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Cultura  |  02 agosto de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Gabriel Avilés: Cartas para no sacrificar inciensos

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Gloria Chávez Vásquez

“Cuando abres los ojos por dentro, te das cuenta de que la realidad es un espejismo”.

William Blake poeta y pintor inglés (1757-1827)

¿Escribir cartas o quemar inciensos? Es el dilema del poeta mexicano (Mérida, Yucatán, 1974) Gabriel Avilés en esta colección de 66 páginas que contiene dos poemarios: “Cartas para no sacrificar inciensos” y “Poemas de suburbios y burdeles”. En imágenes laberínticas, ritualistas y mitológicas, Avilés busca armonía y equilibrio en un ámbito donde el placer se confunde con el dolor y el ser, frustrado, no encuentra más redención que aferrarse a la vida.

Misiva II: PARA OLVIDARTE necesitaría aflorar en un hombre feliz y no en la urgencia de este moribundo que te respira por un claro masoquismo, sin final y esperando, esperando siempre. La nada del tú en ti.

El poeta sugiere en sus misivas líricas, que no vale la pena gastar inciensos cuando se puede escribir cartas, y más si estas terminan siendo poemas. Misivas y poemas son rituales que equivalen al incienso. El humo se esfuma, mas no las penas, y las cartas pueden releerse y transformase en humor poético. Igual que el humo, las cartas evocan lágrimas y como el incienso, emanan esencias.

Misiva VI: TE ESCRIBO para despedirme. Quizá nunca quise el aroma de las flores, prefiero el mar, la consumación de las olas mientras las gaviotas con sus alas pronuncian cualquier nombre menos el tuyo.

En un bello formato digital de Ediciones Ave Azul, (Texcoco, 2020) el libro ha sido ilustrado, portada e interiores por Francisco Javier Alzaga Nava y magistralmente prologado por el escritor y editor Eduardo Adair Zepeda Villareal. “…testimonio crudo del habitante de la noche y sus recovecos, donde la sexualidad y la fe religiosa se hibridan de una manera particular para hacer de las palabras una saeta hiriente que se queda en la mente del lector, siempre con ese tono melancólico de percibir el mar a la distancia”.

Los versos de Gabriel Avilés dan la impresión de haberse forjado en una fragua, que cuestiona obsesivamente, la razón de la existencia. Es el grito mudo de un Sísifo que ve despeñarse la roca desde la cima, una y otra vez, mientras se pregunta, ¿y ahora qué? O el llanto rabioso de Prometeo rompiendo las cadenas, para acabar con el águila que devora sus entrañas, y continuar con su inmortal dolor. El de Avilés es un sendero trazado con sus letras, que se bifurca en dos caminos, uno que provee un poco de esperanza y el otro que conlleva al abismo, pero que, en última instancia, despierta la razón. Su poesía contiene un tono irreverente, en el momento en que comprende que tiene derecho a reclamar a su Creador.

Poemas de suburbios y burdeles

La poesía heroica actual trascurre en medio del desespero del hombre que se reconoce vivo en su fragilidad. Es el ser que se debate entre la luz que ciega y la oscuridad que deslumbra. Es la sublimación del dolor lo que da vida a la poesía. Son las experiencias que dejan huella en el cuerpo y en el alma, y que son como nuevas heridas sobre viejas cicatrices. Es la lucha a muerte con el ego. Es el grito de agonía de quien se niega a rendirse. Es la ira del sediento en el desierto, que prevalece gracias a sus propios espejismos.

TRANSITO este inerte paraíso/ Calles naufragan/ árboles envilecen oquedades/ a favor de la carne/ Judas exalta su muerte/ Profetas y mártires/ reavivan el hedor del tiempo/Grito/Cartas para no sacrificar inciensos/Soy arcángel/Enfermeras y médicos/amarran mis lastimeras alas/Comentando/ ¡Pobre imbécil!

Adair Zepeda describe al Poeta en Avilés como a un “Virgilio desgastado, narrador atemporal que se limita a recordar las vivencias de una vida, arrojando cada chispa en su boca por ser lo más sagrado que le queda: la verdad, la confesión, la absolución en sus pecados. Porque la pesadumbre que lo invade es tajante, al habitar entre pieles que no le corresponden y a las que no termina de pertenecer”. “El suyo, es un evangelio extraviado en las tibias aguas de la metrópolis del Caribe”.

El ser humano en Gabriel persigue con ahínco, la elusiva normalidad en su vida. Hijo de Elías Avilés y Rosario Euan, aparte de poeta es periodista y gesto cultural, dedicado a cultivar la literatura con sus compañeros de jornada como Mariel Turrent y Norma Salazar cuya obra pertenece a una actual Generación Yucateca que irradia poesía. Alumno del laureado y recién fallecido escritor Raúl Renan y de Ali Chumaceiro y Jorge Álvarez R. con quienes Gabriel aprendió a tejer sus versos. Se ha nutrido de la poesía de Oliverio Girondo, Rimbaud, Verlaine, Octavio Paz, Whitman, Elsa Cross, García Lorca entre otros. Y de las lecturas de escritores como Yourcenar, Wilde, García Márquez, Horacio Quiroga.

El incienso purificador y el jazz, su música favorita, son temas recurrentes en sus poemas. Lo inspira la vida misma y todo lo que acontece en ella. Cree en una vida después de la muerte, una vida que debe ser, según él, un remanso de paz. Es un creyente escéptico, que encuentra paz espiritual en las tradiciones. Apela a los mitos paganos y religiosos en un lenguaje eterno, que se grava en la memoria con tinta sangre.

HORMIGAS y alacranes/llevan a cuestas/el daño de mis restos/Nada se detiene /Círculos viciosos Líneas paralelas/el universo, caos de Dios/Mi destierro hiere insomnios/y la sangre, ceniza devaluada/Cristo recorre la niebla/Su intención, salvarme/pero, fenece en el aire denso de las urbes.

Gabriel Avilés habla del amor como una fuente de insatisfacción. De ahí que su poesía sea de un exotismo erótico. Un hombre que se ha dado cuenta de que no existe la felicidad sino los buenos momentos. “El ser feliz es algo relativo, _nos dice_ no siempre puede uno estar bien en la vida, los problemas son también un factor importante para madurar y escribir.

SAULO DE TARSO (fragmento)

Soy Pablo, apóstol,

Antes Saulo Truenos de invidente sin juicio.

Escribo cartas a los sirios: “disparen a quemarropa,

Posdata: el toque de queda es a las seis”.

Famélico, ansioso y débil

Hablo el arameo de los insolentes;

Rasgo mi carne a pedazos,

Los gusanos hacen su festín.

En mi ático, un hombre cuelga,

dentro de un espejo,

hablo con la libertad de nadie

“Mi poesía no es nada feliz” confiesa el poeta. “Es una poesía que nace del dolor en ocasiones y otras en la desesperanza. Concluye que su objetivo en la poesía es que trascienda por si misma; que pase a un término secundario quien la escribió; que sea leída por ser un buen texto, con ello es más que suficiente para sentirme realizado. Como persona, busca realizarse “aprendiendo de todas las vivencias, buenas y no tan buenas, pero siempre con la convicción de que todo tiene un por qué en nuestra existencia”.

Su definición del amor es que se trata, en resumidas cuentas, de “una forma de vivir la poesía y crear con ella el significado de lo amado”.

Gloria Chávez Vásquez es escritora, periodista y educadora colombiana residente en Estados Unidos.

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