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Cultura  |  13 diciembre de 2020  |  12:55 AM |  Escrito por: Sergio Muñoz Bata

La calidad formativa se construye diariamente

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Un texto de Guillermo Salazar Jiménez.

Como todos los viernes en la tarde se reunieron a valorar los aspectos positivos y negativos, avances y problemas de las sesiones virtuales sostenidas con sus alumnos. Lo hacían por iniciativa particular y como motivación para mantener la calidad de su trabajo docente en la universidad. Para enfrentar la pandemia habían programado sus clases virtuales pero sentían que los resultados no se comparaban con el esfuerzo realizado, sentían que ellos repetían el uso del computador y no todos los alumnos respondían como esperaban.

Carlos tomó la iniciativa de realizar reuniones evaluativas pero fue Sofía quién las programó los viernes porque “la evaluación tiene que ser permanente si queremos potenciar el trabajo docente y mejorar la enseñanza”, dijo como introducción en la primera reunión. Comentó que la evaluación es más que un proceso o un instrumento, tiene que ser reflexión sistemática entre profesores y estudiantes sobre qué saben, cómo trabajan, para qué y porqué lo hacen. No podemos seguir considerando la evaluación como un apéndice sino como algo inherente al proceso de enseñar y aprender.

Aprendí de Paulo Freire que la evaluación formativa fomenta la cultura del diálogo, expuso Carlos, es decir aviva la reflexión y la autocrítica para combatir el significado simple de control y entregar una nota o un informe de logros. Lo puntualizó el maestro Estanislao Zuleta: “La educación actual está concebida para que el individuo rinda cuentas sobre resultados del saber y no para que acceda a pensar en los procesos que condujeron a ese saber”.

Sofía expuso que las reuniones evaluativas las realizaban por iniciativa propia, más bien tienen que responder a un proyecto pedagógico institucional. Obligación de la universidad quindiana para entregar al Ministerio de Educación, en marzo de 2022, las exigencias requeridas para la reacreditación de alta calidad institucional. En este sentido, la llamada reforma curricular tiene que plantearse dentro de un proyecto pedagógico permanente de tal manera que se asuma “como objeto de conocimiento y transformación permanente, …Vivir y en simultaneidad desempeñarse formándose sería la condición fundamental para comprender, convenir y asumir renovados sentidos para la educación y la formación, para la cognición y el aprendizaje significativo, y para que desde el habitar en esas entidades se pueda apoyar la formación de otros” –Ver Currículo, Formación y Universidad de Helio Fabio Gutiérrez, página 265 -.

Carlos imaginó que aquel proyecto pedagógico podría programarse a través de seminarios permanentes por planes de estudio y después por facultades para determinar alcances y dificultades institucionales y, así, mejorar la calidad formativa. Comentó que el trabajo virtual se convertía en el mejor pretexto para analizar la práctica pedagógica de los docentes, por ello haría el esfuerzo por avanzar en la evaluación como proceso permanente. Leyó del maestro Zuleta en carta a los maestros: “Nadie puede enseñar lo que no ama, aunque se sepa todos los manuales del mundo, porque lo que comunica a los estudiantes no es tanto lo que dicen los manuales, como el aburrimiento que a él mismo le causan”.

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