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Cultura  |  30 octubre de 2022  |  12:01 AM |  Escrito por: Administrador web

La radio

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Un texto de Uriel Quiroz C, integrante del taller de escritura creativa Café y Letras Renata

Mi padre, quien administraba fincas cafeteras en el caserío de Córdoba (hoy municipio del Quindío), adquirió un radio transistor de origen Japonés para que los trabajadores escucharan noticias y música de cantantes argentinos, ecuatorianos, mexicanos y colombianos. Entre todos hacían colectas de 10 o 20 centavos para comprar las cuatro pilas con que funcionaba.

En los años 50 dejó de administrar fincas por problemas de la violencia política, se radicó en el casco urbano y fundó un hospedaje llamado Hotel Colombia, donde se alimentaban y hospedaban los maestros de la escuela elemental, que por entonces solo tenía hasta 3° de primaria, el médico, los telegrafistas, inspectores, secretarios y algunos trabajadores que llegaban de las cosechas de café.

mejorar la atención del hotel, archivó el radio transistor y adquirió un Philips de teclas, más sonoro y de corriente eléctrica, suministrada por una planta que funcionaba algunas horas del día. Era el espacio para la música de los inolvidables cantantes de la época, los radionoticieros y las radios novelas: el Derecho de nacer, Kadir el Árabe, Arandú, Chan Li Po.

Este transistor lo conservo, desde hace setenta años como un testigo mudo de lo que se llamó: “La Violencia en Colombia”.

La Vuelta a Colombia no solo me pareció una competencia entre ciclistas sino entre las cadenas radiales: Caracol, RCN y Todelar, que con sus modernos equipos, para la época, resolvían los problemas técnicos derivados de nuestra encaprichada geografía nacional.

Una de las etapas que más recuerdo, era Cali, Buga, Sevilla, Caicedonia, Armenia (vía principal del puerto de Buenaventura); porque en Rioverde, cerca al caserío de Córdoba, había un puente colgante por donde cruzaban los ciclistas y los carros por un banqueo que le hacían al lecho del rio.

La gente aplaudía a los ciclistas: El Zipa, el de Marinilla, la Bruja, el Príncipe de los Estudiantes, Pajarito, el Ñato etc, pero cuando aparecía una camioneta con los locutores, se volcaban sobre ellos y los llamaban por sus nombres esperando estrechar su mano y en esos momentos los ciclistas quedaban en segundo plano.

Recuerdo la letra de una canción que se escuchaba por la radio refiriéndose a la explosión de camiones militares cargados con dinamita en Cali en 1957, cuya radiodifusión fue prohibida por la dictadura del general Rojas Pinilla.

Por los años 60, nos trasladamos a Bogotá y como fieles oyentes de la radio, escuchábamos un programa llamado “La Ley contra el hampa” que terminaba advirtiendo: “hay que estar atentos porque entre este y aquel anda un delincuente”.

Una de mis hermanas complementaba diciendo: “entre este y aquel anda Julio Quiroz”, nombre de mi papá, quien con una palmada en la boca para que se callara, decía: “Si escucha un vecino puede pensar que yo soy un delincuente”. Después de este incidente él era el único que escuchaba “La Ley Contra hampa”.

En este mes de octubre 2021, nos acompañaron en las tertulias “café&letras renata”, un excelente grupo de personas como: Julio Cesar Gallego García, Carlos Enrique Rincón Torres, Alberto Salcedo Ramos, Judith Sarmiento, Miguel Ángel Rojas, James Padilla Motoa, Hugo Cardona Fernández, entre otros; que nos enriquecieron el conocimiento de lo que fue y es la maravillosa radio y en especial en el Departamento del Quindío.

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