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Cultura  |  14 agosto de 2023  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

El universo en los telares

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                                                                                   Gloria Chávez Vásquez

 

Cuando Olga Lucia Vieira se sienta ante el telar, tiempo y espacio se desvanecen y todo su ser se conecta con los materiales mientras su imaginación dicta el diseño. En ese estado mental que los japoneses llaman zen, la tejedora se trasporta a una dimensión de la creatividad, muy similar a la de los sueños.

 

Chía, La tejedora

¿Quién le iba a decir a Chía Vieira que después de graduarse del colegio de Nuestra Señora del Rosario en Armenia (1971), estudiar administración de negocios en la EAN en Bogotá y casarse en primeras nupcias, estaría un día sentada frente a un telar, tejiendo sus sueños? 

Hija de antioqueño y quindiana, con siete hermanos, aprendió la técnica ancestral de los telares de manera autodidacta. Su epifanía le llegó en Bogotá cuando, después de asistir al taller de un almacén que se llamaba La Casa Rosada, con su hermana menor y su sobrina de 9 años, Marta le obsequió un telar. A su regresó a Armenia, Olga Lucia se dedicó a experimentar tejiendo fique, guasca de plátano y otras fibras naturales. Una vez prendida la fiebre de los hilos, le fue imposible apartarse de los telares. 

Ya en la década de los 90 y por ocho años, Olga Lucia Vieira Ángel se desempeñó como instructora en los pueblos rurales del Quindío, enseñando la técnica del telar en las cárceles, comunidades indígenas y a personas desplazadas por la violencia. En el proceso descubrió que, bajo esas condiciones de vida, la gente está poco motivada y tiene otras prioridades. Muy pocos tomaban en serio la labor. Cuando se les daba los materiales, muchos de ellos no regresaban. Era el caso de los indígenas que habían sido traídos de otros departamentos, con las falsas promesas de los políticos a cambio de sus votos, durante las épocas electorales. De las miles y miles de personas que Olga Lucía entrenó durante esos años, no más de una decena encontraron su futuro en los telares.      

La emprendedora

La artesana decidió independizarse creando productos con diseños y texturas originales. Carolina Orozco, su hija y la responsable de dar a conocer los tejidos de su madre al mundo, recuerda que Tejidos Vieira nació en el mismo corazón del Eje Cafetero. Fue allí que Chía montó el primer taller de telares. Con algodón e hilos de cobre y estaño, creó sus primeras piezas para comedor y adornos de sala. Entusiasmado, Luis Alberto Betancourt, desde entonces su compañero y colaborador, le llevó los tejidos a Juan Ramírez, conocido decorador en Armenia, quien no solo los compró todos, sino que los apoyó en su empresa. 

En un pequeño taller de Armenia, Olga Lucia entrenó a una familia indígena de la comunidad Embera, procedente de Riosucio, (Caldas), asentados en El Quindío. Aunque ella los capacitó en el manejo de los telares, reconoce que, el arte de tejer lo llevan en la sangre.

Olga Lucia lamenta que muchos indígenas se hayan involucrado en el narcotráfico y la violencia política, cuando hay en el país una necesidad de recobrar las tradiciones ancestrales como es la artesanía con telares. Existen iniciativas de recuperación en regiones de Colombia, como Santander, Cundinamarca y La Guajira, donde los nativos trabajan en cooperativas que producen y exportan tejidos de algodón, lana y otros materiales típicos, apetecidos internacionalmente por la excelencia de su confección.      

En familia

Tras 20 años de manualidades, hace cinco años se mudó con sus telares a El Refugio, en las afueras de Cali, donde vive junto a Lucho, ávido lector, exmilitar y maestro retirado. Ambos se conocieron cuando eran instructores en el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA).  

Olga Lucia tiene dos hijos: Mauricio, capitán de barco y Carolina, graduada en Australia como administradora de negocios internacionales, vive y trabaja ahora en Londres. La pequeña Lucia, de 9 años, heredó de su mamá el amor por las matemáticas y de su abuela, la fascinación por las artes y el canto. No es difícil pues, adivinar en ella, el legado de la familia. 

Desde un cerro en el Valle del Cauca, aledaño al majestuoso panorama de la llanura, y donde está situada la hacienda “El Paraíso”, allí donde Jorge Isaacs escribió María, clásico de la literatura colombiana, Chía teje y teje, hasta altas horas de la noche. Como compañía, Chía y Lucho disfrutan de la hermosa fauna, especialmente colibríes, que los visitan a diario en la infinitud de su jardín. Alla afuera, mezclados con los sonidos de los grillos y las cigarras se oyen los inquietos rumores del desorden que precede a la guerra que amenaza a su hermoso país.  

El factor calidad    

El tejido es artesanal o industrial según la cantidad, la calidad y el propósito, nos explica Carolina. El telar artesanal tiene más personalidad y es más exclusivo, limitado solo por la imaginación, los colores y diseños del artista.

Los tejidos son únicos pues la producción es manual, comenta Olga Lucia y añade que no le interesa el mercado masivo. Tampoco ve razón de mercadear sus tejidos en las grandes plataformas como Amazon. Eso se lo deja a los industriales, que ahora compiten en desventaja con la desleal globalización china, que ha abaratado y disminuido la calidad de toda clase de productos.

Pero la máquina no puede competir con el espíritu, porque cuando el producto es concebido y sale directamente de las manos del artesano, se convierte en una obra de arte. Los diseños de OLV, conectan directamente con la simetría del universo y con la sagrada geometría de la Naturaleza. Es con esa inspiración que teje hamacas, chales, ruanas y mochilas, que luego se exhiben en vitrinas exclusivas de Bogotá, Cartagena, Cali, Armenia, Nueva York, Londres y Bordeaux, con la etiqueta Vieira designed and handwoven in Colombia.        

Experto en el tramado de la urdimbre, Luis A. Betancourt observa que el concepto del telar es intrínsicamente matemático. De hecho, el telar contribuyó a la idea del patrón para tarjetas perforadas, que luego se aplicaría en las computadoras IBM. Nos recuerda además que el telar se usa desde tiempo inmemorial. Los chinos se disputan el invento con la antigua Mesopotamia y los antropólogos han encontrado evidencia del temprano uso del telar en épocas precolombinas. La cultura indígena ya estaba muy avanzada en el arte del tejido en el continente, cuando llegaron los españoles. Para ese entonces ya existía el telar entre las civilizaciones nativas como la Maya, la Azteca y la Inca. La artesanía colombiana actual refleja la fuerte influencia indígena Muisca en la técnica de los tejidos. Ellos eran expertos en el cultivo e hilado del algodón y teñían sus telas con tintes derivados de frutas, verduras y árboles. 

Luis Alberto se especializó en los tejidos de cuero y algodón y actualmente tiene un negocio de sillas de montar, riendas, freno, y otros productos utilizados para los caballos en las cabalgatas, de las que fue pionero en el Quindío.  

 

El reto artesanal 

Se dice de la artesanía, que es un término medio entre el diseño y el arte. El artesano cuenta historias, recrea los mitos, la geografía y su cultura en productos de cerámica, vidrio, madera, cuero, piel, metales, tejidos, bordados, encajes, cestería. En Colombia la tradición artesanal de los tejidos, continua viva y evolucionando, gracias a personas como Olga Lucia Vieira con la vocación artística, la creatividad y la paciencia para seguir creando.

Desde que comenzó su aventura frente a los telares, el máximo reto para Olga Lucia fue el tejido, más sofisticado, de las hamacas. Es en ese proceso que siente especial satisfacción. Pero, sin excepción, todos sus productos salen de sus manos, impregnados de amor, recibiendo a cambio, el equilibrio espiritual durante su comunión con el arte.

El ejercicio de tejer, practicado especialmente por las mujeres, induce a la reflexión, a la meditación, y la oportunidad de organizar los pensamientos. Una tarea de la que pueden beneficiarse, también los hombres, en su búsqueda por la paz y armonía social, tan elusiva, de este mundo.    

Gloria Chávez Vásquez escritora, periodista y educadora reside en Estados Unidos. Su más reciente novela Mariposa Mentalis, será lanzada próximamente en España por Editorial Verbum.

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