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Región  |  26 abril de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

El Covid no sabía que Gustavo Domínguez era un patrimonio emocional del Quindío

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Por James Padilla Mottoa

Lo mejor de la grandeza de Gustavo Domínguez fue su humildad, su sencillez. Nunca se creyó el cuento de que era un hombre de prestigio, conseguido con base en su tesón y su enorme pasión por la radio deportiva y el equipo de la tierra.

De ser vigilante en Almacenes Ley de Armenia y locutor en Jotagómez, pasó a ser en poco tiempo la voz deportiva de la naciente RCN en el Quindío. Lo habían bautizado en el oficio en Medellín, a donde había viajado en la búsqueda de una oportunidad que le resultó esquiva en su propio terruño. Allí, un día por ausencia del titular y gloria de la narración colombiana Darío Álvarez Rodríguez, recibió la alternativa en el Atanasio Girardot. De allí fue enviado a Armenia y entonces no sabía que comenzaría a escribir una página histórica en la radiodifusión deportiva del departamento y de Colombia.

Coincidimos en la misma casa radial en 1975 y hablamos largo sobre los propósitos que teníamos, para lo cual era indispensable aportar todo lo que teníamos como profesionales. Él fue protagonista principal de una gesta que se hizo día a día, partido a partido, viaje a viaje y gol a gol de su Quindío, "espectacular, señoras y señores".

22 años en los que Gustavo trabajó en el micrófono deportivo de RCN, consiguiendo los más altos logros que relator alguno pudiera ambicionar: reconocimiento de toda una sociedad, los mayores índices de audiencia, viajes al exterior como enviado de su cadena y la motivación personal de su familia. Su saludo a Sandra Milena y Carlos Manuel, fueron característicos en cada una de sus transmisiones, sin olvidar a Gustavo Hernán, su retoño mayor quien vivió siempre en Medellín con doña Flor y don Manuel, los espectaculares padres de Tavito y con sus hermanos Amparo y James.

No hubo ni habrá otro como Gustavo en la narración deportiva de este departamento, con el respeto que se merecen otros muy buenos profesionales que brotaron aquí, y... ¿saben por qué? Porque él encontró un estilo inigualable, un sello personalísimo en su relato; su grito de gol que se quebraba en la emoción, era como un rayo que desafiaba distancias para encender el alma de los aficionados quindianos dondequiera que se encontrasen. Por eso todos lo amaban hasta que el destino lo llevó a mezclarse con la barriada en las canchas del fútbol popular. Allí siguió con su pasión hasta que el virus traicionero lo atacó, sin darse cuenta que él era un patrimonio emocional inmenso de todos los que vivimos en este paraíso.

Se nos fue Gustavito en la mañana de un domingo, el día predilecto porque era su día de las mejores realizaciones. Y duele enormemente, más allá de su propia ausencia, que no hayamos podido rendirle el homenaje multitudinario y sentido que él se merecía. Sencillo y humilde para edificar su grandeza, se marchó solo, en el crepúsculo de este domingo tan triste en el que se apagó la voz del más grande.

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