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Cultura  |  10 septiembre de 2023  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

La poesía puede ser un abismo para quien la escribe, pero un vuelo para quien la lee

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Por Manuel Tiberio Bermúdez

Es «manita» y llegó a Cali para enseñar su trabajo, para, por medio de la palabra, señalar, rescatar y cantar esa América que le duele en sus poemas como cuando canta

“Sé de la libertad
ensanchando sus alas
pronunciando sus versos
incendiando la piel y la sangre
de un trópico rebelde

Vieques libre
¡Viva tu canto!

Leticia Luna (Ciudad de México, 1965), Coordinadora del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, ha participado en varias lecturas y en distintos países donde le llaman a compartir sus palabras. Varios son los libros que llevan su firma de autora: Hora lunar (1999), Desde el oasis (2000), El amante y la espiga (2005), Los días heridos (2008), entre otros varios libros que conforman su obra que ha sido traducida al inglés, portugués, francés, catalán, árabe y polaco.

¿Cómo se ha sentido participando en este Festival de poesía Cali, 2023?

«Es grato estar participando en un festival que lleva más de dos décadas realizándose, como es el caso de este Festival de Poesía en Cali. Es un logro, no solamente para las instituciones, sino para la poesía, para los lectores y para los autores. En este sentido el que este Festival cuente con autores de 9 países del mundo, de América Latina y también de Europa, como es el caso de Francia y Polonia que están participando, es un logro para todos ya lo decía y sobre todo porque este Festival tiene una particularidad que no la tienen otros festivales de América Latinas que es la participación de los colectivos de jóvenes que están en comunas, que están en bibliotecas y también de mucha cultura popular como es el Rap, que sus representantes han sido invitados al Festival para que hagan lectura conjuntas con los poetas».

Ustedes los poetas que ya tienen un trabajo con las letras, un reconocimiento en el  oficio, ¿Cómo perciben la presencia poética de esos jóvenes?

—Es muy importante visibilizar el trabajo de los jóvenes porque son  estafetas, son la continuidad de las letras. Somos una región: América Latina, que nos une el español, aunque contamos con muchísimas lenguas indígenas, somos una región que vela por la continuidad de las artes;  y en ese sentido, en las diferentes culturas y en la construcción de nuestras identidades, es bueno que haya jóvenes, no solamente como público sino también como autores emergentes, esto renueva esta visión de las letras.

Los jóvenes que hacen Rap, como en todo en las canciones, en la poesía, en el arte en general, los hay de gran calidad, de mediana calidad y gente que está iniciando, pero esto es lo novedoso, que el Festival sea incluyente y visibilice estos nuevos trabajos».

¿Por qué son importantes los Festivales de poesía?

Para visibilizar un arte tan antiguo, que es el arte de la palabra. Y ese arte contiene la esencia y la espiritualidad de los pueblos».

Hoy, en un mundo que parece frívolo y del que se dice que la gente carece de emociones, algunos señalan que la poesía tiende a desaparecer ¿Qué piensa de esto?

—La poesía es como el amor o como nuestras creencias más íntimas. Nunca va a desaparecer: es eterna. Mientras haya alguien que cante, mientras haya alguien que sueñe, mientras haya alguien que tenga ideales, la poseía seguirá existiendo».

¿Qué se va a llevar de la ciudad y que le va a dejar a Cali?

—De Cali me llevo su geografía, su hospitalidad, su clima tan agradable, su flora. Pero también me llevo el espíritu de la gente que realmente es un pueblo tan feliz, en el sentido que les gusta bailar, son alegres, a pesar de las tragedias que atravesamos como continente, a pesar de todo eso, los caleños son gente muy hospitalaria y muy linda.

En diversos momentos de mi estancia he escrito algunos versos que ojalá logre integrarlos a mi obra. Y que le doy a Cali, pues realmente creo que he recibido más de lo que he dado, pero le he venido a dar mis letras, mi palabra, y mis versos».

¿Qué es lo mejor de ser poeta?

—Yo estoy muy contenta de regresar a Colombia porque participe en el Festival de Poesía de Bogotá en el 2001, regresé en el 2003, en 2005 fui invitada a un festival en Cereté de mujeres poetas y no había regresado desde entonces. Fue en esa primera vez que yo vine a Colombia cuando me dijeron poeta. Yo ya había leído mis versos en México, en Costa Rica y en Cuba, donde estudié, pero fue realmente cuando vine a Colombia y al regreso a mi país seguía escuchando en mi mente la voz de los colombianos que me decían: poeta, poeta. Fue cuando pensé: si el pueblo te lo dice es porque tú tienes esa misión de serlo.

Ser poeta es ser viajero, es traspasar fronteras, no solamente geográficas sino también fronteras ideológicas y convivir con muchos otros autores de otras lenguas, de otros países, de otras voces, y es realmente una misión en la vida, además de preservar la cultura y la literatura por medio de los libros».

Hay un nuevo monstruo que está asustando al mundo y que se llama Inteligencia Artificial; ¿Qué piensan los poetas de unas máquinas que son capaces de producir poesías, parecidas a las emociones humanas?

—Primero, para que uno meta las palabras que uno usa en su obra a una máquina, y le dé como resultado un libro, hay que pagar los derechos de autor. Uno nunca podría presentar esas combinaciones de palabras artificiales como propias. Eso ya hace imposible la relación autor máquina.

Le pido una reflexión que se vuelva motivo para quienes soñamos hacer poesía

Que la poesía quizá sea un abismo para quien la escribe, para quien la vive y para quien es poseído por ella, pero que en realidad es un vuelo, para quien la lee.

Le pido que me lea un poema como recuerdo de esta entrevista.

Este poema forma parte de un poemural titulado Los motivos del tiempo. En un poemural, como en un mural pictórico, caben todos los tipos de poesía: el verso libre, el soneto, el juego de palabras, la poesía visual, etc.  Este poema se llama La orfandad muda que escribí para el 50 aniversario de la matanza de estudiantes en México el 2 de octubre de 1968.

La orfandad muda

Entre tardes e infancia el humo del pasado se difumina

las nubes se asoman por la ventana de una casa y una familia

como las páginas de un libro cayéndose a pedazos.

 

Para abrir la cárcel del olvido necesito el silencio

de golondrinas formando su mandala sobre el lago de Texcoco:

la edad de mis hermanos, 7 años, 5 meses

y mi madre con su lírica lozanía de vivir,

en el tránsito del cuerpo a través de las consignas,

rondaba por el pasto mojado

y era como el silencio de una marcha estudiantil…

 

Pequeños trozos de remedios

ahora me encuentran sentada bajo el ahuehuete.

 

¿Qué fue de la vida después de la matanza?

No había respuestas: solo la ruta de las lagartijas

subiendo a las copas de los árboles

desde donde divisé la sombra

de mi madre ausente.

 

Su acta de defunción (carcomida por el tiempo

en los anaqueles del Panteón de Dolores)

la firman el 3 de octubre de 1968,

el médico que no sé si le atendió

y un estudiante desconocido.

 

Entre imágenes de niebla

escucho el grito lleno de pavor de mi abuela:

“Ahí vienen los granaderos”;

o es mi forma muda de decir

que mamá nunca volvió a casa.

Como los poetas regalan poemas y palabras, le entrego en agradecimiento a su tiempo para la entrevista mi libro “New York no es el cielo” y a cambio me regala La Canción del alma. Como si fuera una disculpa me dice al entregarme su obsequio: «son poemas de amor, pero mi poesía es en general más social». Y entonces pienso que el amor también otra bella forma de lucha…

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