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Cultura  |  24 septiembre de 2023  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

De lo poético a la danza, la música como fenómeno transformador de comunidad

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Un texto de David Santiago Ariza Rivera Sociólogo Universidad Nacional.

“En la música es acaso donde el alma se acerca más al gran fin por el que lucha cuando se siente inspirada por el sentimiento poético: la creación de la belleza sobrenatural.”

Edgar Allan Poe (1809-1849)

 

En este 2023 la Asociación de Amigos de la Cultura “café&letras renata” con el apoyo de la Corporación de Cultura y Turismo de Armenia ‘Corpocultura’, dio paso a vivir y compartir diversas experiencias en torno al proyecto Cañonazos que bailó el Quindío; en el cual se abordó una temática muy característica de nosotros como gentes latinas: la música, la danza y todo lo que caracteriza los momentos de jolgorio y remembranzas, de socialización y departir en comunidad, ambientados por resonados artistas del siglo XX, que marcaron una época cultural en un país como Colombia.

Dentro de las múltiples reflexiones que suscitaron los relatos, las charlas y todo el gran insumo recopilado en este proyecto, emanan y destacan algunos pensamientos que consideraré a continuación por su importancia dentro del entendimiento de la cultura, de nuestro patrimonio y de la manera en que nos relacionamos.

La capacidad de irrupción de la música en la segunda década del siglo XX, en especial en la zona cafetera (Quindío, Risaralda, Caldas) y Valle del Cauca, que es donde destacan las historias de los integrantes del colectivo, es muy interesante y nos devela grandes cambios en la época, apoyados en una vestimenta característica, el hecho novedoso de poder departir durante minutos y horas artistas en discos de diferentes presentaciones y revoluciones, el ambiente festivo que hacía de rol socializador desde la infancia… Todo junto envuelve un ambiente lírico y de danza que es importante entender para conocernos y reconocernos, desde nuestros antepasados a edades más contemporáneas.

Es aquí donde se enmarca la relevancia de los ‘14 cañonazos bailables’, producción de Discos Fuentes desde 1961, que acompañó a familias y juventudes en sus años mozos durante épocas en que la vida se movía a un ritmo distinto y las cosas requerían de ciertos ritos, códigos y costumbres, en los cuales, lo inmaterial hace presencia, eso que “no se ve, pero se percibe”, la cultura e idiosincrasia misma de una región y un lapso determinado en el tiempo.

Pensarse la influencia musical y de producciones como la retomada en este proyecto en un país como Colombia, implica por lo menos verlo en dos grandes esferas, lo urbano y lo rural, que ejemplifica muy bien la heterogeneidad que lleva entender un país tan sui generis como el nuestro. En los distintos relatos producidos a lo largo de “Cañonazos que bailó el Quindío”, se pudieron plasmar dichas similitudes y diferencias. Si bien, en el contexto urbano la fiesta y el nodo integrador de reunirse en torno a la música, cumplían un rol social de conocer otras personas, de aprender junto a tíos y amigos a destacarse en la danza, entre otras cosas; en el campo y sitios dedicados también a la agricultura y que describen una nación un poco más profunda, lo musical hacía parte de su cotidianidad, desde la frase jocosa, hasta un entendimiento más poético de la vida y la naturaleza, por esto pensarnos en que es “solo música” o “son discos y ya” sería desconocer todo este valor simbólico que cada persona que date del siglo anterior podría contar y explicar en cuanto a trascendencia en vidas y situaciones.

Otro aspecto a destacar dentro de estas maravillosas experiencias, es la forma en que el espacio se reconfiguraba a partir de las festividades y diferentes versiones de los ‘Cañonazos’. La mezcla entre la disposición de todo un hogar o una finca para recibir invitados y reunirse a celebrar en torno a familia y amigos, las ferias y fiestas que engalanaban municipios llevando a un carnaval temporal a su comunidad, el aparecimiento de ‘casetas’ y fuentes de soda donde el baile seguro iba acompañado de alguna bebida para la sed y muchos otros fenómenos de asociación, nos lleva a identificar los usos sociales que le podemos dar a los lugares, teniendo como función lo musical y el esparcimiento; es de sumo interés lo anterior puesto que es algo que como humanidad ha estado presente en diversas culturas y recrear la singularidad de ‘lo nuestro’ conforma un interés de gran importancia para cualquier amante de la cultura y sus significados.

Y si hablamos de significados, no podemos dejar desapercibido la cuestión del amor, el cortejo y la producción-reproducción de relaciones afectivas en torno a la polifonía de canciones que a unos hicieron querer y regocijarse, mientras a otros también les brindó una compañía en un momento de soledad.

No es un detalle menor, porque muchas veces de esas fiestas espontáneas, de ese ‘venga le presento a alguien’ o sencillamente esa complicidad entre dos miradas para entablar el rito del baile y plasmarlo en una baldosa, encima de aserrín o lo que fuera, surgieron longevos matrimonios, numerosas familias y un sinfín de historias que, sin duda a equivocarme, nunca nos ‘quitarán lo bailado’. Si la música es alimento para el alma, en conjunto con el amor y el sano romance, forman un coctel idílico de vida.

Hablar de los ‘Cañonazos’ también es hablar de geografía, sus portadas haciendo alusión a la ciudad otrora fortín en el Caribe colombiano (Cartagena) nos daban ya cuenta del característico ritmo y sentido del proyecto que se derivaría por muchos años más, de lo tropical, de ritmos intensos, de la influencia afro y costeña que tanto nos caracteriza, independiente de la región del país que habitemos.

En los relatos compartidos se evidencia por ejemplo, el intercambio cultural que fue el Valle del Cauca, al ser esta región históricamente un puerto de entrada con Buenaventura (no solo de mercancías, sino de saberes, de costumbres, de bailes y artistas), no fue la excepción para la segunda mitad del siglo XX, puesto que la influencia de la salsa y sabor bonaverense, junto al de otras regiones costeras del país, nos enriquecieron como nación y dan cuenta del patrimonio inmaterial que podemos hoy mirar en retrospectiva, consolidar y promulgar.

El proyecto Cañonazos que bailó el Quindío, nos elevó a un viaje en el tiempo donde los diferentes saberes y formas de ver el mundo confluyeron en el lenguaje universal que muchas veces compromete la música y la danza, desde Gustavo el “loco” Quintero, Rodolfo Aicardi, los Corraleros de Majagual, Alfredo Gutiérrez, pasando por la Sonora Matancera, Grupo Niche, Los Melódicos, Noel Petro; entre muchas otras estrellas que impactaron gran parte de la vida de mujeres y hombres que se criaron al son de una radio, de un LP o de la música en vivo, canciones que podrían contar vidas y vidas que se relatan con acordes ¿Qué es la música sino la quintaesencia de lo literario elevado a estados más sublimes?

Para finalizar quisiera agradecer al colectivo, a cada una de las personas que hacen estos proyectos posibles, porque sin la colaboración, cooperación y disposición de cada uno no sería posible contribuir al patrimonio cultural e inmaterial del país, esta vez a partir de la música y un producto derivado de ésta que acompañó la sociedad colombiana en múltiples ambientes y lugares: “Los 14 Cañonazos”. Que sean estos momentos donde se engrandezca el alma y que lo poético, lírico y literario, formen una amalgama que tenga a la comunidad como centro y el sentir a partir del ritmo un deber hedónico.

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