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Cultura  |  21 octubre de 2017  |  01:29 AM |  Escrito por: Robinson Castañeda

Al colegio por primera vez

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Esta crónica hace parte del proyecto "Nostalgia a partir de imágenes". Una iniciativa de la tertulia literaria Café y Letras Renata.

Crónica escrita por Gloria IsmeniaSuárez Navarrete.

La primera vez siempre es inolvidable. El primer regalo, la primera muñeca, el primer juego, la primera pilatuna, el primer novio, el primer beso, la primera comunión, en fin, son muchos los acontecimientos que marcan en la vida, una primera vez.

Por ello, todos tenemos un recuerdo, aunque sea tenue, del primer día de escuela, cuando enfrentamos un universo desconocido, caras, peinados, ojos, zapatos, vestidos, todos tan diferentes y cerca, que los podríamos palpar. Indudablemente experiencias irrepetibles, como estas que voy a narrar.

Recuerdo a mi madre o a mi abuelita llevándome a la escuela donde veía llorar a otras niñas y yo no entendía el por qué, puesto que a mí me hacía feliz conocer niñas y cosas nuevas, lo cual me parecía fascinante. Siempre me sentí feliz y así son todos mis recuerdos de aquellos primeros años.

Cuando el tiempo cambió los papeles fui yo quien llevó a mi hijo al colegio, como aparece en el retrato de hace treinta años, todo me pareció mágico. Eran los inicios de Michael Jackson, Menudo, los teletubis, el Chavo del ocho, John Travolta y de avances tecnológicos como el beeper y otros, que influyeron en los infantes como mi hijo.

La foto me recuerda lo siguiente: Lo estaba acostumbrando a consumir otros alimentos además de la leche materna, que a sus tres años todavía tomaba. Se acercaba la fecha de llevarlo al colegio. Con gran emoción le arreglaba la lonchera, le decía que si no se comía todo lo compartiera con los compañeritos, él miraba con curiosidad a ver qué le empacaba.

Llegada la hora, yo estaba más nerviosa que él y mientras le entregaba la lonchera, me miró con cara de inocencia y un tono igual para decirme:

“Ay mami. Que rico que me pudieras echar tu teta en mi lonchera, pero no para mis compañeritos, sino para mí solo. ¿Sí, mamita linda?”

Con esta anécdota reafirmo el valor evocador de las fotos, la importancia de la leche materna en el crecimiento de los niños, su valor nutricional, emocional y simbólico.

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