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El Quindío  |  18 agosto de 2023  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

En Armenia sucumbió, en gran medida, el patrimonio arquitectónico

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María Eugenia Beltrán Franco. Arquitecta

Cuando el Quindío pasó a ser Departamento en 1966, al desprenderse del departamento de Caldas, no se tenía conciencia de tener un patrimonio y mucho menos de la categoría de arquitectónico. Se nos había dicho que los patrimonios eran arquitecturas monumentales como las murallas de Cartagena o los centros históricos que habían sido lugares escenarios de la gesta libertadora. El Quindío tan joven no se reconocía como patrimonio.

Al ser Departamento y tener una ciudad capital, Armenia entro en la categoría de ciudad intermedia donde algunas edificaciones eran referentes de momentos importantes dentro del desarrollo económico y social del país, y tener, por ejemplo, una estación de ferrocarril aun cuando en decadencia en su servicio, la situaba en el escenario nacional. Tener una universidad pública, como la universidad del Quindío, también sirvió de excusa para que el edificio de rentas de Caldas fuera ocupado en tareas académicas, la categoría de departamento le ofreció la oportunidad de modificar su ‘vetusto’ templo principal que desde 1953 oficiaba como catedral, así que el templo de bahareque y latón fue cambiado por una moderna estructura de concreto.

La plaza de mercado, lugar vital para el comercio de la producción agrícola de la región y para el encuentro de campesinos prestos a ser contratados para ir a trabajar a las fincas cafeteras, se acompañó de la actividad de los servicios que el nuevo Comité Departamental de Cafeteros instaló en el vecindario del templo de San Francisco, generando un conjunto pintoresco de actividad popular e identidad rural, con dinámica y movimiento de personas y productos.

Para entonces el Gobierno colombiano no contaba con Ministerio de cultura, entidad que apareció con la nueva constitución de 1991 y de la cual se derivan cambios estructurales en los conceptos de patrimonio, desarrollo urbano, conservación, y se genera la ley de cultura que ha sufrido modificaciones y reglamentaciones.

Es solo con la Ley 1182, de 2008, cuando se aporta la urgencia de valorar la memoria colectiva, los referentes de momentos de desarrollo en centros de ciudad, sistemas constructivos, estéticas de diferentes épocas y obliga a la creación de las listas de Bienes de Interés Cultural —BIC— en varias categorías, una de ellas la urbana- arquitectónica. Para entonces, en Armenia ya casi todo el patrimonio había caído al suelo, se había renovado la ciudad.

Para el momento de la creación del departamento, 1966, y durante las casi cuatro décadas siguientes, tampoco existía la Ley de Reforma Urbana ni la del Ordenamiento Territorial que salen después de 1998 y orientan la calificación del suelo urbano y le da categorías tales como desarrollo, conservación, expansión etc. La generación de la creación del departamento del Quindío no consideraba que tuvieran patrimonio qué reconocer.

Antigua calle 21 de Armenia, entre las carreras 13 a 17

En los municipios

Las poblaciones de los 11 municipios, diferentes de la capital, con su desarrollo lento, salvo dos excepciones como Calarcá y Quimbaya, nunca consideraron que tuvieran atributos para tener categoría de patrimonio. Ese patrimonio se salvó, solo por su lentitud en el desarrollo económico.

La condición especial de ser departamento cafetero nos ubicaba como rural y las poblaciones así lo aceptaron. La obra pública solo se manifestó con la presencia del Comité de Cafeteros que apoyaba los desarrollos de servicios públicos y vías, pero también de escuelas rurales y mejoras de beneficiaderos. Todo esto garantizo por muchos años el bienestar rural y la tranquilidad en la región y, de alguna manera, la conservación del patrimonio arquitectónico en las fincas y en los pueblos más alejados de la capital. Lejos estaba los precursores del nuevo departamento de imaginarse que el café en algún momento llegaría a ser considerado patrimonio, por la identidad que daba al país, y a nuestra región, donde se concentraba la producción más alta por hectárea.

El rompimiento del Pacto Cafetero de Cuotas el primero de julio de 1989 puso en evidencia la fragilidad de la región, la producción cafetera rural no tenía garantizada la venta y de manera forzosa, se inicia la mirada de alternativas económicas a ofrecer otros servicios en el territorio que tenía una capacidad instalada que nadie reconocía, ni valoraba.

Debo anotar que el departamento no tenía facultad de arquitectura, los profesionales que ejercían en la región, pocos eran locales que habían sido educados en Bogotá y Medellín y algunos fuera el país. En barrios de baja densidad y especificaciones altas, estos arquitectos desarrollaron sus capacidades con producción de vivienda residencial. Los funcionarios públicos de las organizaciones de orden nacional traían desde Bogotá sus arquitectos, que finalmente se quedaban y hacían familia acá. Estos desarrollaban su ejercicio en vivienda social de producción masiva y muchas edificaciones institucionales. Y, de contera, así caía el patrimonio arquitectónico de bahareque y las casas quintas y otras construcciones levantadas al amparo de la llegada del Ferrocarril en 1927.

Antigua estación del Ferrocarril

Patrimonio y turismo

En desarrollo de la valoración y el reconocimiento del patrimonio arquitectónico de la región quindiana se da el fenómeno del turismo rural; de visitar fincas cafeteras. Entonces, se reconocen muchas fincas en plena producción que conforman una oferta de alojamientos rurales que por algunos años tuvo auge y que requirió ajustes a la forma sencilla con la cual durante toda la vida se vivió en familia, sin las mayores comodidades que el turismo solicitaba.

Sin embargo, las verdaderas casas de finca con valores patrimoniales aún no se reconocen, sus propietarios no están interesados en el proceso, desconociendo que los valores arquitectónicos que poseen estas edificaciones son referentes de lo que es la cultura de la región y la forma de vida de familias que hicieron por más de tres generaciones la riqueza regional, fuera con ganado o con café.

Fincas como La Coca en Calarcá, Santa Ana en Montenegro, El Cabrero en Armenia, Combia en Calarcá y muchas más, merecen por si mismas ser reconocidas y valoradas, sin que tengan que ser vinculadas al turismo, más sí como referentes del patrimonio cultural quindiano.

Municipio de Salento, Quindío

Consejo de Patrimonio

Con la Ley de Cultura se obliga al departamento a crear el Consejo de Patrimonio. La función de este estamento es acompañar los procesos de valoración y reconocimiento del patrimonio cultural de la región, viene operando desde 2008. Sin embargo, con poco apoyo de la institucionalidad que no logra entender que es urgente que el departamento reconozca su patrimonio arquitectónico urbano y rural, de la misma manera las diferentes manifestaciones culturales como el Yipao, o el Festival de Velas y Faroles, o la Procesión de la Soledad en la Semana Santa y así muchas de las manifestaciones de la cultura que nos genera identidad quindiana.

En Armenia, ciudad capital se cuenta aún, y a pesar de la destrucción después de la creación del Departamento del Quindío, con una lista de edificaciones candidatos a ser incluidos en la lista de Bienes de Interés Cultural en categoría arquitectónica urbana.  Sin embargo, ha sido materialmente imposible que los diferentes alcaldes hagan su tarea y firmen el decreto que otorga el reconocimiento. En esta lista están además de la estación del ferrocarril en su conjunto y el edificio de pasajeros, el edificio de bellas artes, que fuera el edificio de rentas de Caldas y 32 construcciones más que cuentan ya con sus estudios.

En municipios como Calarcá, el patrimonio arquitectónico es ‘el coco’ de las administraciones, todos evaden la responsabilidad de revisar la lista obsoleta, en la que aun aparecen edificaciones derrumbadas después del terremoto y que deja a la segunda ciudad del Quindío sin referentes patrimoniales arquitectónicos urbanos.  

Quimbaya aún conserva la estación del ferrocarril, aun cuando no logra el desarrollo de su proyecto aprobado por el Ministerio de Cultura;  Montenegro no reconoce ningún patrimonio, al igual  que todos los demás municipios con solo dos excepciones: Salento y Filandia, que juiciosamente han trabajado su patrimonio arquitectónico y valorado su existencia sacándole el provecho que en conjunto hoy disfrutan, con restaurantes y locales de comercio que respetan el contexto urbano, pero siendo escenario de actividades culturales como en el caso de Filandia con la celebración de la Semana Santa en vivo o el Festival Camino del Quindío, o Salento con su fiesta de la Virgen del Carmen o los festivales de mercados campesinos y gastronomía. Los dos están trabajando conjuntamente en la recuperación del Camino Nacional, paso del Quindío, que coloca al departamento en el escenario nacional de caminos indígenas prehispánicos, como lo es el Camino del Inca, que después sirvió para las diferentes campañas libertadoras y de poblamiento.

Templo católico del municipio de Filandia

Finalmente quiero dejar para los lectores esta reflexión:

 “Nos desconocemos como patrimonio arquitectónico urbano y rural, existe muy poca documentación sobre lo local, lo regional y nuestros profesionales formados regionalmente no cuentan con textos que documenten lo que somos. Y si ampliamos el espectro de esta mirada a Colombia, en las facultades de arquitectura se desconoce nuestro territorio como productor de patrimonio y no se enseña nada de la técnica del bahareque que nos ha permitido existir por más de 100 años y que sobrevivió al terremoto, algo no estamos haciendo”. 

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