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Editorial  |  20 abril de 2018  |  12:00 AM

¡A tumbar el café!

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“Sembrar café es un suicidio”, se oye decir en los tertuliaderos.

Definitivamente, la que fue la gallinita de los huevos de oro hasta finales de la década de los años 80, la caficultura, está dando sus últimos tumbos en el Quindío. Haber pasado de 65.000 hectáreas sembradas en esas épocas de bonanza y pacto mundial de cuotas cafeteras, a menos de 20.000 hectáreas en la actualidad, visualiza sin mucho esfuerzo la crisis que ha tenido el sector en el Quindío en los últimos 25 años, crisis que también se refleja en la región en general.

El panorama de hoy no puede ser menos desolador. A lo que nos está invitando la Federación Nacional de Cafeteros es a seguir tumbando el poco café que nos queda, pues los estímulos se terminaron por completo y no hay en las políticas de la entidad ni del gobierno, a corto plazo, ni a mediano ni a largo, un proyecto de estabilización de precios rentables para esta agroindustria que tanta riqueza le ofreció, otrora, a la nación.

Y decimos que nos están invitando a tumbar el café porque una actividad que no es rentable, que se hace a pérdida, tiende a desaparecer. Ir a las sedes de las cooperativas de caficultores en el Quindío, o a las oficinas de los comités municipales es encontrarse con las caras largas, con los rostros desesperados de los caficultores que, en su mayoría, hablan de los lotes que empezaron a tumbar para buscar otro producto más rentable: aguacate, ganadería, plátano, turismo, pero menos café

“Sembrar café es un suicidio”, se oye decir en los tertuliaderos de los caficultores en las plazas de los municipios. Y tienen razón. ¿Con qué esperanza se siembra café hoy en día, cuando los precios del grano en el mercado nacional están cada jornada más bajos? Y, como para completar el panorama, los insumos más caros y la mano de obra no solo escasa, sino costosa. La caficultura se volvió inviable en el Quindío, y por eso cada vez hay más fincas decididas a tumbar y a no sembrar nuevos colinos.

Café por debajo de $80.000 la arroba no tiene rentabilidad, y ayer la cotización llegó a $68.000. Y según predicen los comercializadores internacionales del grano, la destorcida seguirá, no solo por cuenta de la especulación en la bolsa de valores de Nueva York, sino por la pérdida de valor del dólar frente al peso colombiano.

Es posible que algunas regiones colombianas productoras de café resistan esta nueva crisis de precios, por los esfuerzos de sus dirigentes locales, especialmente de las cooperativas de caficultores, pero en el Quindío parece que llegó la hora de despedirnos de esta actividad.

Es una lástima que en la zona colombiana donde se ha declarado el Paisaje Cultura Cafetero como patrimonio de la humanidad, nadie se dio cuenta en estos cinco años, ni se preocupó en que el verdadero patrimonio es el café, su cultivo, su cuidado y, por supuesto, sus precios rentables para que pueda subsistir.

¡A tumbar café!, es la alternativa a la que nos condena la Federación Nacional de Cafeteros y el gobierno nacional. Adiós al café del Quindío.

 

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