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Cultura  |  10 octubre de 2023  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Sobre Vanas gentes, una mirada mordaz a la poesía y al poeta

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Andrés Mauricio Muñoz*

Es común que entre los escritores, los poetas o los lectores voraces, se discuta con cierta regularidad dónde reside la poesía. La pregunta arriba ante la sospecha de que la poesía no solo precede al poeta, sino que lo hostiga a lo largo de toda la vida para después sobrevivirlo. Se concibe entonces la poesía como algo bello, etéreo o abstracto que no depende de que el poeta tome una hoja de papel, un lápiz y aguarde a que la inspiración lo convoque al poema.

No son pocos quienes afirman que la poesía está allí, se funde en el ambiente, aunque no haya poema ni poeta. De tal manera que, se presupone, en realidad anida en la belleza de una imagen, en el espíritu que subyace a un instante, en el barniz de un sentimiento o en aquella superficie en la que una emoción se ha decantado. La labor del poeta, mucho más pedestre, se limita a ir en su búsqueda para llevarla a un papel que le granjee los aplausos, porque al hablar de ellos es imperativo diferenciar al artista que se enfrenta a la acidez de la palabra en la soledad de su puesto de trabajo, de aquel que luego transita con desfachatez y sin decoro por entre los recitales.

Vanas gentes, poemario del poeta colombiano Juan Aurelio García, parece partir desde el desconcierto que produce esta discusión, para asumir su propia postura mediante la desmitificación de la imagen de la poesía y del poeta. Pudiese interpretarse como una anatomía de la poesía estudiada mediante la disección del poeta. En estos poemas el poeta es presentado con ironía, con sarcasmo, porque no solo es una figura a la que rendirle culto, sino también un tipo que, aunque pudiesen atribularlo tantas imposturas, parece siempre abierto a descollar en medio de los poemarios, las antologías y los escenarios. Estos poemas aguzan su mirada para confrontarlos, los interpelan, los desafían, los presentan en toda su desnudez, aferrados a sus penurias, aunque sus miradas gallardas no renuncien a ese garbo inherente a los poetas. Cada uno de estos poemas parece haber sido concebido como parte de un decálogo que anuncia los pecados que no deben cometerse.

A Juan Aurelio García le preocupa desentrañar el misticismo, el aura que encierra al escritor, al artista, al poeta, que no sucumbe ni a la incomprensión de un mundo al que sin embargo versifica desde el atril de la palabra, ni mucho menos a la soledad que lo define. Vanas gentes es un canto destemplado a la poesía, un grito que alienta, pero que también señala dónde están las mañas que convierten al poeta en un poeta vergonzante. Él sabe de lo que habla, no solo porque ha cultivado la poesía desde sus primeros años, sino porque desde otros ámbitos más ligados a la gestión cultural ha dispuesto para ella tribunas en plegables, fanzines o revistas.

Nelson Romero Guzmán, Premio de Poesía Casa de las Américas en 2015, apunta en el prólogo que estos poemas no desenmascaran al poeta sino a la figura social, al imaginario colectivo del poeta, de tal manera que la discusión, a raíz de esta publicación, se enriquece aún más, porque no solo se trata ahora de la noción que se tenga de poesía sino también de lo que entendemos por poeta.

No quiero caer en el lugar común de señalar que Vanas gentes es un libro necesario, porque el mismo Juan Aurelio García se sacudiría; sin embargo, vale la pena prestar atención a esta mirada que aunque parece provenir desde un lector consumado de la poesía, en realidad proviene desde sus mismos ojos.

*Novelista colombiano. Su más reciente novela es Los desagradables.

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