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Cultura  |  03 enero de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Dos caciques Quimbayas y sus esposas visitan a Manizales y conocen el pesebre

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Por El Flaco Jiménez

El 15 diciembre de 1870, dos caciques Quimbayas con sus esposas vienen de ultratumba a Manizales y se sientan en un café de Chipre a mirar las montañas recordando con nostalgia que esas montañas eran su casa hasta el siglo 16 cuando llegaron los asaltantes españoles armados con truenos que matan.

Los dos caciques Quimbayas, ataviados con taparrabos y narigueras y sus señoras en topless, recuerdan que los españoles les quitaron todo, incluso la vida, pero al menos respetaron la selva porque solo querían el oro. “Si quisiera trabajar la tierra me hubiéra quedao en España tio” disque les dijo Jorge Robledo.

Los dos caciques Quimbayas ven con indignación que los nuevos invasores, los colonos antioqueños, están rompiendo, tumbando, y quemando la selva para sembrar maíz.

Los dos caciques miran y no lo pueden creer: La selva, que era su mundo, está rota y humeante. Por todas partes se abren cultivos como heridas. Y en cada uno de esos pequeños abiertos, después de un año de trabajo duro, hay una familia campesina levantando un pequeño altar que llaman pesebre.

Los dos indios Quimbayas se sorprenden al ver que estos altares no están hechos con el refulgente oro, ni con la piedra eterna, sino con ramas y hojarasca. Altares humildes en cada humilde choza, para adorar al más humilde de los dioses. Un dios niño.

Los dos Quimbayas se asombran al ver como los nuevos invasores, al igual que los primeros, se arrodillan ante ese puñado de musgo para adorar unas figuritas de barro, en vez de postrarse frente al gran padre TAMA, el majestuoso Nevado Cumanday, que corona las montañas, abona la tierra y decreta la muerte.

Los dos indios se extrañan al ver como los nuevos invasores en vez de rezarle a la desnuda diosa que habita en los nacimientos de agua, le rezan a una humilde señora que llaman María, vestida con manto, falda larga y tacón bajito como si fuera testiga de Jehova.

Los Quimbayas, ya un poco prendidos, se ríen al ver como los nuevos invasores se inclinan ante un viejito llamado José, que ya necesita bastón para caminar, en vez de mostrarle respeto a Mavira el guerrero fornido, armado con lanza envenenada que se mueve entre las copas de los árboles.

Los dos caciques se burlan al ver como nuevos invasores entronizan en su altar a una mula y a un buey, dos animales estériles; incapaces de reproducir la vida, en vez de rendirle respeto a la rana y al gavilán, símbolos de poder y fecundidad.

Los dos caciques se emputan al ver como los nuevos invasores, al igual que los viejos, esclavizan a sus animales, los golpean y los obligan a llevar pesadas cargas sobre sus lomos.

Uno de los dos caciques, no resiste más y le pone la mano al otro en el hombro y le dice : ¡Como han cambiado los tiempos parce!

Si hermano ꟷresponde el otro cacique mientras se toma un trago largoꟷ Mire que ahora la chicha viene en Botella. ¿Qué inventaran mañana?

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