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Editorial  |  02 abril de 2018  |  12:00 AM

El caos en Salento

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¿Qué vamos a hacer con el ingreso masivo de vehículos a Salento?

El municipio de Salento vivió un verdadero vía crucis durante la temporada de Semana Santa, especialmente los tres últimos días, ante la llegada de un número no esperado de vehículos. Las autoridades previeron que arribarían unos 3.000 carros, pero esta cifra se desbordó y sobrepasó los 8.000 vehículos, lo que provocó un trancón monumental en la vía principal de acceso, pero también en la ruta al valle de Cocora.

Aquí fallaron todos los mecanismos de control. Aunque vimos al propio alcalde Juan Miguel Galvis tratando de orientar los turistas en sus vehículos, nadie previó lo que sucedería, y menos se tenían las alertas y las medidas de aplicación inmediata en estos casos. El caos se tomó la población. Hubo un momento, el Viernes Santo, que los turistas no sabían para dónde pegar, si seguir en las colas, si devolverse, si dejar tirado el carro y hacer los recorridos a pie. Hubo desespero, por un lado, pero también una gran desilusión con este destino turístico tan promocionado.

Hace más de una década que venimos hablando de lo mismo. Nos preguntamos desde entonces: ¿qué vamos a hacer con el ingreso masivo de vehículos a Salento? Y las respuestas, ni las soluciones aparecen con contundencia. No es necesario que el alcalde salga a las esquinas a tratar de controlar el tránsito, lo que se debe es actuar con la suficiente capacidad de liderazgo, tanto desde lo municipal como desde lo departamental y lo nacional en lo atinente a las autoridades de turismo. Hay salidas expeditas para evitar el ingreso de vehículos al casco urbano, existen proyectos que detienen el flujo vehicular desde la Autopista del Café, dejando que ingrese la gente, pero no los vehículos. Sin embargo, no se han podido realizar por falta de voluntad política desde las entidades públicas.

Ahora bien, es necesario igualmente controlar el flujo de personas. Salento triplica o cuadruplica su población en estas temporadas, lo que significa un deterioro enorme del medio ambiente, no solo porque muchos turistas van a las zonas de los parques o al área de amortiguamiento de estos, como Cocora o Toche, sino que dejen toneladas de basura, residuos sólidos y, por supuesto, aumentan las aguas residuales en un municipio cuya planta de tratamiento no sirve, a pesar de las inversiones enormes que han hecho en ella.

Decir hoy, Salento: destino turístico sostenible, es una hipocresía. Precisamente en esta Semana Santa se dieron los certificados de destino turístico sostenible a Salento, Filandia y Pijao, y se hizo para promocionarlos. Nunca se pensó que ese certificado se iba a probar en estas fiestas santas, como realmente se probó, con resultados negativos para Salento, sin que Filandia pasara totalmente el examen porque allí también hubo caos vial y gran contaminación.

Esta misma semana hay que sentarse a volver a pensar el caso de Salento y prever que la misma situación no suceda en Filandia. No nos podemos alegrar por la cantidad de visitantes, por el dinero que dejaron, por las ganancias que se obtuvieron, no señores, tenemos que preocuparnos por lo que pasó, por el caos, por la contaminación, porque en la práctica no tenemos un destino turístico sostenible y en esa medida estamos arruinando la imagen que durante años hemos construido.

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