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Colombia  |  01 agosto de 2023  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

El café y las familias cafeteras, más que la Federación

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Jaime Alberto Rendón Acevedo

Tuve la fortuna de ser invitado a conversar sobre la agricultura y las economías campesinas ante diversos auditorios, uno virtual, donde por los comentarios que me hicieron llegar hubo de todos los públicos, y uno presencial donde sucedió lo mismo, pero en este pude conversar con gente muy joven, aprendices del Sena, también sus instructores, orgullosos de que el Sena potencie su papel frente al campo y que a sus programas existentes se sume la estrategia CampeSena. Asimismo, conversé con campesinos, unos y otros pensando en el campo, trabajándolo, soñando su vida en él, con ideas que van desde la tierra hasta los alimentos en la mesa. Sus caras y sus ojos de esperanza al sentir que hay preocupación en el país por ellos y ellas, sus vidas y sus familias, son solo una muestra de que resignificar el campo y sus pobladores, el ser campesino, es el camino correcto de este país si quiere transitar por los caminos del crecimiento, el desarrollo y la paz.

Pero este compartir ideas, cifras, apuestas, se vio tocado por tres hechos que aun hoy dan vueltas por mi cabeza y que, con el permiso de “vuestras mercedes”, se las contaré que es una forma sutil de sacarlas, o tal vez de reafirmarlas.

La primera tiene que ver con una diapositiva que mostré con fotos familiares preguntando a los auditorios si en la familia hay, al menos, un o una campesina. En presencia pregunté quienes lo eran y para mi satisfacción muchos jóvenes levantaron la mano. Después pregunté por alguien en las familias y las manos todas se levantaron, pero en los rostros se pasó de la timidez a la complicidad, Esperé que al otro lado estuviese pasando algo igual, estoy seguro de que así fue.

La segunda tiene que ver con el sector agropecuario, cuando mostré el aporte del sector Agropecuario, Silvicultura caza y pesca a la economía del país, haciendo énfasis que era superior a la minería, noté asombró, claro llevamos muchos años diciéndonos que el campo es lo atrasado, lo que hay que superar y que la minería e hidrocarburos, por el contrario, son el sector locomotor como se decía hace algún tiempo. Es más, en una elección pasada al actual presidente se le ocurrió comparar los aguacates (la agricultura) con el petróleo, y ¡vaya que hay todavía gente que se burla!

La tercera fue con el aporte de las economías campesinas al país, a la producción de alimentos, a la productividad de la tierra y a la productividad ecológica. Acá al verse importantes, al sentirse reconocidos, no solo fueron sus sonrisas sino sus gestos, que más o menos decían: “echee y no era que no servíamos pa´na, ven que si somos importantes”.

Afuera, unas chicas muy jóvenes me abordaron, y tras contarme que estaban con sus familias produciendo cacao y plátano, me hablaron de tener en sus proyectos modelos semejantes a los que tuvo la Federación y las cooperativas de cafeteros en Colombia. Pero piensan más allá aun, quieren sembrar, producir, transformar y comercializar para y con la gente.

Salí del evento y de regreso a casa fui pensando en todo lo que había sucedido, pero en especial en la necesidad de recobrar las confianzas de las poblaciones, destrozadas por décadas de guerras, en la urgencia de reconstruir el tejido social entre campesinos, pero también entre y con las etnias, asimismo con quienes habitamos estos territorios y que nos dicen mestizos. Unos y otros vivimos en ciudades o en los campos, cuyos límites son imprecisos, mejor será decir que todos y todas habitamos territorios que debemos cuidar y potenciar.

Volví a pensar en mis abuelos, en lo importante que fueron para ellos las cooperativas cafeteras, en el comentario sobre el café y sus instituciones y sentí tristeza, tenemos mucho café y una institucionalidad que no está a la altura del aporte que el sector hace a la economía del país. En efecto, son más de 550.000 familias cafeteras en el país, con un tamaño de finca promedio de 5 hectáreas, pero de los cafetales de 1.3 hectáreas. Estas unidades produjeron 11,1 millones de sacos (de 60kg), generando exportaciones por US$3.800 millones.

Hoy el país ha tenido una renovación de sus cafetales, en particular en las zonas del Huila, Tolima y Cauca. Se respetan las normativas, pero se está lejos de una Federación Nacional de Cafeteros (FNC) exportadora, de hecho, en el año 2022 el 79.5% de las exportaciones de café lo hicieron agentes diferentes a la FNC. Mientras tanto, se cometen errores financieros, aparentemente ingenuos, por ejemplo, se realiza una mala gestión del riesgo en la estructuración de contratos a futuro, mientras se emplean unas formas en los mercados internacionales no se replican igualmente en el país, con las asimetrías en las negociaciones, y al Fondo Nacional del Café no recibir el producto esperado, las pérdidas han sido significativas, en realidad por las formas quien incumple es la FNC pero no los campesinos, aunque se ha pretendido en algunos casos que sean las cooperativas o los caficultores quienes asuman el riesgo.

Lo que ha pasado es que las familias cafeteras sí que han entendido los mercados y ante las subidas abruptas de precios han decidido venderle al mejor postor. El problema es que cuando sucede lo contrario y hay que salir a rescatar a las economías campesinas cafeteras, la institucionalidad creada para tales fines ya no es capaz de responder como es debido, ni con el Fondo Nacional del Café (que es un fondo parafiscal) ni con el Fondo de Estabilización de precios del café, que tiene naturaleza pública, ambos administrados por la FNC. La FNC se ha constituido en un campo de privilegios, aunque esa historia, esa institucionalidad pertenece a las familias cafeteras y al país.

Así que tal y como ha sucedido con la agricultura, la ganadería, la silvicultura o la pesca, en general, a las familias cafeteras se les ha ido dejando al albedrío de los mercados, a las volatilidades de las decisiones económicas mundiales. Esto a pesar de que se tiene un acumulado asociativo invaluable, un desarrollo científico replicable, unas experiencias educativas y de desarrollo social que marcaron la diferencia en la evolución de las municipalidades en el país. Es hora entonces de rescatar no solo a las economías cafeteras, en esencia campesinas, sino lo que ha sido toda su institucionalidad, sus prácticas cooperativas y asociativas, sus propios modelos de crecimiento y desarrollo y hacerlos replicables a cacao, al plátano, entre otros, tal y como lo sueñan las jóvenes campesinas.

TOMADO DE REVISTA SUR

https://www.sur.org.co/el-cafe-y-las-familias-cafeteras-mas-que-la-federacion/?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=el-cafe-y-las-familias-cafeteras-mas-que-la-federacion

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