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Cultura  |  23 octubre de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Debo mi nombre a la radio

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Este texto fue escrito por Carlos Alberto González Q, y hace parte del libro antológico La radio en el Quindío

Debo mi nombre de pila a la noticia trasmitida por la radio en 1948 sobre el nacimiento del Príncipe de Gales, primogénito de la Reina Isabel II de Inglaterra, acontecimiento que se celebró con júbilo y se propagó como noticia en la radio a través del mundo. Como homenaje y admiración a la Reina, dos años después de este acontecimiento, mi madre utilizó el mismo nombre para bautizar a su primogénito, combinado con el de Alberto, nombre tomado de un personaje de la radionovela “El Derecho de Nacer”, de la cual mi madre no perdía episodio.

Esta radionovela, escrita en 1948 por el cubano Félix Caignet y trasmitida por la emisora CMQ de la Habana con un amplio reconocimiento internacional, fue adaptada y trasmitida en Colombia en el año 1950 por la Emisora Nuevo Mundo de la Cadena Radial Colombiana Caracol.

Con esta producción la emisora alcanzó la supremacía de la audiencia nacional, justo el año en que se dio mi nacimiento. El drama radiofónico se nutría de las situaciones emocionales y las adversidades de Mamá Dolores, y personajes como María Helena del Junco, Isabel Cristina y el Dr. Alberto Limonta, en el cual mi madre se inspiró para llamarme.

Fue tan sentida y conocida esta radionovela, que el archivo de Señal Memoria, reseña sobre esta producción que:

“Toda la gente en el país, corría a sus hogares como si se tratara de un toque de queda para sintonizar los diferentes capítulos del Derecho de Nacer. Si se llevaba a cabo una reunión social, los asistentes dejaban de conversar o bailar, para reunirse al rededor del radio receptor…y esto se daba en cualquier clase socio económica, y era común el ver las lágrimas de las damas corriendo a flor de piel”.

Mi nombre, fue en su momento el símbolo que reunía los anhelos y sueños de una madre en sus deseos de prosperidad y la de su hijo en medio de situaciones de inequidad e injusticia que marcaron el imaginario de mis padres a manera de constelaciones familiares.

Los primeros recuerdos de la radio me vienen con el relato de mi abuela, de origen campesino, quien contaba de manera jocosa, cómo sufrió un desmayo al escuchar voces por primera vez de una caja de madera, y con el recuerdo de mi madre que en casa luego de hacer café, prendía la radio para entretenerse y tener noticias de lo que pasaba afuera.

La acompañé durante mi infancia, mientras escuchaba noticias en el “Reporter Esso” que remedábamos gritando a coro: “Que le corten Esso”, y la “Ley Contra el Hampa”, o series como “Doctora Corazón”, y radionovelas como, “Renzo el Gitano”, “Kadir el Árabe”, las aventuras de Kalimán con su compañero Solín, y las historias del enigmático investigador oriental: Chan, Li Po.

Recuerdo la radio como un gran cajón que al interior tenía un intrincado entramado de tubos de luz. El frente, cobijado por una tela de paño, tenía dos grandes botones en la parte baja, un tablero con varias filas de números y lo que más me llamaba la atención, era un fascinante ojo interno brillante de plástico que se iluminaba en diferentes tonos.

Este aparato, luego de varias reparaciones y una trágica caída, quedó inservible, por eso adquirimos una radiola, a la que además de radio, se le acoplaban discos. Igualmente un radio portátil de transistores con antena incorporada y la posibilidad de colocarle baterías cuando se fuera la luz, o bien para escuchar fuera de casa. Para cuidarlo, lo llevábamos con esmero en un estuche de cuero hecho a su medida.

Además de escuchar los programas favoritos de mi madre, no faltaba la trasmisión de las carreras de caballos los domingos, con la voz de Gonzalo Amor, el narrador y comentarista, diciendo:

“¡Ennn… Tierra Derechaaa!…”, para explicar que los jinetes ya habían pasado la última curva y entraban a la recta final donde se encontraba la meta. Algunas veces había que esperar con expectativa el “Foto Finish”, para saber cuál de los caballos había ganado. Se transmitían 6 carreras oficiales llamadas válidas, e igual, días antes se emitían en la radio, programas previos con expertos que pronosticaban los resultados y recomendaban “palos” y “favoritos”.

Decenas de veces llevé a sellar a la farmacia, el formulario de apuestas del “Cinco y Seis” con la selección de caballos que escogía mi madre, producto de los consejos recibidos y los de su intuición, para el domingo en la tarde en el programa de la radio, saber cuántos ganadores habíamos cogido.

Otro de los programas favoritos de mis padres eran los musicales, como la “Hora Philips”. Recuerdo nombres de artistas que se presentaban en los radioteatros como Oriol Rangel, Jaime Llano González, Berenice Chávez, Silva y Villalba y el dueto de los Tolimenses. De mi predilección, además de las series detectivescas y de misterio, los programas de humor, como “El Tremendo Juez y la Tremenda Corte” con “Tres patines”, programa popular radiofónico de origen cubano. Así mismo escuchaba los “Chaparrines” con los hermanos, Víctor, Mario y Augusto, elenco de cómicos ecuatorianos que encantaban a los radioescuchas con sus particulares personajes de Mamerto, Juanito y el profesor Lechuga.

Estaba el programa humorístico “La Escuelita de Doña Rita” con un elenco colombiano, en su mayoría proveniente del radioteatro. Personajes como el “Tocayo Ceballos” en la Emisora Nueva granada, Montecristo el gran humorista antioqueño y el “Coloso del Humorismo” también llamado el “Hombre de las Mil Voces”, Hebert Castro, de origen Uruguayo.

No me perdía, la trasmisión de la “La Vuelta a Colombia”, que inició en 1951. Con ella de niño, conocí las regiones de Colombia en las voces de Carlos Arturo Rueda de Caracol y Alberto Piedrahita Pacheco de RCN, quienes narraban y daban a conocer las características de las diferentes comarcas y poblaciones. Igual, nos comentaban las rivalidades entre los corredores de las diferentes regiones. Nombres como Ramón Hoyos, Martín Emilio “Cochise” Rodríguez y Javier el “Ñato” Suárez de Antioquia.

Efraín Forero, Roberto “Pajarito” Buitrago, y Jorge Luque, el “Aguila Negra”, representantes de la región Cundi-boyacense. De Caldas y el Valle, Rubén Darío Gómez originario de Chinchiná, llamado por su fuerza y coraje el “Tigrillo de Pereira” y Carlos “La Bruja” Montoya originario de Filandia, antiguo Caldas, hoy Departamento del Quindío, quién corría por el Valle del Cauca donde vivió desde joven.

Siempre tuve la radio cerca de mí para escuchar la música de los nuevos tiempos y de la Juventud Moderna. Emisoras como Mil 20 y Radio 15 eran mis favoritas porque trasmitían los géneros del Ye-ye y el Gogó, las baladas románticas en los años 60 y los ritmos juveniles como el Twist, el Rock and Roll y la Música Protesta. Existían programas como Estudio 15, dedicados a entrevistar personajes de la nueva ola y a reproducir su música. Esto llevó al programa a crear un sello discográfico propio.

Radio 15 fue una de las primeras emisoras musicales en Colombia con frecuencias en diferentes partes del país. Por esta emisora se transmitía el “Show de los Frenéticos”, emitido desde el radioteatro de la emisora “Nuevo Mundo” en Bogotá. Por este escenario pasaron grupos de jovencitas como las “Chicas Go-go” y “Las Vitaminas” del grupo de Jimmy Salcedo y su Onda 3. Por esta emisora, conocimos movimientos juveniles como el Club del Clan de Argentina y su versión colombiana trasmitida por la cadena “Todelar”, donde conocimos la música social testimonial y movimientos vanguardistas divergentes como el Nadaísmo, con Gonzalo Arango y los poetas Pablus Gallinazus, Jaime Jaramillo y Jota Mario Arbeláez.

De la Radio obtuve el nombre que está en mi Registro Civil y la Fe de Bautismo. Supe de mundos desconocidos y gente diversa, de pasiones, controversias y productos del mercado. Por la radio generé aficiones musicales y deportes, me reconocí en el escenario de la lúdica y la semántica. En los libros, la televisión y la escuela, tuve diferentes complementos, pero a ciencia cierta puedo decir hoy con la evocación de estos recuerdos, que debo a la radio mi nombre y parte de mi identidad.

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