• DOMINGO,  19 MAYO DE 2024

Columnistas  |  22 diciembre de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Miguel Ángel Rojas

CARLOS BOTERO Y SU CAMPESINITA QUINDIANA

0 Comentarios


Miguel Ángel Rojas

Por Miguel Ángel Rojas Arias

Hay una canción en el imaginario musical del Quindío que está guardada en el alma de todos aquellos que suspiran por la belleza y la fortaleza de las mujeres de esta tierra. Se trata de Campesinita quindiana, canción que nació hace ya 65 años en la fonda La Albania, del municipio de Calarcá, a donde llegó su autor y compositor Carlos Botero Herrera, una tarde, después de una jornada de ventas y comercio en el norte del Valle.

Carlos Botero entró a la fonda y pidió un aguardiente doble, en compañía de un amigo. En ese instante notó que se arremolinaba gente cerca de la inspección de policía, enseguida de la fonda, y vio que bajaban el cadáver de un hombre, campesino, que había sufrido los embates de la violencia partidista de entonces. Y al lado, una mujer, casi una niña, con traje campesino, que lloraba sin consuelo la muerte de su amado. Botero pidió un lápiz y en una bolsa de papel crac, amarillento, escribió: “Campesinita quindiana, tu nombre es santa oración /perfume de la mañana, símbolo de mi canción / tus labios cual rojo grana, del cafeto cosechero/ anhelan ansias no en vano, el amor del chapolero / campesinita no llores por lo que dejó el ayer/ pasaron lo amargores que jamás han de volver/ viste tu pecho de flores, campesinita no llores / que tu corazón desecho no puede albergar rencores…”

Carlos Botero Herrera hasta hace poco caminaba por las calles de Armenia, llevando a cuestas sus 93 años de edad. Ahora, frente a la pandemia, está encerrado porque quiere seguir viviendo, para seguir cantándole al Quindío y a Colombia.

Carlos Botero le ha sacado notas al tiple y a la guitarra, pero a pesar de ser compositor y de haber tenido maestros como Fabio Arroyave, en Medellín; Rina Silva en Armenia y Argemiro Parra en Cartago, no escribe las partituras, sino que las dicta, tarareando con su voz de tenor las canciones que compone. Durante mucho tiempo, después de tener listos los versos, invitaba a su casa a Raphaelito, un zapatero remendón que tenía su pequeño taller cerca de la catedral de Armenia, a quien le susurraba con fina entonación las melodías, y, éste, con enorme conocimiento empírico, escribía las notas, que después Carlos Botero hacía pasar en limpio. Así lo hizo con campesinita quindiana y con todas sus canciones, más de 100 en el pentagrama nacional.

Todas sus letras y composiciones tienen una historia. Su famosa cumbia Jhony Kay nació en San Andrés, en medio de una farragosa fiesta vespertina con músicos nativos, frente al famoso cayo del caribe. Sus amigos lo incitaron a que, sin mediar ninguna otra acción, escribiera en el instante una canción. En medio de algunos tragos, Carlos pidió un papel y un lápiz, se lo entregó a una dama y le dijo: “Escriba”. Y empezó a improvisar: “Playa, brisa, Jhony Kay / playa, brisa, frenesí / Playa, brisa, Jhony kay / playa, brisa, frenesí / canción mecida en el viento/ con su náufrago lamento/… cumbia caliente que brota de tu cielo azul turquí /… Y en la alegre playa, donde el mar se acalla/ la arena se funde y el sol se desmaya”.

Esta letra quedó olvidada en un anaquel, hasta que un mesero de Manizales le pidió ponerle música a unos versos que había escrito para su negra chocoana. Carlos llamó a Raphaelito y le dictó la melodía, en tono de cumbia, y ahí aprovechó para hacer lo mismo con su Jhony Kay. Se la envío a Leonor González Mina y la canción se disparó en los años sesenta, incluso era una de las preferidas en los conciertos internacionales de la folcloristas colombiana.

Participó en cinco oportunidades en el Festival de la canción colombiana en Villavicencio, que gozaba de fama internacional. En una de aquellas participaciones logró el primer puesto junto con el también autor y compositor José A Morales. A éste le premiaron su canción “Me echaron del pueblo” y Botero conquistó su triunfo con “Caña Azucarada”. Unos pocos años después, fue el ganador único del festival, en compañía de Iván Cocherín, con su famosa canción Sangre de Café.

Importantes artistas y agrupaciones colombianas grabaron sus canciones en ritmos de cumbia, bambucos, pasillos, boleros y baladas. Se cuentan entre los que imprimieron en acetatos sus versos y sus melodías, los Black Star, Lucho Ramírez, el Dueto de Antaño, el Trío Martino y Víctor Hugo Ayala. Cincuenta grabaciones tiene este artista, nacido en Samaná (Caldas), criado en Medellín, pero que hace casi setenta años vive en el Quindío.

Carlos Botero, además de autor y compositor de canciones colombianas, es un consagrado poeta. Solo un libro ha publicado: Mares de Fuego, en 1964. Pero su producción es prolija. Encuadernados, unos alzados a lápiz en hojas de cuaderno, otros mecanografiados, su producción literaria completa casi 400 poemas, desde la voz de un adolescente enamorado, hasta la conciencia rebelde del hombre que le canta a la muerte y a las injusticias sociales.

NO TE VAYAS (Balada)

No, no te vayas amor

que la vida sin ti

es un mundo sin sol

No, no te vayas así

que el camino es fatal

si no estás junto a mí.

No, no te vayas amor

que el jardín sin su flor

ya no puede vivir.

Sintiendo que no estás,

que tu ausencia es mi mal.

que mi rumbo perdí;

Sufro el crudo dogal

de tener que afrontar

este cruel frenesí

No, no te vayas amor,

me hace falta el calor

que en tu cuerpo sentí.

No, no te vayas amor,

regálame el favor

que en tus labios bebí.

Autor: Carlos Botero Herrera.

PUBLICIDAD

Comenta este artículo

©2024 elquindiano.com todos los derechos reservados
Diseño y Desarrollo: logo Rhiss.net