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Cultura  |  08 agosto de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Más cuentos de la tía Clara: El ciego García

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Por El Flaco Jiménez

La tía Clara me ponía de ejemplo a mi primo Jaime García porque no hacía regueros en la mesa a pesar de ser ciego.

Pero Jaime no es ciego de nacimiento, sino que, estando chiquito en la finca de Neira, se encontró una bala perdida y era una bala de mortero de la época de la violencia.

Se la encontró en el suelo y se puso a hurgarla con una puntilla a ver qué tenía por dentro y lo que vio adentro, fue lo último que vio: la bala estalló y le jodió las vistas. Jaime quedó con la cara llena de cicatrices muy feas pero menos mal que nunca se las ha visto.

Ese accidente lo salvó del trabajo material, como llaman los campesinos al trabajo físico y Jaime viendo que ya no podía ver, se dedicó a escuchar. Escuchó que Manizales era una ciudad muy grande con catedral y con Arzobispo y que allá vivía la tía Clara.

Los domingos lo llevaban a la misa en Neira y al salir a la plaza escuchaba algo mejor que la misa. Algo que fue música para sus oídos a pesar de que eran los gritos del pato del bus de Autolegal: ¡Manizales! Manizales! Jaime preguntó cuánto valía el pasaje y calladito la boca empezó a guardar monedas cuyo valor distinguía al tacto.

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Un día Jaime se tocó el labio superior y sintió un bigotico hirsuto que le hizo cosquillas en la mano izquierda. Porque la derecha, me olvidaba decirlo, también la perdió con la explosión. Solo le quedó un zoquito y mire como se viste de bien y hasta se amarra los zapatos ayudándose con el zoquito, decía mi tía Clara, y usted que tiene los cinco sentidos anda todo desgualetao.

Al domingo siguiente, salió de misa y se despidió de sus hermanas. Díganle a mamá que no se preocupe que voy a saludar a la tía Clara en Manizales.

Atravesó la plaza, tantiando el suelo con un zurriago y guiándose por la voz del pato llegó al bus de Autolegal. Las hermanitas no lo podían creer, aunque lo habían visto mil veces practicando en el patio de la finca, pero no sabían para qué.

Durante el viaje no paró de interrogar al chofer sobre las maravillas de la gran ciudad. Se bajó en las galerías, mostró el papelito donde tenía apuntada la dirección de la tía, pidió que lo ayudaran a cruzar la calle y tocando con el zurriago llegó muy tieso y muy majo. La ciudad se le grabó en la memoria y después podía guiar a las hermanas cuando llegaban de Neira a visitarlo con admiración. Mire a Jaime, me decía la tía, y usted es un entelerido que no sabe ni donde está parado.

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Toda la familia consideró una proeza que Jaime llegara a Manizales, pero la meta de Jaime era llegar Bogotá y matricularse en el INCI para aprender a leer con el sistema Braille.

Mi tía Clara dijo que jamás lo dejaría ir. Si hasta una se ve a gatas en ese mierdero. Olvídese mijito. Pero Jaime estaba decidido y buscó la ayuda del padre Pacho Giraldo que tenía un programa de radio muy popular llamado La hora católica.

⸺¿Una hora escuchando a un cura, tía?

⸺Y mucho más, sobrino. La gente era buena en esa época (se aguantaban hasta un cólico de pie) pero es que tampoco había más. Después llegó la televisión y la Hora católica se redujo al Minuto de dios, porque en televisión el tiempo es oro.

⸺¿Y Jaime logró conseguir la plata del pasaje?

⸺Claro bobo. Tres meses después llegó Jaime a las oficinas del INCI en Bogotá y entró a la oficina del director en el tercer piso y pregunto por qué no contestaban las cartas del Padre Giraldo.

El director le contestó francamente que no habían querido desilusionarlo porque para aprender Braille se necesitan las dos manos.

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Jaime que tenía la determinación de un riel, pidió humildemente que le hicieran un examen y el director quedó sorprendido (y contrariado) al ver la soltura que demostró el joven montañero para manejar la tablilla Braille con el zoco.

Entonces le puso un examen de orientación espacial: Bajar las escalas hasta el primer piso, salir del INCI, ir al semáforo de la esquina y regresar a la oficina. Tiene 15 minutos joven, le dijo el funcionario con gesto despótico.

⸺Apuesto que Jaime volvió a los diez minutos, tía.

⸺¿No se descalabró pues mijo? Yo fui a visitarlo al hospital y daba pesar. Lo tenían enyesado como una momia, colgado de un gancho y con un palo entre las rodillas.

⸺¿Y qué dijo el director del INCI?

⸺Tan querido. Le ofreció el pasaje pa que se volviera pa la casa, pero Jaime no quiso. Aguantó así colgado patiabierto sin una sola queja. Y saber que usted zumbambico empieza a quejarse apenas le da una gripita. Claro que Jaime sufrió como un perro.

⸺¿Un perro sufre mucho, tía?

⸺Claro. ¿Sin poder hablar? Es mucho lo que sufre uno. Pero se alivió al fin y lo recibieron en el INCI y prontico ya era profesor de allá y después se metió a estudiar derecho y se especializó ¿Y no consiguió plata pues? Ya tiene finca en Neira y se casó con otra ciega…

Pero tía Clara ⸺dije yo por joder, esa no es gracia. Casarse y ser abogado son cosas muy fáciles para Jaime, porque la justicia es ciega y el amor también.

¿Fácil? replicó mi tía con su tonito burlón⸺ Y entonces usted por qué no ha sido capaz de terminar la carrera, ni de ni de casarse, ni de conseguir plata. Diga a ver bobo, atembao.

¿Y diga a ver por qué sigue viviendo con su mamá todavía, siendo que usted tiene los cinco sentidos?

Tal vez por eso tía pensé decirle, pero no se lo dije porque se me hubieran acabado los algos con chocolate y buñuelos. Y el aguardiente amarillo de los sábados.

La tia Clara manda a decir que la semana entrante contará más pero que porfa dejen aquí sus opiniones acerca de este cuento.

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