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Región  |  08 octubre de 2018  |  12:14 AM |  Escrito por: Edición web

A propósito del primer consejo de gobierno de la RAP

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Por Eddie Polanía.

Que tres Gobiernos históricamente antagonistas se reúnan en pleno a pensar la región es síntoma de que las cosas cambian. Es evidencia de que la mentalidad localista-egocéntrica de los tres departamentos del Eje Cafetero empieza a diluirse en el novedoso escenario de la asociatividad y la articulación, gestado a partir de la creación de la Región Administrativa y de Planificación. Sucedió el pasado viernes 5 de octubre en el Centro Cultural Metropolitano de Convenciones de Armenia, al final de una semana en la que los escépticos, los que no creen en la asociación ni en la colaboración ―porque piensan que ganamos más si continuamos la pugna― se despacharon contra la RAP, calificándola de nociva para el Quindío.

Mantener la hostilidad contra Pereira y Manizales porque en algunos indicadores de competitividad nos aventajan, o porque han sido más estratégicos que nosotros en el manejo de algunos asuntos, o porque sus parlamentarios son más eficientes que los nuestros, es tan absurdo como agreste, y poco práctico. ¿Qué hacemos entonces? ¿En lugar de trabajar más intensamente les declaramos la guerra a nuestros vecinos para que cuatro personajes queden conformes? Qué manera de pensar tan incivilizada y poco inteligente. «Qué horror, qué horror, qué pena» ―parafraseando a Mambrú.

La Constitución Política de Colombia y la Ley 1454/2011, pusieron al alcance de distritos especiales, municipios, departamentos, áreas metropolitanas y corporaciones autónomas, los llamados esquemas asociativos para que en lugar de “guerrear” separadamente por los recursos, se unan para “construir país”, para aumentar su capacidad de gestión, para planificar y para promover el desarrollo regional de forma articulada. Y en este histórico proceso se encuentran los tres departamentos más aceleradamente de lo que se creía, demostrando que la asociatividad y la articulación regional están siendo comprendidas y asimiladas. Y así tendrá que ser hasta que el Consejo de Gobierno Regional se vuelva habitual y se institucionalice.

Cuesta trabajo aceptar el cambio. La prueba es que quienes viven campantes en la comodidad del statu quo, se disgustan cada que se innova o se moderniza la administración pública, y cada que se inician procesos tendientes a corregir la obsolescencia político-administrativa del país. Colombia y sus regiones tienen que innovar para que el desarrollo sostenible, equitativo y con justicia social, fluya de manera dinámica y consolidada, y deje de ser el parto doloroso e indefinido en el que llevamos décadas pujando. ¿Acaso no es más provechosa y decente la descentralización y la autonomía regional, que la arbitraria dependencia del Gobierno Central que decide cómo, dónde, cuánto y cuándo, pueden actuar o ejecutar las entidades territoriales? O, puede ser también ―por qué no― que nos estemos acostumbrando a la autocracia sutil que nos inocula el Estado en pequeñas pero en efectivas dosis, y entonces por esta razón rechazamos la innovación social.

El Consejo de Gobierno de la RAP Eje Cafetero es un modelo ―único en el país― en el que las decisiones de planificación se tomarán conjuntamente para propiciar economías de escala, impactos regionales de mayor alcance, procesos de desarrollo más estratégicos y expeditos y, en fin, resultados más efectivos que los que pudieran lograrse cuando los departamentos actúan solos y debilitados por la precariedad.

El Consejo de Gobierno Regional es la primera señal de que la RAP bien concebida e inducida será una estructura dinámica, con capacidad para generar procesos emergentes que contribuyan a resolver los delicados problemas que afectan al Eje Cafetero, y, en particular, a cada uno de sus departamentos.

 

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