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Cultura  |  16 enero de 2023  |  12:52 AM |  Escrito por: Administrador web

La pérdida de la conciencia

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Gloria Chávez Vásquez

La vida antes de la conciencia era como un papel en blanco

Santosh Kalwar (1980) poeta Nepalí

 

En la historia bíblica del Génesis, Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso porque “comieron de la fruta del árbol” de la Ciencia del Bien y del Mal. Entonces es cuando se hicieron conscientes. Fueron capaces de sentir vergüenza. Despertaron a la realidad. Fue el comienzo de la conciencia moral. El creador estableció las reglas del orden, que más adelante, dictaría a Moisés, liberador del pueblo hebreo, en las Tablas de la Ley.     

El hombre moderno ha rechazado la sabiduría de los Diez Mandamientos. Como consecuencia, y ante la acelerada pérdida de la conciencia, el mundo entró en una crisis moral difícil de superar. Cada vez importa menos respetar las reglas del juego de la vida o hacernos responsables de nuestros actos. Los individuos sin conciencia han caído en un comportamiento que raya con la psicopatía, la antítesis de la conciencia y los supuestos guías sociales y gobernantes mienten y se inventan una realidad tóxica donde impera la impunidad. La licencia para delinquir es ahora la invitación al abuso y a la violación de la vida ajena.

Individuo y Conciencia

Lo que para unos es un fenómeno físico y químico, para otros es la voz del alma conectada con Dios. Desde el punto de vista científico, el hombre adquiere conciencia cuando se desarrolla la neo corteza, la parte superior del cerebro.  Freud la denomina el alter-ego y forma una triunidad, junto con el sistema límbico (centro de las emociones) y el complejo R o cerebro reptiliano (instintos animales), cuyas funciones combinadas forman parte del comportamiento humano.  La conciencia solo ocupa una pequeña porción de nuestra mente. Es subjetiva e individual, por tanto, difícil de examinar; por esa razón los científicos no han podido localizarla en el cerebro y mucho menos saber a ciencia cierta lo que es.

Podríamos decir que la conciencia es una forma del sentido común, que nos ayuda a distinguir lo que está bien y lo que está mal. Es lo que nos permite elegir el camino que debemos seguir, creando una realidad tal como la vivimos. Gracias a la conciencia reconocemos nuestra existencia, damos sentido a nuestros actos y a nuestros estados mentales.

La única realidad que somos capaces de ver, es aquella de nuestras percepciones, nuestra propia conciencia, señala el escritor y comediante inglés, Alan Moore. En ese sentido es como si viéramos el mundo a través de unos lentes opacos o con visión limitada. Prem Prakash, actor y productor de cine hindú, confirma que El mundo que percibimos es un reflejo de nuestro estado mental y revela nuestro nivel de conciencia. Ver las cosas del color del cristal que escogemos no significa que estemos siendo realistas. 

Los distintos niveles de religión en el mundo los explica Ravi Ravindra, teósofo y fundador del Instituto Gurdjieff en la India, cuando dice que Los diferentes estados de conciencia proyectan diferentes imágenes de Dios. Esos niveles, desde los mas primitivos hasta los más trascendentales, se manifiestan, no solo en la cultura sino también en el individuo.   

Consciencia social y colectiva

De acuerdo con el poeta y escritor indonesio, autor de Master of Stupidity (Maestro de la Estupidez), Toba Beta, la conciencia colectiva es la que define la existencia y sostenibilidad de una civilización. Los acuerdos morales que rigen en la sociedad son los que deciden cómo se debe vivir en el mundo. El escritor burmés, residente en Nueva Delhi, Gian Kumar enfatiza, además, que en la conciencia universal o cuántica todos estamos interrelacionados, interconectados y somos interdependientes.

Es un hecho que la introspección, o acto de autoinspección consciente en el individuo produce una sociedad más responsable, disminuyendo así la posibilidad de los daños de las ideologías. Según el botanista estadounidense, Terence McKenna, esto se debe a que el individuo consciente no acepta ideas que degraden su calidad de vida.

Las relaciones familiares, amistosas y educativas son la base para la evolución de nuestra conciencia, y así lo reconoce Alaric Hutchinson, conocido como el Zen Cowboy, autor de “Viviendo en Paz”. Agrega que, es gracias a las relaciones con los demás que podemos entender quiénes somos, ya que, conocernos mejor nos permite disfrutar la vida.

El psiquiatra y psicoanalista suizo, Carl Gustav Jung observaba que, una experiencia en grupo, toma lugar en un nivel más bajo de conciencia que el de una experiencia individual.  Esto ilustra la razón de la violencia destructora de las masas, dirigidas por los provocadores de turno.

Es un hecho, que la conciencia de los pueblos son sus ciudadanos más excepcionales, pero a lo largo de la Historia, los que tienen el poder son generalmente hostiles a la crítica y a las verdades del conocimiento. Los casos de figuras como Giordano Bruno o Juana de Arco, quemados en la hoguera por contradecir un dogma o como mensajeros de su época, son una prueba de que los avisos de los visionarios o personas conscientes no son siempre tolerados en la sociedad.

La psiquiatra estadounidense, especialista en los traumas del incesto, Judith Lewis Herman declara que la respuesta más fácil que encuentran las personas contra estas atrocidades es desterrarlas de la conciencia. Al eliminar el rigor con que juzgamos ciertos eventos, estos pueden llegar a pasar desapercibidos por la sociedad.

 La función de la conciencia

La conciencia es una facultad que nos enseña a pensar. Al analizar nuestras experiencias, encontramos un nuevo sentido a la vida. De nada sirve ser conscientes si no podemos tomar decisiones por nosotros mismos. El libre albedrío es parte integral de la esencia misma de la conciencia. Un ser consciente sin libre albedrío es un absurdo de la metafísica, concluye el filósofo taoísta norteamericano, Raymond Smullyan.

Los que creen que Dios es moralmente innecesario dicen que no lo necesitan para saber que matar es malo. Pero si carecemos de una guía u orden moral es imposible vivir en paz mental, en armonía espiritual, y mucho menos mejorar como personas. La creencia de que la conciencia es todo lo que necesitamos para actuar moralmente es lo que ha degradado el nivel intelectual y personal de la gente.

La realidad es que la conciencia es muy manipulable. Es esa maleabilidad la que facilita los argumentos materialistas y ateos y, en otros términos, que nos dejemos arrastrar por la anarquía, todo aquello que nos daña moralmente. Después los peritos cuestionan el aumento de depresión, alcoholismo, violencia familiar y enfermedades mentales en la sociedad.

Si la conciencia es moralmente efectiva, ¿cómo es qué los inconscientes, los malhechores o los agentes del mal duermen tranquilos? ¿Cómo han podido dormir tranquilos los nazis, los comunistas y los terroristas islámicos?

“Respondo por mi conciencia” no significa nada, ni moral ni intelectualmente. Todo asesino y tonto moral responde a su “consciencia”. Y su “conciencia” le dice que todo está bien, especialmente en esta época egocentrista. Esta es otra evidencia de que, sin una estructura moral, es inútil lograr un comportamiento recto. Esta gente vive en estado de inconciencia.

Los soldados alemanes y sus lideres nazis estaban convencidos de que actuaban del lado bueno y por eso seguían el dictado de sus conciencias. Los espías occidentales que le dieron el secreto de la bomba atómica a Josef Stalin, –el segundo asesino en masa más grande de la historia– creían que estaban actuando a conciencia; los soldados japoneses que violaban a punta de pistola a las mujeres coreanas y los médicos que han realizado funestos experimentos en seres humanos y animales estaban conscientes de sus actos. La lista de grupos y lideres que han actuado de manera inconsciente a lo largo de los siglos, es interminable.

La idea de que nuestros sentimientos son los que determinan qué es bueno y qué es malo, es absurda” nos dice el comentarista Dennis Prager y añade: El sentido común dicta que la gente necesita seguir una guía espiritual y hacerse cargo de una ley moral. Cada día hay más gente haciendo lo que quiere y justificando sus malas acciones para quedar en paz con su “conciencia”.

“No creo que la conciencia sea generada por el cerebro, razona el escritor británico Graham Hancock: Creo que el cerebro es como un receptor de la conciencia”. En cuyo caso habría personas que están poseídas o manipuladas por las fuerzas del Mal. 

El futuro de la Humanidad aboga por una combinación de Espíritu y Razón. Un espíritu sin razón desemboca en el fanatismo y la locura. La Razón sin Dios ni Ley termina en un caos moral como el que está destruyendo las naciones, tan atacadas como los hogares y las familias. En efecto, una razón sin Dios termina en la muerte de la razón, lo cual equivale, sin lugar a dudas, a la extinción de la especie humana.   

 

Gloria Chávez Vásquez, escritora, periodista y educadora reside en Estados Unidos.

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