Por Juan Miguel Rojas S.

“El ecofeminismo es una corriente de acción sentipensante que une los principios del feminismo y el ecologismo, y es básicamente una defensa desde la igualdad, desde la biocomplementaridad que tenemos de la naturaleza, es cambiar el pensamiento de usurpar la naturaleza y todos los bienes que tiene, y decir, vamos a convivir en paz con ella”.

“Y se dice ecofeminismo, porque se parte también desde las mujeres, se tiene un pensamiento de vivir una vida justa, mejor, con igualdad de oportunidades, donde todas las vidas puedan ser vividas y que unas no valgan más que otras por cuestión de género, raza o religión”.

“Creemos profundamente que hay otras formas de convivir con la naturaleza, hay otras formas de convivir entre nosotras, más igualitarias, menos patriarcales, menos violentas contra las personas que no cumplen el canon, digamos como heteropatriarcal, mujeres racializadas, personas transexuales, divergentes de género, homosexuales. Entonces el ecofeminismo junta todo, no solo las luchas de lo humano, sino también las luchas de lo humano en relación a la naturaleza y con los otros seres vivientes, el agua, el aire, los animales, las plantas, es entrar en un respeto total”.

Los tres párrafos anteriores están encomillados, porque pertenecen al pensamiento de la artista textil quindiana Mercy Rojas Arias, que borda en dirección al ecofeminismo y siempre alrededor de la cultura comunitaria, donde las personas pueden ser productoras de cultura y decisoras de actos culturales.  Deciden qué exposiciones ver, por ejemplo, qué cuadros ver, cómo hacer la curaduría, qué se va a exponer, cuánto dura una exposición, entonces es  la cultura comunitaria la que propone, un grupo de personas trabajan de la mano con los artistas de diferentes disciplinas, y decidan lo que quieren hacer y ver de cultura.

A Mercy le enseñó a bordar su madre, en el comedor de su casa en el barrio Jesús María Ocampo de Armenia, con amor y paciencia, y Mercy, le agradece con el alma porque el bordado le ayudó a sobreponerse a la tristeza, la amargura, el sosiego y lo duro de dejar su tierra colombiana para erradicarse en Zaragoza, España. Nunca quiso dejar su terruño, pero por cuestiones de la vida misma tuvo que hacerlo.

Uno de sus primeros bordados en España fue “Bosque de Mujeres”, una obra de cuatro piezas en honor a todas las madres colombianas que han perdido a sus hijos por la violencia, y con este bordado, Mercy pudo sanar esa herida de haber dejado atrás su patria y se dio cuenta que el textil iba más allá y que con él podía expresarse.

Mercy y su hija Indira, también artista textil, insisten en que el textil no es solo artesanía, la cual se puede replicar; ni un elemento decorativo, sino que sirve para crear arte con un fuerte componente político y social. En la obra ‘#Serlídersocialnoesdelito’, Mercy Rojas diseña una pieza donde se bordan cada uno de los cuerpos de los líderes sociales asesinados en Colombia después de la firma de los acuerdos de paz entre el Estado y las FARC en 2016.

La idea del ecofeminismo y la cultura comunitaria queda plasmada en cada obra de Mercy y en todos los talleres impartidos por el colectivo formado por artistas textiles en el que participa ella, Mottainai.ZGZ.

En el 2022 se celebró uno que consistía en bordar “capuchas combativas”, las cuales recordaban a aquellas que vestían los zapatistas en México. El objetivo era unir a las personas, eliminar el ‘yo’, el ego, y formar parte de un movimiento social en igualdad.

Mercy y la Asociación Mottainai.ZGZ está celebrando en Zaragoza, España, el VII Encuentro de Arte Textil Internacional 'Hilaku', del 2 de noviembre al 1 de diciembre, que se compone de un circuito de exposiciones repartidas en tres salas: dos presenciales (Centro Joaquín Roncal y Harinera ZGZ) y una virtual, a través de la página web www.hilaku.art.

Mercy Rojas y su hija Indira Vega, dos mujeres del Quindío que triunfan en España, tejiendo sueños, pero poniendo en sus telas y en sus hilos una realidad irrefutable de la Colombia de violencias y sufrimientos.