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El Quindío  |  31 julio de 2023  |  12:50 AM |  Escrito por: Administrador web

Historia del destierro que sufrió el férreo opositor a la creación del Departamento del Quindío

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Luis Granda Mejía y su esposa Josefina Jaramillo Quintero, en los años cuarenta, cuando se conocieron

Miguel Ángel Rojas Arias

Esta historia está narrada en la voz de Aleyda Granada Mejía, hermana del exsenador conservador Luis Granada Mejía, el portentoso opositor a la creación del Departamento del Quindío en los años 1965 y 1966. Aleyda Granada Mejía acaba de cumplir 99 años y vive en Armenia.

La portentosa oposición que el senador conservador Luis Granada Mejía le hizo al proyecto de Ley que creaba el Departamento del Quindío le generó grandes enemistades en su tierra, Armenia, donde había sido juez, abogado litigante, concejal, representante a la Cámara y senador de la República. En una región liberal, su posición conservadora ya le había granjeado enemistades, que se manifestaron de forma violenta en algunas ocasiones. Sus propios copartidarios le dieron la espalda.

Dos atentados

El 9 de abril de 1948, cuenta Aleyda Granada, varios de los amotinados liberales, conducidos por Óscar Gómez Santa, luego de asaltar el edificio de la ferretería Torres y Torres, se agolparon frente a la casa de Granada (que era concejal de Armenia) en el centro de la ciudad, a proferir insultos y amenazas. Encontraron puertas y ventanas selladas y trancadas y, adentro, una mujer, Josefina Jaramillo Quintero, con varios hijos pequeños, y su marido Luis Granada Mejía atemorizados y expectantes por lo que podía pasar. Los amotinados se cansaron de insultar y siguieron su ruta de asaltos en la ciudad.

Más tarde, a comienzo de los años sesenta, Luis Granada, siendo representante a la Cámara, habría de sufrir un atentado que le perforó sus dos piernas, mientras volvía de Circasia a su casa de Armenia. Había ido al vecino municipio temprano, a visitar a varios de sus correligionarios políticos y, para esa gira, alquiló un taxi que cubría la ruta entre los dos municipios, por turnos. Al caer la noche, ya no había carros de turno y Luis lo sabía, por eso lo previó desde temprano. Cuando estaba a punto de regresar, una señora y su hija, a quienes las había dejado el último turno, le pidieron el favor de llevarlas en la parte posterior del vehículo. Luis aceptó.

Apenas habían salido de Circasia, la noche estaba más oscura que nunca, cuando fueron asaltados en el camino. Ráfagas de rifles penetraron el carro. Una bala perforó las piernas de Luis Granada, pero no interesó ningún hueso. Como pudo, tras la huida de los sicarios, salió del carro y corrió entre matorrales para esconderse. En el carro, la señora del puesto posterior recibió una herida mortal y murió en el sitio, acompañada de su hija que salió ilesa.

Luis Granada, cuando vio despejado el peligro, y como el taxi no se podía mover por tener adentro un muerto, buscó la carretera y junto a un rancho empezó a ponerle la mano a todos los carros que pasaban, mientras su cuerpo se debilitaba por las heridas. Nadie quería pararle a un herido en la carretera en medio de la noche. Solo una hora después, alguien lo reconoció, paró el vehículo y lo llevó al hospital de Armenia

Luis Granada Mejía, en el centro, siendo abrazado por el presidente Guillermo León Valencia en el parque Los Fundadores de Armenia, el 14 de octubre de 1964.

Solitario en su lucha

Luis Granda Mejía era abogado, pero, al tiempo, un estudioso del presupuesto de la Nación, desde que fue elegido senador de la República en 1962. Y, por supuesto un analista juicioso de los presupuestos de los departamentos, entre ellos el suyo, Caldas. Había sido elegido por los votos conservadores de este departamento, que tenía su bastión azul en los municipios diferentes a los del Quindío. Primero fue Representante a la Cámara, pero en 1964 alcanzó la dignidad de senador de la República, con los votos del norte de Caldas y unos pocos del sur, que era el Quindío. Desde entonces perteneció y presidió la Comisión Tercera del Senado, dedicada a los asuntos económicos y presupuestales de la Nación.

En su juicioso análisis vislumbro dos elementos que hacían inviable al Quindío. El primero de ellos, sus rentas. Luis Granada argumentó en todos sus debates que la zona sur del Quindío era una de las tres regiones de Caldas donde el recaudo de impuestos propios, locales, estaba más debilitada. “Con los recaudos en los 10 municipios, por entonces, que compondrían el nuevo departamento, no podría subsistir como tal, mantendría en un constante déficit de funcionamiento y, qué decir, de obras para el desarrollo social y económico”.

Esta tesis de Granada ha sido corroborada desde ese momento que la esgrimió, y el nuevo departamento ha sido viable solo por los recursos aportados por la Federación Nacional de Cafeteros a través de convenios, por un lado, y por los auxilios permanentes del Gobierno Nacional, que ahora se hacen especialmente vía el Sistema Nacional de Regalías. Además, el gobierno asumió a través del Sistema General de Participación, la financiación de toda la educación y la salud.

La segunda tesis de Granada estaba centrada en que creando uno o dos nuevos departamentos, escindidos de Caldas, se fraccionaba totalmente el gran Departamento de Caldas que, para entonces, competía con Antioquia y Valle como los departamentos colombianos de mayor pesos económico, social y político en el país. “a Caldas hay que recuperarlo, envés de dividirlo y minimizarlo”, sostuvo en los debates.

Recibimiento al presidente Guillermo León Valencia por parte de Luis Granda Mejía y su esposa Josefina, en el aeropuerto El Edén, en 1964, con motivo de la imposición de la medalla de Los Fundadores al para entonces Senador de la República Granada Mejía.

El partido conservador

En sus diálogos privados con sus amigos del partido Conservador, entre ellos el destacado pensador Gilberto Alzate Avendaño, también esgrimía la tesis de que el partido en el Quindío, con la creación del Departamento, quedaría minimizado, porque esta era una región básicamente liberal. Y así pasó, tanto que, para el periodo siguiente, Granada Mejia fue reelegido senador, pero por la circunscripción de Caldas, donde se le quería y se le respetado por su condición intelectual.

Abucheado y apedreado

Lo primero que pasó, en 1965, después del primer debate del proyecto de Ley que creaba el Departamento del Quindío, en el Congreso, donde Luis Granada se opuso y votó negativo, fue el odio hacia su familia. “En las panaderías no le vendía pan a su esposa, ni a nosotros los hermanos. En la galería de Armenia no la atendían, ni le vendían la leche para sus hijos”, narra Aleyda Granada Mejía, hermana de Luis, que recuerda, a sus 99 años, esos acontecimientos con nostalgia y tristeza, pero con la reconciliación del perdón.

“A mi mamá la llamó una señora que era de la Junta Pro-Departamento y le gritó por la bocina: “Dígale a ese calvo hijueputa de su hijo que si se sigue oponiendo ya sabe lo que le va a pasar”. Esos insultos siguieron de parte de muchas personas, al tiempo que no les vendían nada en los supermercados, las panaderías y las tiendas.

“Mi papá, Eudoro Granada, murió en 1965, convencido de las tesis de Luis, a pesar de que era partidario del Departamento, y no alcanzó a recibir esos insultos. A comienzos de 1966, mi madre y yo decidimos trasladarnos a Cali, huyéndole a las amenazas y al asedio. Otros hermanos míos hicieron lo mismo, saliendo para otras partes del país”, cuenta esta mujer que, a pesar de los años, su voz sigue firme y su memoria intacta.

“Luis se negaba a irse de Armenia porque amaba a su ciudad como a su propia madre. Pero una mañana, de viernes, cuando Luis regresó de Bogotá, Josefina Jaramillo Quintero, su esposa, tenía todos los ‘corotos’ empacados en cajas y las maletas arregladas, con sus hijos listos para partir. ‘Nos vamos ya para Manizales, si usted quiere quedarse, hágalo, pero yo voy a salvar mi pellejo y el de mis hijos’, le dijo. A Luis no le tocó más que aceptar y ese mismo día alquilaron un camión y se fueron para la capital de Caldas”.

Un amor eterno

Aleyda Granada Mejía, hermana de Luis Granada Mejía, quien narra esta historia, acompañada de su sobrina Judith Sarmiento Granada.

A pesar de vivir en Manizales y trabajar en Bogotá, Luis siguió volviendo a Armenia cada viernes en el vuelo de Bogotá, para visitar algunos amigos y sentir el viento, respirar el aire de su querida patria chica. Así lo hizo durante mucho tiempo, hasta que lo nombraron director General de Aduanas de Colombia y la familia toda se trasladó a Bogotá. Ahí, su exilio fue total. A su muerte, en 1978, las rencillas se habían olvidado, y su cuerpo fue velado y enterrado en Armenia y un profundo desfile de ciudadanos acompañó el cadáver, subido en el carro de Bomberos, hasta el cementerio de San Sebastián.

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