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Cultura  |  07 diciembre de 2020  |  12:04 AM |  Escrito por: Edición web

Cuentos de la tía Clara

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La Esgrima con machete

—Una mula y dos culos se gastaba una para venir desde Medellín por trochas y caminos de herradura.

Mi tía Clara era boquisucia cuando contaba historias de los primeros pobladores de Manizales, pero las groserías le sonaban graciosas.

— ¿Pero todos esos pobretones tenían mula tía?

—No se me atarante sobrino. Las mulas eran para las viejas pinchadas y para los culicagaos más chiquitos. Los jiquerones de pelo en pecho venían a pie—. La tía sacó el cuaderno y siguió con la lista:

Sofronías Botero por ejemplo llegó a pie desde Abejorral con Argamedón Ospina, Eleuterio Cardona, Nacianceno González, los hermanos Correa: Recaredo y Cervando y los primos de la mujer del músico: Espinosa y Bedoya. A ellos les gustaba sembrar la yuca (como a todos), pero preferían sacar oro que es la gran ambición de los antioqueños.

Azarias Ortega venía de Santuario a pie con la mujer, pero traía seis mulas cargadas con mercancía y a la mujer también. A las mulas las trataba con amor y disciplina y a la mujer también: Palmaitas en las nalgas según sus propias palabras y trompadas en la jeta según dijeron los vecinos.

De esos hombres tan machos llegaron muchos. Pantaleón Gallo por ejemplo llegó con fama de guapo, de hacha y machete. Era de “constitución” robusta, capaz de tumbar una ceiba de cien años de edad en menos de tres horas. En Armenia le hicieron monumento.

Mi tía usaba la palabra “constitución” a su antojo, como un trapo sucio, al igual que los políticos del centro.

Pantaleón Gallo (don gallo como le decían con respetico) bajaba los domingos al pueblo y se emborrachaba hasta la pagina 99, entonces rastrillaba la peinilla en el empedrado y desafiaba a todo el mundo, aquí en la tierra como en el cielo. En una copla quedó pintado:

“Gallo borracho decía/

si en el otro mundo había/

Chicha, aguardiente y guarapo/

Y si no, no se moría”.

Nadie le salía al ruedo a Gallo pues sabía revolar en cuadro con el machete en la mano y dominaba las 33 paradas de la esgrima: Parar, atajar, amagar, revirar, desviar, resbalar, puntiar y aplanchar. No le faltó sino virutiar y encerar. Estaba apautado con el diablo, decían las beatas.

Un domingo, desde sal y manteca hasta mulas recién paridas se comerciaban en la plaza de Bolívar llena de toldas blancas, cuando se alebrestó Gallo y casualmente había cuatro forasteros que le achicaron la parada. Disque se agarró con todos cuatro y en un tris desocuparon la plaza.

El alcalde era don Marcelino Palacio y viendo que se pusieron de ruana el pueblito, mandó a la policía para que sofocaran la pelotera

La policía de Manizales eran cuatro campesinos que el alcalde escogía ad-honoren los domingos y les daba la placa y un bolillo de madera... Ni todos juntos eran capaces de controlar a Gallo y además todos bebían.

Así que los policías se limitaron a hacerle barra al Gallo desde la acera mientras el esgrimista se bailaba a los cuatro forasteros, con la ruana amarrada en el brazo izquierdo y la peinilla de 22 pulgadas relumbrando al sol.

De pronto se le fueron encima en gavilla y cuando ya parecía acabado, saltó por el aire haciendo una finta de lujo y taque un planazo en la cara a uno y taque en la espalda a otro y se les salió por un ladito. A Gallo ni un rasguño. Y así los hubiera machacado a los planazos (porque nunca daba filo) si no es porque don Marcelino se apareció con las horquetas de guayabo.

El alcalde se había ido al monte (o sea, a media cuadra de la plaza) y cortó unas horquetas de dos metros de largo con las cuales pudieron inmovilizar a los peleadores contra la pared de la iglesia, sin tener que acercarse a los peligrosos fierros. Con agua fría los acabaron de calmar y el orden público volvió a la normalidad. Un viajero alemán que pasó ese domingo por Manizales dijo que solo vio borrachos llevando a la cárcel a otros borrachos.

La modernización de la Policía por parte de don Marcelino fue muy oportuna porque a Manizales llegaban muchos bebedores, no solo campesinos, sino también pillos, comediantes, prófugos, estafadores y tahúres. Hasta Cosiaca estuvo un día bebiendo y después salió a decir que en Manizales no se conseguía un policía ni para remedio porque todos estaban boliando horqueta en la plaza de mercado.

Don Pantaleón Gallo llegó a viejo después de muchas trifulcas, bochinches y guachafitas, todavía sin un rasguño en el cuerpo y entonces le enseñó el arte de la esgrima a un sobrino, pero no le enseñó todas las 33 paradas sino solamente 32. Se guardó la mejor parada por si algún día le tocaba esgrimiar con ese muchacho. El sobrino hizo lo mismo después con un discípulo suyo y así sucesivamente y en degeneración, la esgrima se acabó.

No se pierda el próximo capítulo con más historias de la tía Clara

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