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Columnistas  |  23 junio de 2018  |  12:00 AM |  Escrito por: Aldemar Giraldo

La política es una ciencia y el fútbol, un juego

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Aldemar Giraldo

Con motivo de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales 2018 y el debut del la Selección Colombia en el campeonato mundial, me atreveré a hacer algunas reflexiones personales, aunque parezcan salidas de tono:

En primera instancia, afirmo que en Colombia la política no tiene nada de ciencia; es, realmente, un juego por el poder, o sea, es la ciencia mal utilizada para conservar el poder; "es una deformación del sentido social de la política", lo que se conoce en todas partes como politiquería. Basta con mirar las volteretas de nuestros señores de los cielos y las promesas de los candidatos. No sé qué va a hacer Duque (Uribe) con los nuevos comensales e invitados especiales; ¿qué les va a entregar si sólo tenemos un país y 16 ministerios?. Se lo va a llevar el que lo trajo con esas sanguijuelas que se han preparado para vivir del bobo (el presupuesto nacional), con esos monaguillos, chupacirios, sacristanes y acólitos sin partido; muchos se llamarán asesores, esos profesionales que no marcan tarjeta, pero devengan del erario público sin necesidad de mostrar resultados y sin rendirle informe a nadie; otros, nos representarán en las embajadas y muchos más se desempeñarán como apagavelas o despabiladores en la Casa de Nariño.

En nuestro país, la política es un juego porque los llamados políticos se mantienen en "fuera de lugar", son violentos durante el partido y después del mismo, se llevan para su bolsillo lo que pagan los espectadores, abundan las tarjetas amarillas y brillan por su ausencia las rojas. Los campeonatos son eternos, los sueldos son de "estrellas" y las transferencias son subterráneas.

En el entretiempo, el entrenador o los jugadores pueden alzar vuelo; irse a divisar las ballenas, hacerse los bobos y regresar cuando todo ha terminado para esperar el campeonato de consolación sin divisa y sin uniforme (Con patas y sin cabeza, adivine mesa). Tan juego es la política que los niños reparten propaganda, se visten de señores y gritan hurras a sus caudillos sin conocerlos.

Algo para confirmar los anteriores enunciados: el que más canicas tiene, más poder amasa; el que posee muchos jugadores en la "banca" puede organizar cuantos equipos desee y bautizarlos a su antojo; algo más, puede crear ligas paralelas y enviar a sus representantes a la Copa Mundo.

Pasando al otro tema, el fútbol ha dejado de ser un juego o deporte y se ha convertido en el negocio más poderoso en Colombia, el más lucrativo y, a la vez, el más peligroso; los jugadores no saben si les conviene ganar o perder; de héroes pasan a villanos en segundos. Es tan horrible la situación en nuestra tierra que un jugador paga con su vida cuando mete un autogol. Todo deportista, por tronco que sea, lo mínimo que quiere es ganar, vestirse de gloria, pero, ojo, es humano y puede cometer errores. "La Roca" Sánchez ha sido amenazado por su expulsión en el juego contra Japón, haciéndonos recordar la tragedia de Andrés Escobar. El terror deambula por los estadios y está conformado por aquellos que quieren inflar sus sacos con el sudor de los competidores.

Si la selección es lo único que une a los colombianos, no veo razón para tanta furia y crítica desmedida ante la derrota, ¿será que se trata de un juego-ciencia?. Suceden cosas verdaderamente graves y no nos mosqueamos: se roban las regalías, se organizan grupos paramilitares, se violan y asesinan niños, se despilfarra el presupuesto, se aplaude la guerra, se desdeña la paz y se engaña a los electores.

Ha sido tan de malas el fútbol colombiano que hasta los políticos lo han mordido y han marcado momentos nefastos; basta recordar algunas páginas amargas de nuestra historia. Lo que sí tenemos que aprender es que el fútbol es un juego, un deporte en el cual se gana y se pierde, como decía mi abuela: "Al mejor cazador se le va la pava".

ADENDA:

Tenemos un nuevo presidente; el 54% de los sufragantes lo prefirió (10.373.080 votos); sin embargo, 8.034.189 votaron por una Colombia más humana; merecen respeto y reconocimiento. Así será posible construir un futuro para todos.

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