico le vaticinó la costaliada y varios clientes contaron sangrientas anécdotas de accidentes ocurridos por causa de esos malditos aparatos que muy pronto comenzaron a ser utilizados para arreglar problemas sin abogados ni jueces o para silenciar desde sindicalistas hasta ministros y que le añadieron un nuevo olor a las calles de la ciudad con el aceite de motor de dos tiempos esparcido en el ambiente. Enrique y yo nacimos en el mismo barrio en la misma cuadra y en las mismas condiciones de pobreza y en la misma forma nos hicimos músicos y por eso me duele pensar que si no sale de esta con él se irá el compañero de dueto que siempre me hizo la segunda y además me quedaré sin el testigo de los primeros balbuceos ante un micrófono en los programas dominicales de aficionados de “Pregones del Quindío” y en las noches de tirar paso con las mocitas que teníamos en el “Stop Grill” y en “ El Pez que fuma” y de noches en que nos íbamos de tumbao a tocar lo mejor del repertorio para otros colegas del Niágara y luego ellos también como en una maratón de música escogida y beba Genoveva hasta el día siguiente y me va a resultar imposible olvidar la alegría del primer pago recibido por una serenata y en medio del dolor recordar lo que Enrique siempre ha dicho que lo bailao nadie me lo quita aunque dicen que la sangre es muy escandalosa y a lo mejor Enrique no está tan herido como parecía a primera vista cuando lo recogimos presurosos por los lados del estadio luego de que lo apachurró el cocacolito ese que por andar trabao no supo ni en qué dirección iba cuando se tragó el pare y lo atropelló. Cuentan los más viejos que este café fue muy próspero aunque ahora es otra cosa y cada día esté peor y por eso le tengo que decir y repetir a mis colegas del Niágara todas las noches que vamos de culo pal estanco y no nos para ni el barranco como si todos los serenateros de este pueblo marcháramos por el camino de la vida siempre en contravía.

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