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Cultura  |  02 diciembre de 2023  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Llegó diciembre con su alegría

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Diego Gutiérrez Mejía  MD

 

Los personajes y sitios descritos en esta historia eran oriundos de mi tierra natal Supía, pero la narrativa hace parte de las épocas vividas y que son compartidas por los habitantes del viejo Caldas y de Antioquia, donde esta tradición era de vital importancia.

Son las cinco de la mañana, los destellos de la aurora nos auguran un bello amanecer después de un mes lluvioso lleno de cánticos lúgubres y de responsos eternos en honor a aquellos que nos preceden en el camino hacia el no retorno, la campanilla del animero se ha silenciado, las sonrisas y el bullicio adornan el entorno y empiezan a escucharse todas las melodías de un tiempo formidable llamado navidad. Con todo su volumen cantinas y emisoras repiten al unísono llegó diciembre con su alegría, y una a una van desfilando La paila de Juana, El año viejo, Yo conozco a Claudia, Dame tu mujer José, El huerfanito y por supuesto Tutaina Tuturumaina. Y comenzaban las apuestas para ganar el aguinaldo con juegos como “Estatua” que nos dejaban congelados en cualquier situación inesperada, “Hablar y no contestar” nos dejaba en un mutismo sin precedentes, “Dar y no recibir” nos llevaba a tener las manos entre los bolsillos permanentemente, “El golpe en la espalda” nos colocaba en pié de lucha con la espalda sobre una pared o durmiendo boca arriba para no ser sorprendidos, “Palito en boca” nos llevaba a tener un cuerpo extraño  en el espacio gingival que cuando lo sacábamos daba visos de todos los colores y su aroma iba del ácido al mierdoso.

Contábamos los días ya que con ansia se esperaba el 16 de diciembre para armar el pesebre- pues anteriormente no sucede como ahora donde el niño nace prematuro desde dos meses previos- se organizaban los ranchos con flores de cañabrava o las grutas con encerados que traían los guacales que entraban por Buenaventura. Los musgos verdes se traían de la montaña y en mi casa se encargaban con anticipación bajo la responsabilidad de Horacio Villegas “el chimbo” para adornar los campos de los pastores divididos por los caminos de aserrín conseguidos en las carpinterías de César Velásquez “manchao” o Miguel Hincapié “ sacamuelas”, el desierto era de arena y los tres reyes departían al lado de sus camellos antes de iniciar el viaje que culminaría el seis de enero en pose de adoración, los lagos en espejos se poblaban de figuras de patos, las gallinas, los marranos, los caballos , las cabras y las ovejas, eran la posesión de los pastores, en el centro un pueblo con casitas de cartón y con iglesia incorporada representaban a Belén y allá en lo alto de la gruta la estrella de límpidos reflejos. En muchos hogares los adornos eran muy folclóricos incluyendo muñecas de trapo o de plástico, soldados de plomo, trenes, carros, coches, aviones con aeropuerto incorporado. Era de rigor pasar por la puerta de la familia Santacoloma para apreciar las imágenes de su pesebre ancestral de madera vestidos de satín; por la ventana a ras de piso  se visualizaba el hermoso pesebre de las Garcías donde Rosita aprovechaba para hacer su entrevista rutinaria a quien por allí se atreviera a deambular,  Juan Pablo Obando desocupaba su sala para colocar en ella sus figuras gigantes y al frente donde doña Lucila Correa, un pesebre sobre el piso en alfombra de aserrín  con casas artesanales, palmeras y luz de candeleros, Maruja Temporena  su pariente, ornaba y retocaba para darle el aspecto del Belén original; en mi casa el pesebre ocupaba toda el área del comedor con algunos altibajos producidos por cajones y ladrillos que se introducían por debajo de los enserados para dar el aspecto de los diferentes accidentes de la orografía. Traigo a mi recuerdo mi paso por Frontino Antioquia, cuando pude adornar el pesebre del hospital con musgos blancos, azules y rojos que yo no conocía y que en esta región abundaban en el campo y en ese entonces éramos poco ambientalistas. El árbol de navidad era un chamizo forrado en algodón del cual pendían bolas de múltiples colores, las luces no eran intermitentes, pero decoraban los arreglos. Las cantinas de Manuel Castaño “malpaso”, el Caney de Leocadio, el Pielroja, la Garita, el Percal de bello Moreno, el Póquer de Carlos piojo ñato, eran adornadas con colgandejos de papel de seda con múltiples campanas de colores que amenizaban los bailes de la quica, la tomineja, Noelia, Rosita y muchas más que traen a mi memoria esa belle èpoque  de recuerdos de juventud.

Se comenzaba a preparar la nochebuena, el maíz blanco en bruto y el trillado se sometían a remojo en agua desde varios días antes, con la finalidad de preparar con el primero la natilla y con el otro los buñuelos, era un proceso arduo que en mi casa se iniciaba a las 2 de la mañana usualmente el  día 22  o el 23, los hombres molíamos el maíz a brazo partido y que cosa tan verraca pues no existían molinos eléctricos, éste se colocaba en un cedazo de cerda o en un liencillo y mi madre lo colaba con leche pura comprada en el establo de Jesús Mejía, así se montaba la primera tanda que se cocinaba en la paila de cobre lavada previamente con ceniza y cascos de naranja agria, se le echaba la panela y los condimentos y al son del aguardiente y de la pólvora empezaba el meneo de la paila. El afrecho que quedaba de la primera colada se entregaba nuevamente para ser molido y que cosa tan hijueputa si dolían los músculos biceps y todo lo que los rodea, este paso era peor. Para los buñuelos la cosa no cambiaba, el molino se apretaba al tope pues el maíz debía salir en harina de consistencia suave, eso tiene su ciencia pues estos no se endurecían a pesar de guardarlos varios días, cosa que no pasa en la actualidad cuando empleamos productos procesados que al día siguiente están tan duros que sirven para descalabrar una persona si se descuida. Unos días antes, en mi casa usualmente el 16 se preparaba el arequipe o manjar blanco y otros dulces como el queso de piña, el dulce de brevas y en algunos hogares el desamargado; con todos estos preparativos se compartía la fiesta, en bandejas se repartía con los vecinos llevando viandas y por supuesto retornando con otras.

Llegaba el 24 y con ansia esperábamos el nacimiento del Niño Dios, luego de 9 jornadas de novenas donde se entonaban villancicos acompañados  de cascabeles de tapas de gaseosa y de cerveza pisadas  perforadas luego con un clavo para pasar un alambre  que al movimiento de la mano producían el tintineo que alegraba la melodía, a muchos nos enviaban a la misa de gallo que era eterna a la media noche y muchos curas por una cuerda dejaban deslizar la imagen del niño para caer en las pajas del pesebre- en mi pueblo en una ocasión se atoró el niño y enviaron un segundo que empujando al primero llegaron a la cuna y tumbaron a San José y la gente jocosamente dijo que éste se desmayó al ver esos gemelos. Nuestros padres esperaban que durmiéramos profundamente para meter los regalos bajo la almohada o colocarlos en la silla, si alguno estaba despierto o fingía dormir, de malas porque no le llegaba el presente mientras tratara de hacer trampa pues eran tiempos de inocencia y nadie preguntaba quién era el Niño Dios, se respetaba la costumbre. El seis de enero llegaban los reyes magos y muchos de nosotros les escribíamos misivas para otro probable regalo, si estábamos de buenas nos cumplían, pero la mayoría de las veces llegaba otra misiva firmada por Baltasar, Gaspar o el negro del Melchor, diciendo que como nos habíamos manejado mal, cero pollitos y hasta una nueva oportunidad.

Día siguiente desarme del pesebre, guardada celosa de las imágenes y en nuestra casa nuevamente se soñaba con un nuevo amanecer y por el camino empedrado de la pista ver bajar a Horacio “el chimbo” llevando a sus espaldas la fresca carga de musgo...Ah tiempos aquellos.

 

 

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