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Cultura  |  13 diciembre de 2020  |  12:31 AM |  Escrito por: Edición web

Cuentos de la tía Clara 6

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El pilón de la abuela

Por el Flaco Jiménez.

El pasado jueves la tía Clara me leyó otros nombres y apellidos de esa lista de personajes que llegaron a Manizales en tiempos de Upa, cuando el pueblo era apenas un pantanero de 500 habitantes y otros tantos marranos.

Sinforoso Ocampo, hachero de traca-mandaca, venía de Sonsón, pueblo donde nacen muchos y se crían muy pocos.

Nepomuceno Arias, arriero de todo el maíz. Se hizo famoso por el dicho “andando y cagando”. Venia de Titiribí.

Jeremías Arango, guaquero de Guarne, donde ponía el ojo encontraba la guaca con narigueras o morrocotas.

Heliodoro Barriga, minero del Cauca, y su esposa Dolores de Barriga, bella pero malgeniada.

Berenice Dávalos Hoyos, tabaquera del Socorro, Santander.

Emeterio y Felipe, los tolimenses.

Atenógenes y Sosías, músicos de Quinchía y Marmato.

Víctor, Mario y Augusto, los Chaparrines.

Don Sísifo Hernández era un hombre de la edad de piedra. No era campesino, ni arriero, ni buscador de oro, pero se volvió indispensable porque fabricaba pilones de piedra y piedras de amolar, sin los cuales no hubiera sido posible colonizar estas tierras.

Las hachas bien amoladas, y las arepas bien asadas eran la fuerza y el sustento de esos colonos que pasaban sus días tumbando monte y sembrando maíz, además de beber aguardiente y jugar escondidijo, sus dos grandes diversiones.

Don Sísifo se metía al río Guacaica y escogía una piedra de abarcadura; lo que alcanzaba a abarcar con los brazos. Se ponía encima de esa piedra y a punta de mazo y cincel iba horadando un hueco. Gracias a lo que ya no era piedra dentro de ella, sino vacío, la piedra se volvía pilón.

El pilón de piedra fue para los americanos como el molino para los europeos, pero la fuerza del molino viene del agua o del viento que lo mueven para trillar el trigo, mientras que el maíz se trilla con la fuerza de la mujer campesina.

La abuela María Quiteria, pilonera desde joven, levantaba sobre su cabeza una maza de madera pesada, tan gruesa como el brazo de un hombre, que llamaban La Mano de Pilar, y la dejaba caer una vez y otra vez, en el cuenco del pilón, donde se ponen los granos secos de maíz con un poco de agua.

a esos golpes se desprende la cáscara, que es donde están los nutrientes, y se les tira a cerdos y gallinas con el despectivo nombre de afrecho, quedando en el pilón los granos de almidón, meras calorías que es lo que comían los colonos en forma de arepa. Y seguimos comiendo todavía sus descendientes.

Cuando se le rajó su primer pilón de piedra, la abuela María Quiteria, bajó en mula hasta el rio Guacaica para escoger un nuevo pilón, de los muchos que don Sísifo tenía para la venta en la orilla del rio. Arreglaron precio y le dijo a don Sísifo: Súbamelo a Manizales mañana.

Cada pilón pesaba tres arrobas y aunque eran hombres forzudos los de aquellas épocas, muy pocos podían transportar por esas empinadas trochas un pilón al hombro o una piedra de amolar.

Don Sísifo subió sudando hasta la plaza del pueblo con el pilón encargado. Toda una mañana se le fue en ello. ¡Usted si come con manteca! dizque exclamó la abuela después de invitarlo a sentarse y tomar claro y dizque seguidamente le dijo, como quien dice póngame este florero en la mesa del comedor, que llevara el pilón a la finca del páramo, a tres horas de camino, que allá se lo pagaban.

Una noche se robaron el pilón de esa finca y la abuela escribió una copla que los arrieros cantaban en las cantinas del pueblo:

Al tipo que se robó /

el pilón y la piedra de amolar /

Yo no lo llamo ladrón /

Si no berraco pa´ alzar.

La abuela murió a los 106 años en perfecto estado de salud gracias al ejercicio físico y a sus médicos de cabecera, el ajo y el limón. Alrededor del lecho de muerte se apilonaron más de cinco docenas de descendientes para escuchar sus últimas palabras:

---Muchachos, no se mojen calurosos. Eso fue lo que me mató a mí.

(elflacojimenez.blogspot.com)

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