• DOMINGO,  05 MAYO DE 2024

Región  |  28 junio de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

LA FUNDACION DE CALARCÁ

0 Comentarios

Imagen noticia

Por Jaime Lopera

El municipio de Calarcá cumple ciento treinta y dos años de fundado este 29 de junio de 2021 y ciento dieciséis años de ser un Municipio desagregado de Salento, en aquel tiempo una población del Estado del Cauca.

Pocas monografías existen sobre la historia de este municipio: la más reciente es de 1986[1] y la más antigua de 1930, escrita por Eduardo Isaza y Arango, un empleado de estadística que prestaba sus servicios en la administración municipal en tanto que imprimía folletos, carteles y libros en su tipografía Renovación donde precisamente él publicó su monografía Calarcá en la Mano. Existen por supuesto fracciones de historia y muchas anécdotas en otros libros y folletos pero en versiones no articuladas a un texto general, por lo que Calarcá aun reclama una monografía local que llene todos los vacíos existentes hasta la fecha.

I El nombre de la ciudad

Al contrario de otros nombres en otras ciudades, la designación de Calarcá fue fácilmente decidida por sus fundadores. Creemos que muchos tolimenses que traspasaron la cordillera de Los Andes para llegar al Quindío, especialmente desde Anaime, traían información de un cacique tolimense llamado Calarcá que ya había sido nombrado por los cronistas españoles cuando hablaban de la numerosa tribu de los pijaos en el territorio del Tolima. La leyenda de un indígena que habría tratado de emanciparse dándole la pelea a los ejércitos monárquicos de Juan de Borja hasta que fueron borrados del mapa, debió ser una historia de varias generaciones.

Con el tiempo la historia de ese cacique, uno más de los muchos otros caciques que manejaban las huestes de los pijaos, se hizo familiar. Fue así como nació la famosa fábula de Calarcá como un renegado pijao que se había casado con una española blanca en tanto que su rival natagaima, Baltazar, lo había enfrentado por celos hasta darle muerte con una lanza. Muchos creyentes dijeron encontrar la lanza y la entronizaron en una iglesia de Ibagué: desde entonces ese sugestivo episodio de la conquista en el Tolima fue la comidilla del lugar.

Muchos años más tarde se supo que Calarcá en realidad había sido muerto por el balazo de un arcabuz en manos del conquistador Diego de Ospina, fundador de Neiva, en un descampado cerca de la población de Natagaima hacia el año de 1610. Lo cual tiene más visos de certeza dado que los pijaos habían sido muy beligerantes con las caravanas españolas que viajaban hacia el Lima por el camino de Guanacas que pasa de Neiva a La Plata y viceversa. El costo de esas interceptaciones era bastante alto hasta que la Corona se aburrió del asunto y ordenó al Virrey Borja que los arrasara (como ocurrió) para quitárselos de encima. Con el tiempo algunos historiadores tolimenses avalaron esta explicación y desmitificaron el episodio melodramático de Baltazar –con excepción de una historiadora calarqueña, Teresa Arango Bueno, que le dio alas al mismo mito con ocasión de un libro suyo publicado en Madrid[2].

II El papel de Román Maria Valencia

Empecemos por decir que en la propia fundacion del poblado existen algunas incongruencias que los testimonios verbales y escritos no han aclarado del todo. Por ejemplo, en el libro mencionado de Isaza aparece una entrevista con uno de los fundadores, Jesús María Buitrago, quien subestima y niega la participación de Román María Valencia en el momento de la firma del acta fundacional. En efecto, Valencia no estaba allí en ese momento pues al parecer se encontraba en Pereira, su domicilio por un tiempo, promoviendo al Quindío con avisos en octavillas que invitaban a visitarlo y contando que el gobierno nacional estaba interesado en el otorgamiento de tierras a quienes acudieran al poblamiento de esa región.

Valencia aparece ocho días después firmando otra de las actas de la junta pobladora y ayudando a demarcar las calles y las plazas. Según documentos de la época, su presencia en Calarcá quedó establecida y es bien destacada: hombre rico, inteligente e inquieto, Valencia venía de ser botánico y cazador de mariposas (que exportaba bajo condiciones que aún no se conocen bien) y además era guaquero, según consta en una carta dirigida a un periódico de Bogotá[3]. Pero las reclamaciones de Valencia, de su puño y letra y a nombre de los asentados en el paraje abajo de Salento, le dieron figuración pero le causaron serios problemas con los autonombrados dueños de la Concesión Burila quienes consideraban muy suyos esos predios recibidos en virtud de una concesión de la Corona española desde 1740.

Pero hay más. En el registro de los primeros lotes que se dieron en la plaza principal, según la importante investigación realizada por Jorge Hernán Velasquez y Carlos A. Mora, Román María Valencia aparece recibiendo uno de los mejores pues, según esa investigación, no solo lo tenía merecido sino que sabía de agrimensura y además había sido veedor de censos en Villamaría, como contratista del Estado del Cauca, y al parecer estaba certificado para realizar diversos menesteres.

Como ya señalamos, Valencia cumplió una destacada labor como abanderado de los pobladores en la dramática controversia contra la Concesión Burila: según Isaza, con la firma de 231 vecinos Roman Maria redactó un memorial al Ministro de Hacienda de la época solicitando la adjudicación de 14.000 hectáreas de tierras baldías con las cuales se pretendía apagar las intenciones usurpadoras de Burila[4]. Y no solo eso, fue de igual modo un visionario cuando, desde entonces, propuso la idea de que esta región se conectara con Bogotá, Cali y Buenaventura por un camino que remontase la Cordillera Central.

III Valencia y el tesoro quimbaya

No obstante estos logros, la actividad de Román María Valencia menos mencionada fue la de guaquero y coleccionista de cerámicas y ese desempeño fue citado en un libro de los dos historiadores españoles sobre el Tesoro de los Quimbayas[5] al señalar, con datos precisos, que Valencia había adquirido piezas de esa guaca y que había notificado a Bogotá, por medio de una corresponsalía al periódico “El Correo Nacional”, que se había encontrado unas joyas de orfebrería quimbaya en Filandia cuando casi nadie sabía de su existencia.

En ese mismo libro de los autores españoles ya citados hallamos una interesante referencia de esa época y de los hallazgos que Valencia hacia como un guaquero alfabeto y perspicaz que era[6]. En 1890 Valencia envía una comunicación que publica el “El Correo Nacional”, como parte de sus Noticias Departamentales, mediante una nota que, hablando del Tesoro Quimbaya, dice así:

“En cuanto a la cerámica, se necesitan conocimientos especiales para poder hacer una descripción completa de tanta variedad de formas, tamaños, figuras y dibujos en las vasijas; hay figuras con agujeros por donde sólo basta la emisión del aliento para sonar y poderse remedar el canto de algunas aves; se hallan planchitas con dibujos y jeroglíficos grabados y con su mango en forma de sello, las cuales imprimen perfectamente bien; también se encuentran cilindros grabados alrededor.” Y añade: “Se cree que eran manufactureros de telas, porque en las patenas de cobre sale la tela adherida al óxido y se distinguen bien los hilos y tejidos de forma finísima: esto lo comprueba mejor el gran número de husos ó (sic) ruedas de hilar que se sacan de las guacas.”

En síntesis, es preciso restablecer el nombre y las actuaciones de Román María Valencia para asignarle a este personaje la importancia verdadera que tuvo antes y después de la fundacion de Calarcá: su conducta como líder y las peticiones que hacía a nombre de los nuevos pobladores, dan fe de una persona capaz, comprometida y genuina que en realidad estaba defendiendo a los colonos frente a los excesos de la empresa Burila sobre la cual todavía hay mucho qué decir[7].

IV El convite de marras

Otro de los episodios que deben examinarse más detenidamente en la historia de la fundacion de Calarcá consiste en el llamado pleito con los colonos de Armenia. La versión popular señala que hubo un convite organizado por Jesus María Ocampo, Tigrero, en predios de lo que sería dicho poblado, con el objeto de independizar a esa zona de la lejana Salento de donde se abastecían principalmente de víveres y aperos de labranza.

Eliseo Ochoa, a la sazón corregidor de Calarcá designado desde la Cartago caucana, fue invitado por el grupo de Ocampo a construir un puente sobre el rio Quindío y para eso era la reunión. El incumplimiento de la cita provocó un altercado verbal de Ocampo con Ochoa y con Henao quienes en principio no supieron comprender las razones de establecer un mercado propio en el Quindío central que configurara una nueva estructura de relaciones económicas ante el sinnúmero de pobladores que ya estaban allí. Punto aparte es la diferencia de caracteres entre Ocampo y Henao (el uno analfabeto, perseverante y emprendedor; y el otro antirreligioso, rebelde y mandón) que mucho se podría examinar en este caso para no perder de vista las relaciones interpersonales de la época[8].

Pero hay otra versión que debe mencionarse a título meramente ilustrativo: existía un rumor entre los fundadores de Montenegro, uno de ellos Eleázar Herrera, quienes temían que se diera un receso de Calarcá debido al progreso de Armenia y a causa del “antagonismo” que existía entre los pobladores de una y otra parte. Esta interpretación favorecería a los calarqueños, pero el compromiso de los colonos por consolidar la fundacion de Armenia desvirtúa cualquier mala intención. No obstante, como esta curiosa declaración proviene de Jesús María Suárez[9] (uno de los fundadores de Armenia con su hermano Alejandro, quienes eran unos ricos comerciantes en Salento), es probable deducir de ella una serie de conflictos grupales que se manejaban con habladurías de lado y lado, y no se puede entonces precisar alguna conclusión plausible de esos hechos de discutible veracidad.,

Es probable que estas señales de desavenencia sean anecdóticas. Estimamos que, aparte de las razones socioeconómicas de la propiedad de tierras y los subsiguientes conflictos agrarios, más bien existía una rivalidad abierta --condicionada por la posesión de las tierras con las cuales el gobierno nacional procuraba estimular a los colonos--, antes que por una antipatía en la actitud de las partes. Esta razón es mucho más válida porque la región quindiana ya estaba llena de pobladores foráneos (como los paisas, los tolimenses, los cundiboyacenses y los caucanos) y entre ellos había otras motivaciones e intereses tales como la valorización de las tierras y, por supuesto, evitar los muchos enfrentamientos con Burila como sucedía encarnizadamente en Calarcá.

embargo, aparte del proceso de las adjudicaciones de baldíos, y reglamentaciones afines, ya existía además el estímulo gubernamental de obsequiar gratuitamente semillas de café africano de Liberia del cual ya existían ejemplos de producción y comercialización en Venezuela. Esta competencia por acceder a esos nuevos beneficios agrícolas del Estado, con el café como un grano que ya se exportaba, creaba por supuesto diferentes intereses que afectaban la solidaridad entre vecinos. Están por conocerse nuevos desarrollos investigativos y estadísticas de la época que confirmen las nuevas razones socioeconómicas que se dieron durante el proceso de colonización antes que proseguir con los excesos anecdóticos que desmejoran la perspectiva general, sobre todo al hablarse de las fundaciones quindianas del siglo XIX.

Armenia, junio 2021

 

[1] Lopera Gutiérrez, Jaime. La Colonización del Quindío. Imprenta del Banco de la República, Bogotá, 1986; y el libro Calarcá en la Mano, de Eduardo Isaza y Arango; Tipografía Renovación, Calarcá, 1930. Existen otras obras como las de Ariosto Cardona Arboleda y una recopilación completa del texto de Lopera publicado por el Concejo Municipal de Calarcá, en el año 2005, con la edición de Jairo Olaya.

[2] Arango Bueno, Teresa. Precolombia. Sucesores de Rivadeneira, Madrid, 1954, página 73.

[3] En 1890, Román María Valencia escribía en el diario El Correo Nacional de Bogotá lo siguiente: “Todas estas cosas, que debieran conservarse en nuestro Museo Nacional, se pierden indistintamente. Yo estoy formando una colección hasta donde me sea posible conseguirla”. Firmada en Calarcá, corregimiento en el distrito de Salento, el 10 de noviembre de 1890.

[4] Isaza y Arango, óp. cit., págs.-39

[5] El Tesoro Quimbaya. Perea Alicia, Verde Casanova Ana y Gutiérrez Usillos Andrés. Ministerio de Educación Cultura y Deporte, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Madrid, España, 2016.

[6] En 1890, Román María Valencia escribía en el diario El Telégrafo de Bogotá lo siguiente: “Todas estas cosas, que debieran conservarse en nuestro Museo Nacional, se pierden indistintamente. Yo estoy formando una colección hasta donde me sea posible conseguirla”. Firmada en Calarcá, corregimiento en el distrito de Salento, 10 de noviembre de 1890.

[7] Carrero Delgado, Wilder Andrés, “La disputa política entre Calarcá-Quindío y la empresa de Fomento y Colonización Burila (1886-1908)”. Anuario de Historia Regional y de las Fronteras 25.2 (2020). La Academia de Historia del Quindío tiene el empeño de investigar con este autor el papel de Burila en el proceso de poblamiento quindiano.

[8] El escritor Benjamín Baena Hoyos (El rio corre hacia atrás, Carlos Valencia Editores, 1980) habla de este convite y sus diferencias en su novela de ficción, al parecer apoyada en testimonios cercanos de la época.

[9] Suárez, Jesús María, La fundación de Armenia y su origen. Imprenta de Emiliano Botero, Armenia, 1910. Montenegro fue fundada en 1892.

PUBLICIDAD

Comenta esta noticia

©2024 elquindiano.com todos los derechos reservados
Diseño y Desarrollo: logo Rhiss.net