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Cultura  |  06 noviembre de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

La radio, como yo la conozco

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Un texto de Jhon Jairo Torres G, integrante del taller de escritura creativa Café y Letras Renata.

La tensión del momento se podía sentir en el Centro de Operaciones Tácticas (COT) de aquella base militar y el comandante se sentía impotente por no acompañar la acción en el campo de batalla. Al escuchar por el radio la comunicación, se formó un nudo en la garganta de todos los presentes:

– ¡Emboscada!... ¡Emboscada!– Se escucharon disparos sucesivos y la voz desesperada del radio que decía:

– ¡Apoyo!... ¡Apoyo!– Luego, nada.

– ¿Carajo, qué está pasando? ¿Cancún 1 me copia?–. Gritaba el comandante presionando fuerte el botón del radio PTT (por sus siglas en inglés, Press to talk), para que lo escucharan, pero solo recibía estática.

– ¡Comuníqueme con Yucatán!–. Exclamó.

– ¡Listo líder! ¡Canal 3 abierto!– contestó el radio operador. –Ya puede hablar.

COMANDANTE: ¡Yucatán! ¡Yucatán de vigía! ¡Yucatán! ¡Yucatán de vigía!


YUCATÁN: ¡Siga vigía!... ¡Le copio!


COMANDANTE: ¡Informe la situación, Yucatán!


YUCATÁN: ¡Parece que se adelantó el “rojo, rojo”, porque escuchamos disparos unos novecientos metros adelante del punto de inicio, vigía¡


COMANDANTE: ¡Avancen Yucatán, que emboscaron a Cancún! ¡Identifiquen el enemigo y abran fuego a discreción¡


La impaciencia y una angustia insoportable embargaban a todos en el recinto al presentir el resultado del enfrentamiento. Uno no alcanza a imaginar los sentimientos que se atraviesan entre el pecho y la espalda de los hombres que se encuentran frente a los radios de comunicación, en tiempos de guerra.


Como se puede apreciar, mis recuerdos de la radio distan mucho de aquellos programas amenos e informativos que las personas mayores tienen en su memoria, aunque puedo recordar algunos momentos de mi infancia y adolescencia. Escuchaba programas de rock en una emisora llamada Veracruz Internacional de Manizales, en un “mini componente”, sentado en la ventana de mi alcoba y con el pensamiento extraviado en las estrellas, pero no logro quedarme en esos recuerdos.


Mi memoria, ineludiblemente me traslada a la base militar, donde luego de varias semanas de incansable planeamiento, los altos mandos ordenaron ejecutar el denominado “Plan Península”, sellado según informes de inteligencia, como “ultra secreto”, que consistía en enviar dos escuadrones bien equipados por un temido jefe del narcotráfico protegido por su grupo de escoltas.


Se esperaba una operación limpia y sin mayores inconvenientes, o por lo menos, eso creía el Comandante que en esta ocasión, por orden de sus superiores, tuvo que vivir la acción desde el COT (Centro de Operaciones Tácticas) sin ponerle el pecho a las balas en la batalla, como era su deseo. Esa misma noche descubriría, cuánto se sufre tras los bastidores del teatro de la guerra.


Las maniobras iniciaron a eso de las 21:00 horas (9 PM), con el reporte de que los escuadrones fueron descargados en diferentes zonas. Como se esperaba el acercamiento al punto señalado en tres horas, los reportes se harían cada treinta minutos, pero al final, habría silencio en los radios hasta nueva orden.


Aproximadamente a eso de las 23:35 horas (11:35 PM) y luego de esperar el último comunicado de ambos grupos durante cinco eternos minutos, se abrió la comunicación con las palabras que el comandante no esperaba escuchar:

– ¡Emboscada! ¡Emboscada!– A continuación se escucharon los disparos y la voz desesperada:

– ¡Apoyo! ¡Apoyo!–. Luego, nada.


Las comunicaciones quedaron abiertas y el estruendo de las explosiones se escuchaba por el radio. La confusión se apoderó del momento, cuando por el canal de Cancún, se escuchó la voz del radio operador:

– ¡Vigía! ¡Nos quedamos sin cabeza! El Sargento y el Cabo fueron alcanzados por proyectiles. Qué ordena”.

El Comandante, tomó el mando. Mapas, geolocalizadores y cartas de navegación quedaron esparcidos al instante sobre la mesa y sus órdenes como en una rápida jugada de ajedrez, no se hicieron esperar:

– ¡Cancún! ¡Realice maniobras de evasión hasta el cerro que tiene a su espalda y resista! ¡Los refuerzos van en camino!


Unos cuarenta minutos más tarde y luego de muchas órdenes y maniobras tanto de evasión a Cancún como de ataque a Yucatán y viceversa, el sargento al mando de este último, reportó a la base de operaciones:

– ¡Vigía! ¡Misión cumplida! ¡El personaje ha sido capturado y los facinerosos reducidos!... No me explico cómo supieron que veníamos, pero la maniobra evasiva salvó al personal del escuadrón Cancún. Lastimosamente perdimos sus dos líderes… Qué ordena, Vigía”.


El Comandante recuperó el aliento luego de las palabras que venían de la radio. Los momentos de tensión vividos durante la operación se convirtieron en una mezcla de alegría por el cumplimiento de la misión y de tristeza por las pérdidas humanas, pero había que terminar la operación, por lo cual, radió el paso a seguir:

–Yucatán. Ya les envío el transporte para que procedan a la extracción. Mientras tanto, hagan un barrido por la zona y traigan todo lo que consideren que pueda tener información para esclarecer lo sucedido… Cambio y fuera”.


En los meses siguientes se adelantó una investigación exhaustiva cuyo resultado evidenció que el documento sellado como “Ultra secreto”, había sido filtrado y vendido al narcotraficante por un miembro de la inteligencia, quien siempre pensó que sólo iría un grupo por él.


Como esta situación, hubo otras en que las ondas sonoras de los radios de comunicación se usaron para salvar vidas y brindar el apoyo necesario a las diferentes operaciones en las que participó el Comandante, quien luego de aquella noche, entendió que en el cumplimiento del deber se sufre tanto en el campo de batalla como en el centro de comunicaciones.


En la actualidad, esas situaciones son solo recuerdos, algunos alegres y otros no tanto, algunos de mucha tensión y otros anecdóticos, pero al fin y al cabo son los recuerdos de la radio, como yo la conozco.

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