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Región  |  28 diciembre de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Humor, poemas de apodos y la inocentada del cotidiano de Filandia antiguo

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Roberto Restrepo Ramírez.

El 28 de diciembre de cada año transcurre entre la normalidad y la diversión. En esta fecha se recuerda un hecho bíblico, signado por la determinación del rey Herodes, que ordenó el sacrificio de los infantes menores de dos años cuando se enteró del nacimiento del Mesías. Por eso quedó marcada también esta fecha como la celebración de los santos inocentes.

Sin embargo, hace varias décadas, en el transcurrir de Filandia, se sentía que ello se celebraba permanentemente. No es por las bromas que se acostumbran realizar este día. Es por la actitud que asumieron sus habitantes de sonreírle a la vida, con el gozo de los apodos que cada uno de los filandeños posee por patrimonio propio. No faltaron, claro está, los disgustos, y hasta algún desenlace fatal, cuando entre amigos ganó la intolerancia al escuchar su mote de tradición. El apodo que sobrelleva con resignación cada uno de los pobladores es parte de una carga simbólica que aporta solaz y entretenimiento para soportar, dicen algunos, el tedio y el aburrimiento de la cotidianidad pueblerina.

A finales de los años 30, dos literatos del municipio se apartaron del rol aplomado de intelectuales y potenciaron su creatividad a la escritura de versos y estrofas poéticas, donde demostraban el enorme inventario de apodos de Filandia y la chispa de sus moradores. Uno de ellos, el egregio poeta Jesús Rincón y Serna, le contestó con gracia a uno de sus contertulios, cuando éste le envió un presente, plasmado en un dibujo caricaturizado de su rostro, donde se veía una corona de hojas en su frente. El remitente era el docente y caricaturista Arturo Muriel Guinand. La reacción de Rincón y Serna al obsequio de Muriel fue remitirle un escrito, en este caso un poema corto de tres graciosas y punzantes estrofas que, en verso recitan lo siguiente:

Los rastros principales de mi cara

Están en esta hojita de papel;

Y no me sorprendiera ni alarmara

Si no viera los gajos de laurel.

Y en verdad me parece cosa rara

Que me tornes bufón de redondel;

Este gajo de lauros bien quedara

En tu frente, más bien, joven Muriel.

Tú que eres un discípulo de Apeles

Pudieras soportar esos laureles

Sin quedar como yo, de hazmerreir.

Por eso al arrancarlos de mi frente

Empinándome mucho, cortésmente,

Tu frente, gran artista, he de ceñir.

Se aprecian el nivel de altura y de tolerancia de ambos, pero también los gestos de humor de dos brillantes figuras de Filandia. Arturo Muriel Guinand también desplegó su ingenio con la escritura de una composición poética, en 1940, que él tituló "Apodos de remembranzas", tal vez el poema que más apodos tiene en su estructura versificada, 229 en total. El artista impactó con esa presentación, que también se conoció en el ámbito local como "Desfile de apodos de Filandia". Sin ofensas, sin malicia, con alegría y fina ironía, cada línea traslada a quien lo lee al mundo de sus recuerdos. Pero también provoca la risa sospechosa sobre el origen de cada apodo, el que llevaron sus padres y hasta sus abuelos. Porque es esa otra de las características curiosas, heredarlo como un bien más del patrimonio familiar y, regla de oro, guardar el secreto de las circunstancias de su asignación. Anécdotas sobre los apodos también circulan en el medio coloquial del municipio. A continuación, transcribo solo cuatro de las 26 estrofas, las dos primeras y las dos últimas, de tan singular y jocosa creación literaria:

Este desfile de los apodos

De israelitas Rojos y Godos

Es la más clara demostración

De que en Filandia su remoquete,

Siempre le chantan al que se mete

Y para muestra va este botón.

Salió Juanito con rumbo a Cruces

Con Morrotabla y el Arepón,

Llevando a Cheno y a Carepotro

Con Bozoecabra, Pite y Ratón.

Tiba, La Danta, La Jarretona,

Clara Guevara que se casó,

Luego Anaquilia con la Pajuisa

Fueron saliendo con Misiá Luisa

Y el Chochalito se liquidó.

Sirva de ejemplo para el futuro

Que allá en Filandia siempre se saca,

O el sobrenombre de Chontaduro

O el de Matraca o el de Cotudo.

Además de los apodos o sobrenombres registrados en el poema de Muriel Guinand, este escritor también incluye dos topónimos curiosos de Filandia. Ellos son Cruces, el sitio de la entrada principal del municipio, de cuyo nombre no se ha podido definir su origen, pues hay varias versiones,una de ellas relacionada con las cruces que se colocaban a la vera del camino, para señalar las muertes allí ocurridas. El otro topónimo es Chochalito, que es una de las denominaciones populares dada a los alrededores de la zona de tolerancia de Filandia, también llamada La Cuna de Venus.

Pero la producción literaria escrita y humorística de Filandia, lo mismo que la inocentada permanente, no han quedado allí. Muchos escribieron versos graciosos y trataron de mantener la alegría en la transmisión exagerada de comentarios populares. Un recuerdo especial merece lo que ocurría el Domingo de Resurrección de la semana Santa de antaño. Este día se acostumbraba recitar el Testamento de Judas, una interesante retahila de estrofas donde se mencionaban jocosamente los bienes y deseos que Judas le regalaba a los filandeños, para lo cual se mencionaban a las personas, pero sin sus apodos. Se leían en la plaza principal, mientras se quemaba un muñeco de trapo que representaba al apóstol traidor.

Y como la escenificación requería verso, el docente Roberto Toro Toro compuso el más recordado poema humorístico para la Quema de Judas del mes de abril de 1955.Lo tituló " Vida, Pasión y Muerte de Judas Iscariote", que alguien declamó ese día, vestido como pregón de la época romana, y tal cual lo heredaron de la costumbre festiva traída por los españoles a América. Vale la pena mencionar que este connotado orador, don Roberto Toro Toro, en honor a su seriedad, también escribió muchos acrósticos, discursos y dedicatorias de fina prosa, algunos inéditos, y que conservan sus hijos en Filandia.

La última vez que se trató de revivir la tradición de la Quema de Judas fue en el año 2008, cuando se me concedió el honor de componer los versos graciosos, escritos en un rollo de papel que simulaba un papiro de la época antigua, y que también leí en el balcón de la Casa de la Cultura mientras ardía la imagen de trapo de Judas Iscariote.

Otros notables filandeños emularon el ingenio de Muriel Guinand.Entre ellos está Pablo Londoño, con su poema de apodos de 58 estrofas, titulado "Filandia y su israelismo". También se destaca un autor anónimo,quien colocó como seudónimo Un Israelita. Su poema fue titulado "Cuartetos de humor", de 188 estrofas. Los apodos allí mencionados nunca superaron la cifra del poema de Muriel, más bien fue una creación que no buscaba competir, como lo demuestran las dos primeras estrofas:

Ya conocemos en Filandia los apodos

Que Arturo Muriel, artista hasta los codos,

Con su gran estilo literario y propio,

Se burló de los rojos y los godos.

Como dice Alfonso Valencia el periodista

Aquí en Filandia se vive del folclor;

En cada esquina se ven los remoquetes

Pues sus habitantes son de gran humor.

En esta segunda estrofa se menciona al cronista Alfonso Valencia Zapata,un filandeño por adopción, quien visitaba constantemente al municipio y escribió varias crónicas jocosas, entre ellas la relacionada con Jesús María Ocampo, apodado Chun, un talabartero y aficionado cometero,quien se atrevió a elaborar y elevar con sus paisanos la que pudo ser "la cometa más grande del mundo".

En los últimos tiempos,el humor que se lleva en la sangre filandeña también contagió a algunos de mis coterráneos a escribir con buena prosa. Se recuerda en especial a dos de ellos. El maestro y poeta Marceliano Arias Arias y el ensayista y bibliotecario Jaime Naranjo Orrego.Este intelectual, reconocido por su exquisita forma de escribir, y como lo hiciera en su momento Rincón y Serna con Muriel Guinand, le dedicó este poema al bien respetado Marceliano Arias en el 2000, el año de su muerte, y que enseguida transcribo:

Maestro Marceliano

(1916 - 2000)

Vargasviliano, iconoclasta y asceta;

chirigotero,impenitente volteriano.

Este es nuestro querido Marceliano,

siempre, y sin fin, refulgente poeta.

De Don Quijote y Sancho hermafrodita;

orfebre exquisito de líricas arias,

con sus opimas alforjas literarias

otorga doquier la ciudadanía selenita.

Del doctor Hahnemann hafiz afortunado;

y por Erato y Calíope asaz amamantado.

Autodidacto, maestro, cáustico y locuaz,

Marceliano Arias es nuestro collado,

donde se otea múrice su principado

lleno de ternura, de encanto y de paz.

La compilación de la literatura de humor de Filandia fue, durante su vida, la pasión del médico filandeño Gustavo Ocampo Chica, y a su memoria dedico este artículo, pues gracias a su juiciosa tarea, junto con Alfonso Valencia Zapata, se pudo recuperar el acervo de poemas de humor que conocemos los filandeños.

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