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Columnistas  |  28 enero de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Aldemar Giraldo

EL FIN NO JUSTIFICA LOS MEDIOS

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Aldemar Giraldo

                                                                                           Aldemar Giraldo Hoyos

 

Una cosa es hacer campaña política y otra, destruir al adversario o deteriorar su imagen, recurriendo a los más bajos procedimientos y a través de distintos medios de difusión, con el objetivo de sacarlo de la contienda, incluso, a costa de su vida íntima; me refiero a esa parte de la vida de una persona que no ha de ser observada desde el exterior y afecta sólo a la propia persona. Peor la conducta, cuando una “propaganda negra” fluye a través de las redes sociales, medio en el cual el anonimato favorece la circulación de un “bulo” y este se convierte en tarea de los internautas, para multiplicarlo N veces hasta convertirlo en “viral”; en un día, un candidato es transformado en ladrón, asesino, desquiciado, vengativo, travesti, deshonesto, apátrida, enemigo acérrimo de los pensionados y en peligroso administrador de los bienes del país.

Tremendas huellas dejó el venezolano J.J. Rendón, experto en rumores y propaganda negra; de ello pueden dar fe quienes vivieron las campañas de Uribe y Santos; en estas, como en la que vivimos actualmente, el debate, eminentemente político, ha sido reemplazado por el desprestigio y el uso de contenidos inmorales, antiéticos o engañosos; en pocas palabras, una campaña se arma con mentiras, calumnias y fraude, siendo difícil, muchas veces, establecer los límites entre la manipulación y la persuasión.

Bien lo decía alguien: “la idea es que la gente salga a votar verraca”, odiando al contrincante y cobrándoselas en la urna; se busca utilizar el poder de la desinformación, destruir la imagen del opositor, a cualquier precio, esculcando su vida y honra para convertirla en un caballo de batalla que entregue votos. A guisa de ejemplo, durante la campaña del año 2018, se batió el récord de “fake news” para facilitar el camino del candidato del Ubérrimo.

Olvidan nuestros políticos de marras que la política electoral debe pensarse como una cuestión ideológica o de propuesta, pero no, como la venta de un producto; craso error en el que caen los asesores de campaña, cuando ellos están acostumbrados a posicionar productos de belleza o de la canasta familiar; gran diferencia debe existir entre un simple comercial o una propaganda, en el primero se busca un rendimiento económico y comercial, mientras en el segundo, el objetivo es transferir ideas, opiniones, dar a conocer una doctrina o una creencia. Hasta el momento no hemos escuchado ideas, opiniones ni propuestas de nación.

Volviendo a la propaganda negra, esta fue usada por Hitler para alcanzar buenos dividendos; la técnica era repetir una mentira miles de veces hasta convertirla en verdad; hoy sabemos que el éxito de este tipo de propaganda radica en que está diseñada para influir en las capas sociales altas, capaces y mejor informadas de la estructura social. Lo que se busca es que el receptor se convierta en repetidor y amplificador de la mentira, por ejemplo, a través de whatsapp, Instagram, etc.​

Asistimos a un espectáculo deprimente: lanzamiento de basura entre los candidatos, formación de una opinión publica desfavorable, creación de confusión entre los miembros del partido adversario, producción de desconfianza entre los electores y socavación de la moral del oponente. Salta al tinglado una pregunta: ¿Por qué se toca la vida personal de los oponentes y se dispara a través de las redes? Así no se puede, como decía mi abuela: “Si no actuamos ahora para salvaguardar nuestra privacidad, todos podríamos ser víctimas del robo de identidad”.

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