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Cultura  |  16 enero de 2023  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

El dedo índice de Mao y Camila Todoslosfuegos, dos novelas de Juan Diego Mejía que narran a Medellín desde las entrañas

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El dedo índice de Mao:

Años setenta. En Medellín se escuchan gritos de libertad que vienen de otros lugares del mundo. El movimiento estudiantil colombiano está en un punto de gran agitación. Las ideas llenan los auditorios de las universidades y se muestran en las paredes de toda la ciudad. Los jóvenes militantes alzan los brazos, empuñan las manos, muestran los dedos que señalan y juzgan.

La sociedad cruje. Mientras tanto, el Gordo mira a través de la ventana de su casa; ve pasar la vida que no pudo vivir. Sabe que es lento, demasiado lento para ese vértigo que se mueve fuera.

Y Juancho, su hermano, se siente atrapado entre esas dos dimensiones, como si estuviera viviendo de nuevo el drama de George y Lennie, los protagonistas de la novela de Steinbeck titulada De ratones y hombres.

Una novela sobre una generación que soñó con los cambios sociales hace más de cuatro décadas.

Algunos fragmentos:

«¿Quién es esa?, le pregunté cuando ella se fue a conversar con otra gente sin soltar el regalo. El Mono me miró con cara de burla y me dijo, Hombre, Juanchito, esa mujer te daría tres vueltas.

Le decían Maru y tenía las manos huesudas, las dos cosas las supe cuando se arrimó al grupito donde estábamos el Mono y yo con otros tipos que se trataban con cierta distancia. Uno de barba muy negra la saludó, ¿Qué hubo, Maru?, y Maru no tuvo ojos sino para él, le entregó la escultura del Mono y le dijo, Mira lo que hizo este artista, entonces ahí le vi el brazo moreno que se iba volviendo una trenza de venas, tendones y huesos hasta llegar a los dedos que sostenían la talla. Maru había vivido mucho y se ganaba la vida trabajando en bares de ricos en El Poblado. Tenía un apartamento para ella sola en el centro de la ciudad. Era una persona fuera de lo común, alegre y habladora. Fue mi primera amiga en ese mundo de maoístas donde solo se hablaba de dejar la ciudad y marcharse para el campo.»

Página 49

«Si alguien quería ser maoísta, debía aprender a hablar de las contradicciones, encontrar cuál era la principal y dejar las otras como secundarias, pero por encima de esa teoría sacada de los libros lo importante era saber mostrar el dedo índice. Podía ser el derecho o el izquierdo, según el manejo de los hemisferios del cerebro de cada orador. Lo mostraban a la altura de sus narices, y los espectadores lo veíamos por el lado de la uña.»

Página 76

Camila Todoslosfuegos

Como si se tratara de una historia del neorrealismo italiano, esta novela de Juan Diego Mejía, publicada por primera vez hace más de veinte años, nos invita a descubrir una Medellín que cambia de piel a comienzos de la década de los setenta. Un grupo de muchachos apuesta sueños y vidas al vértigo de la noche. Camila los acompaña en silencio. Se deja llevar por el viento que envuelve a las motocicletas y promete ser valiente en la vida y en la muerte.

La Medellín de los años setenta, la historia de una amistad y de un amor imposible.

Algunos fragmentos:

María
«Desde la noche de la fiesta en casa de Lina, o mejor dicho, desde el momento en que María me besó en la boca para despedirse empecé a echarle cabeza a todo ese asunto. Sentados en la banca de La Playa les pregunté a todos qué creían que significaba ese beso. Pablo me dijo sin pensarlo dos veces que se trataba de un mensaje directo y sin rodeos, Te lo está pidiendo, me dijo. En cambio, Lucas me recomendó prudencia porque las peladas como ella son muy raras y uno no sabe cómo van a reaccionar. Paco me sugirió pasar a la ofensiva, Preguntale por qué lo hizo, vas a ver que ni ella misma lo sabe, entonces vos podés calmarla y mostrarte como el conductor que su vida necesitaba.

Ninguno de los consejos me tranquilizó. Si pensaba en tener una novia o algo por el estilo esa era la oportunidad, solo que debía averiguar el número telefónico de María, identificarme como el estúpido que le prestó una boca esa noche en casa de su amiga Lina, después debía preguntarle si ese beso había sido en serio, lo demás no lo podía imaginar allí sentado en medio de las miradas de la gente que pasaba frente a nosotros.»

Página 28

«Hoy Paco me trata diferente. No sé explicarlo, pero es como si hubiera pasado algo entre nosotros. Tal vez Camila me iluminó como una lámpara en la noche y ellos me vieron de una manera que nunca me habían visto. Por unas horas no pensé en María sino que me concentré en los labios de Camila que me contaron la historia de una mujercita que trabaja en una floristería en Maracaibo con Junín y que vive con sus primas en el barrio Castilla, O sea que todos los días por la mañana abrís el negocio y, cuando entrás, el sol se mete con vos al local frío que estuvo solo toda la noche, le dije. Ella me miró sorprendida, Seguramente lo primero que hacés es sintonizar el radio en Radio Ritmos y tarareás las canciones para no sentirte muy sola mientras llega tu patrona. No sabía qué decirme, entonces se dedicó a mirarme. María nunca me miró así, Después de limpiar el piso ya estás calientica, y cuando tu jefa llega vos le tenés tinto hecho y el negocio organizado, ¿O no sos tan juiciosa, Camila?, le pregunté para que ella hablara un poquito y yo pudiera mirarla.».
                                                                                                                                                                     Página 84.

Sobre Juan  Diego Mejía:
Nació en Medellín en 1952. Ha publicado cuentos y novelas que recorren la Medellín de la segunda mitad del siglo XX y los territorios por donde se movió el idealismo de los jóvenes de los años setenta y ochenta. Algunos de sus libros son: El cine era mejor que la vida (1997), Camila Todoslosfuegos (2001), El dedo índice de Mao (2003), Era lunes cuando cayó del cielo(2008), Soñamos que vendrían por el mar (2016), Adiós, pero conmigo (2021). En 1996 ganó el premio nacional de novela Colcultura.

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