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Cultura  |  14 marzo de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

XXXV. NOTAS DE LA PESTE

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EL CIRCO

Enrique Barros Vélez

Ya avanzada la noche nos sorprendió una algarabía musical acompañada con un anuncio en altoparlante. “El circo, llegaron los artistas del circo, salgan a los balcones con sus niños, en cinco minutos todos ustedes tendrán un show espectacular”, decía su promotor con afinada gracia. “Como ustedes no pueden venir a nuestro circo, el circo vino hasta su cuadra, donde ustedes”. Al asomarme al balcón vi el sector deshabitado y oscuro. Y un automóvil estacionado frente al edificio, con un parlante grande detrás. El titilar de sus luces estacionarias, y las luces altas y bajas maniobradas por el chofer, según el ritmo o la frecuencia que estimara conveniente, eran su precario juego de luces. La deficiencia del alumbrado público contribuía a ambientar el espectáculo. “Saquen sus niños, que ya quedan pocos minutos para que comience la entretenida y maravillosa función del circo”. Mientras, a gran volumen, se oían marchas circenses que recordaban mi niñez. “Desde San Juan de Puerto Rico, las chicas elásticas de las Ula Ula. Habilidad y destreza son los recursos de nuestras extraordinarias acróbatas”, decía con entusiasmo la agradable voz. Del automóvil bajaron tres chicas con indumentarias muy sencillas. Una llevaba una trusa negra de cuerpo entero que dejaba al descubierto su espalda y los alrededores del busto. Otra tenía una camiseta negra, ceñida, que dejaba expuesto su abdomen y su cintura. Y la tercera, una camiseta negra ceñida y un pantalón con grandes rasgaduras frontales que mostraban gran parte de sus muslos. Todas con lentejuelas en sus rostros y pantalones y tenis negros. “Son ocho minutos que empezarán en este momento. Inician pues nuestras artistas con dos Ula Ula en cada brazo”. Y entonces dos pequeñas ruedas de distintos colores empezaron a darles vueltas a los antebrazos estirados de las acróbatas, mientras las luces del automóvil parpadeaban incesantes, iluminando rudimentariamente el escenario callejero y haciéndoles resplandecer las lentejuelas. “Es el momento del aplauso para estas chicas extraordinarias, por favor un aplauso…”. Se escucharon unos tímidos aplausos. “Ahora son tres Ula Ula en diferentes partes del cuerpo: antebrazos, caderas y cabeza. Por eso son campeonas olímpicas”, decía la voz meliflua. “Ahora son cuatro Ula Ula. Si se les cae alguna pierden. Y prepárense que luego será de diez Ula Ula repartidas en todo el cuerpo”. Las veía contorsionarse mientras las ruedas multicolores les daban vueltas en los antebrazos, cinturas y cuellos sin que se cayera ninguna. “Palmas, padres de familia, aplausos para las chicas. Demuestren la alegría del público. Recuerden: venidas para ustedes desde San Juan de Puerto Rico, las chicas elásticas de los Ula Ula”. De nuevo se escucharon apenas unos discretos aplausos. Y luego: “Público, en nombre del arte y la cultura les brindamos este espectáculo. Un aplauso para los niños, arriba las familias, arriba el circo. Ellas son artistas profesionales. Si alguno de ustedes quiere ayudarlas háganle una señita y ellas les van. Todo el que quiera apoyarnos llame a nuestras artistas y muchas gracias por todo”. Al tiempo le iba aumentando el volumen a las marchas circenses que habíamos escuchado durante el espectáculo. “muchas gracias a todos y esperamos haber transformado, en estos pocos minutos, esta hermosa cuadra en una carpa de circo”. Después de recibir las ayudas se subieron al pequeño automóvil y con ellos desapareció la fugaz alegría, pues el sector volvió a quedar en silencio y en penumbra. Desconcertado me pregunté si lo que había presenciado era la actuación de un circo pobre o la pobreza elevada a la categoría de circo.

Enero 9 de 2021.

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