• VIERNES,  03 MAYO DE 2024

Cultura  |  06 noviembre de 2023  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

El flautista en la frontera

0 Comentarios

Imagen noticia

Gloria Chávez Vásquez

 

El 26 de junio de 1284 tuvo lugar un extraño evento que se transformó en leyenda. Hamelín, un pueblito alemán, estaba infestado de ratas, cuando un día aparece un desconocido que ofrece librar al pueblo de la plaga a cambio de una recompensa. El extraño toca la flauta, y el escuchar su música todas las ratas salen de sus cubiles y agujeros. El flautista las dirige hacia el río Weser donde las ratas perecen ahogadas.

El flautista regresa al pueblo a reclamar su recompensa, pero los aldeanos se niegan a pagarle. El hombre se va, pero vuelve poco después, y mientras los habitantes están en la iglesia, el flautista toca una melodía seductora. Esta vez son todos los niños del pueblo los que le siguen hasta una cueva, donde desaparecen para siempre. Jacob y Wilhelm Grimm (1816).

                                                                                   *

¿Quién toca la música que escuchan los cientos de miles de caravaneros que cruzan a diario las fronteras de países donde ellos creen encontrar un mejor futuro? 

Un caravanero es una persona que decide un buen día abandonar su país y seguir la música de un flautista interior, sin saber lo que le depara su aventura. Los caravaneros aspiran a encontrar las supuestas oportunidades que no hallaron en su tierra natal. Pero entre ellos caminan también los que huyen de la amenaza de radicales o criminales. O los que escapan de sus responsabilidades, problemas familiares, deudas, la ley o van en busca de sí mismos.  Otros, con menos iniciativa pero mayor ambición, vienen con la idea de obtener todos los beneficios de la sociedad anfitriona, a la que creen tener derecho. Unos vienen a contribuir, otros a aprovechar y otros, como los delincuentes, los pedófilos, los traficantes y los terroristas llegan a hacer daño. La inmensa mayoría no habla el idioma, desconoce la cultura y las leyes que rigen el país donde esperan vivir.

Un futuro que es incierto, pues el mundo entero ha decidido tomar la ruta más peligrosa. El camino hacia ese dudoso “paraíso” está plagado de depredadores, animales y humanos que han hecho presa de innumerables peregrinos. Son muchos los inmigrantes que han desaparecido o pasado por experiencias terribles. Sobre todo, las mujeres. Hay muchas que han venido solas o con niños de brazos o que apenas pueden caminar. Por eso, comprendiendo la dimensión de la locura colectiva, muchos se devuelven. Otros son deportados de inmediato. Los hay que persisten, escondidos, hasta encontrar una hendija por donde colarse y sobrevivir o perecer en tierra ajena. Una vez dentro, adquieren tarjetas de identificación falsas o pagan altas sumas por contraer matrimonio y obtener así, su derecho a residir en el país.  Los más “afortunados” son acogidos por familiares que llegaron antes. Otros empiezan su “nueva vida” atados a la gran deuda que representó su odisea. Los más disfuncionales terminan en la cárcel o perdiendo la vida.   

El caso de Luzmila

Luzmila Maya, su esposo y su hijo de 12 años salieron de su tierra, huyendo de la precaria calidad de vida, de la falta de libertad, y los problemas de acoso del régimen por pensar diferente.

—Salimos de Cuba un 23 de febrero y llegamos el 25 de abril a los Estados Unidos” —cuenta Luzmila. —Entramos por Nicaragua, pasamos a Honduras, (a veces en bus, a veces caminando) luego a Guatemala y finalmente a México. Pudimos entrar a EE. UU porque como cubanos, teníamos derecho a acogernos a la ley de asilo político. Esa ley ya no aplica a los cubanos que huyen por balsa. Muchos se ahogan en la travesía y si logran llegar a las costas americanas son devueltos a riesgo de ser apresados cuando llegan a su país.

—Somos de la provincia de Cienfuegos, Cuba. Mi mamá fue maestra desde sus 18 años. Mi papá, fisiatra, licenciado en cultura física y deporte, aun así, no podían sustentar a toda su familia. Yo estudié construcción civil y otros cursos que de igual manera no me sirvieron de nada porque nunca pude trabajar en lo que estudié por falta de oportunidades.  

—Uno sale de Cuba por culpa de ese gobierno fallido, a exponerse a miles de peligros por lograr vivir como las personas. Porque ya en Cuba estábamos oprimidos, sin libertad de expresión, sin salud, sin medicamentos sin alimento, sin nada. La mayoría de las madres que salen de Cuba como yo, que se atreven a hacer esa travesía es porque ya están completamente desesperadas. Tratando de buscar un futuro mejor para nuestros hijos. En Cuba quedó una parte de mi corazón, mis raíces, mi familia, mis padres, mis abuelos, mis amigos de la infancia”.

La travesía

El bus que los llevaba a México desde Nicaragua se volcó en un paso de montaña y se mataron varios pasajeros. Tuvieron que seguir a pie, por entre barrancos y maleza.

— Dormíamos a la intemperie. Pasamos por los bosques de Guatemala donde había animales y peligros de todo tipo. En el camino nos asaltaron y nos quitaron el dinero. En México estuvimos 21 días secuestrados junto con otras personas. Los narcos/coyotes estaban armados y nos encerraron en unos bohíos. Pidieron un rescate de $2.000 US dólares por persona, que pagaron familiares o amigos en EE. UU.  Vimos morir personas, destruir familias porque mataban al esposo o a la mujer delante de los hijos. Los secuestradores violaron a las mujeres y a las niñas que no pudieron pagar por su rescate. A los que pidieron ayuda a la policía, como a una joven pareja venezolana, los “desaparecieron”. Llegó un momento en el que estuvimos 48 horas sin agua y sin comer. No sabíamos si íbamos a salir vivos. 

Ya cruzando el Rio Grande, su obesidad y pequeña estatura la pusieron en riesgo de ahogarse.  A varios niños y mujeres se los llevó la corriente. A ella la rescató un guardia fronterizo. Separada de su esposo e hijo, Luzmila fue remitida a un edificio donde hacía mucho frio. Allí le dieron una especie de manta desechable y alimento. Era la Oficina de Revisión de Casos de Inmigración (Corte de Inmigración, EOIR) donde un juez decidía si se deportaban o se entregaban bajo custodia a la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE). Por suerte Luzmila y su familia cualificaban para la ley de asilo político. Fueron liberados, bajo fianza, después de varios días, con una orden de supervisión.

En el proceso participaban además la Oficina de Ciudadanía y Servicios de Inmigración (USCIS), el Departamento de Justicia (DOJ) y el Departamento de Seguridad Nacional (DHS). Un alto porcentaje de detenidos eran reincidentes que ya habían sido arrestados y expulsados del país porque no tenían una causa legal para permanecer en Estados Unidos.

—La gente que promueve esos viajes dice muchas mentiras —advierte Luzmila. Es una industria donde muchos lucran con los inmigrantes: abogados, oportunistas y traficantes que en lugar de ayudar complican más la vida de estas personas.

Una vez que llegan al norte de México los emigrantes se dan cuenta de la cruda realidad de la frontera y toman decisiones drásticas. Algunos padres envían a sus hijos solos porque saben   que el gobierno de Estados Unidos no devuelve a los menores que viajan solos. Los niños que llegan solos son retenidos bajo la custodia de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP); luego, son llevados a refugios administrados por el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS), donde permanecen hasta que son entregados a parientes o patrocinadores en Estados Unidos.

— Nos habíamos encomendado con mucha fe a Dios para que todo nos saliera bien, pero nos dimos cuenta que todo eso había sido una locura y más con todas las cosas que vimos y experimentamos- dice Luzmila y añade que la vida ha sido muy difícil en EEUU, pero han salido adelante por su persistencia. —La diferencia es que tenemos una motivación, algo por lo que luchar. M hijo es el más motivado. Y el viaje lo hicimos por él, para darle un mejor futuro.

Aun así, la vida de la familia ha cambiado radicalmente. —Pensábamos que eran exageraciones. O que la gente decía esas cosas porque no querían que viniéramos. Pero es así y peor —asegura ella.  “La nostalgia los trabajos y el sufrimiento no paran, una vez se entra a este país. Uno vive con mucha tristeza en el alma. Si tuviera que volver a hacerlo nunca arriesgaría mi vida, la de mi esposo ni la de mi hijo”.

Gloria Chávez Vásquez escritora, periodista y educadora, reside en Estados Unidos. Es autora de entre otros, Mariposa Mentalis, El Conde del Jazmín y Crónicas del Juicio Final.     

PUBLICIDAD

Comenta esta noticia

©2024 elquindiano.com todos los derechos reservados
Diseño y Desarrollo: logo Rhiss.net