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Editorial  |  05 abril de 2018  |  12:00 AM

El miedo a Petro

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Paradójicamente miedo a la honestidad, a la rectitud, a la verdad, a la transparencia.

Extrañamente estuvieron de acuerdo los medios de comunicación del país en que el candidato más firme en sus apreciaciones, en el primer debate de los aspirantes a la presidencia de la República realizado el martes pasado por Teleantioquia, fue el exalcalde de Bogotá Gustavo Petro, representante de la izquierda en Colombia.

Iván Duque se limitó a recitar lo ensayado, tanto así que solo miraba las cámaras; Germán Vargas Lleras hizo demostración de que es un fiel representante de la vieja política colombiana; Sergio Fajardo sigue siendo muy 'gaseoso' no aterriza sus ideas, y el 'ganador', porque no pudo asistir debido a problemas de conexión de transporte, y porque no se perdió de nada importante, fue el candidato del liberalismo Humberto de la Calle Lombana. Ese fue en general el resumen de los analistas políticos y periodistas sobre el primer debate.

"Petro el más firme", ya se oyen las voces contra del candidato de izquierda, voces de aquellos que atacan de manera absurda y sin conocimiento de causa, pero sí con apasionamiento, compañero de la ignorancia, a cualquier candidato que no sea de sus apetencias, pero sobre todo con alguna inclinación de cambio.

Voces de aquellos que creen que defienden una democracia que en Colombia no existe, democracia que nos han disfrazado desde 1810, año de la "Independencia" y que solo ha existido para aquellas familias herederas del poder, que cuando sienten "pasos de animal grande" ponen en práctica a Maquiavelo, su famosa teoría con la que inauguró el Estado Moderno: "El fin justifica los medios".

La unión de liberales y conservadores en 1854 para tumbar el gobierno del general José María Melo, la muerte de los más 2 mil trabajadores y sus familias en la Masacre de Las Bananeras en 1928, el asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán Melo en 1948, la comedia del golpe de Estado del general Gustavo Rojas Pinilla, en 1954, y su nefasto resultado: el Frente Nacional; el asesinato, en 1989, de Jaime Pardo Leal candidato de izquierda a la presidencia que obtuvo 300 mil votos, y con ello se puso la lápida al cuello en un país que muchos equivocadamente denominan democrático; el asesinato de Luis Carlos Galán, en 1989, las más de 3 mil víctimas de la Unión Patriótica, cuyo pecado fue defender derechos de igualdad; el asesinato del joven candidato de izquierda Bernardo Jaramillo Ossa en 1990 ,que desde que lanzó su aspiración a la presidencia de la República sabía que esa era una ‘Crónica de una muerte anunciada’, y en general la muerte de cientos de líderes y defensores de derechos humanos en Colombia, es el ejemplo que resumen que en este país es un pecado mortal pensar diferente, y atreverse contra el statu quo es sembrar el miedo, el temor de una Colombia arrodillada, que se acostumbró a ser manejada a través del mismo miedo e intimidación de quienes defienden el poder utilizando para ello como bandera la vieja teoría maquiavélica.

Miedo a Petro, miedo a Fajardo, miedo a De La Calle, miedo al cambio, y paradójicamente miedo a la honestidad, a la rectitud, a la verdad, a la transparencia. Pero también miedo a unos ‘patrones’ que amenazan, que patrocinan la pobreza para mantenerse en el poder. Miedo a una clase política y dirigente corrupta en todas sus esferas a la luz de todos y con la aprobación cómplice e infame de quienes sin vergüenza y sin explicación alguna, los defienden.

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